TEXTO CLAUDIO CAÑETE*
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El 24 de mayo de 1938 inició sus proyecciones en calle Monte Caseros 266, con la película Hurricane, de John Ford. Antes, en el mismo lugar, había funcionado el Teatro de la Comedia (fines del Siglo XIX), y el Cine Ítalo Argentino, ambas entidades de la Sociedad Italiana. Luego el Cine Rex ocupó ese histórico y mítico solar, pero apagó su marquesina definitivamente el pasado jueves 30 de septiembre de este 2021.
Dicen que solo gustan los finales felices. Y es cierto, puede ser que esta vez no haya un final feliz, un final rosa, como prometían las clásicas películas de «teléfonos blancos». Sin embargo y por suerte, en esta ocasión, importa la historia y no el desenlace…
El Cine Rex fue el único sobreviviente en distintos momentos en que las salas de Paraná sintieron el embate de la crisis; la crisis económica y la crisis del cine como acontecimiento de encuentro cultural. Y aunque esta vez volvió hace pocos meses cuando aflojó la pandemia, no pudo repetir la magia de su persistencia. Esta vez fue la última función. El pasado jueves 30 de septiembre anunció su cierre, esta vez definitivo.
Un capítulo de 83 años se cerró en la ciudad. Durante más de ocho décadas, la vereda a una cuadra y media de la plaza 1° de Mayo, fue el reducto de las emociones, ilusiones y sensaciones que sólo el séptimo arte puede despertar en la piel y el alma de todo terrestre. «Hasta ahora no encontré una persona que me diga que no vivió con tristeza esta noticia», dijo alguien mientras miraba cómo algunos empleados empezaban a sacar parte de los muebles del lugar.
Cuántos besos apasionados, heroínas y héroes rescatados por el amor y la audacia, finales felices, finales tristes, batallas decisivas, desencuentros paradójicos; los mejores momentos de las amistades que se volvieron hermandades; cuántas manos se tomaron tímidamente en la penumbra de la sala del Rex (shhh, sin que nadie los viera), en plena película iniciando una historia de amor; cuántas miradas cómplices, abrazos ante un susto inesperado de un monstruo deforme. Y las carcajadas coloridas que solo el humor absurdo-inteligente y también el inocente, es capaz de despertar…
Todo eso, fue el Rex (y mucho más)…
El Rex hace unos años atrás, todavía en sus buenas épocas de gran convocatoria (Archivo de Claudio Cañete)
Última escena
Antonio Álvarez, titular del Cine Rex y el Cine Círculo, el día del final anunció a los medios locales que «el motivo es la pandemia y los alquileres que se hicieron difíciles de pagar. Los costos posteriores a eso, hizo que no podamos seguir y optamos por retirarnos». Ese mismo jueves la empresa de Álvarez inició el desmantelamiento de los espacios para entregarla a sus dueños, la Sociedad Italiana.
En marzo de 2020 cuando se estableció la emergencia sanitaria primero y luego la cuarentena (Aislamientos Social Preventivo y Obligatorio) por el Covid 19, el Rex al igual que tantos lugares de reunión quedó como congelado.
Sobre todo en los días de la cuarentena, caminando por las espectrales y silenciosas calles desiertas, quien pasara por allí podía observar el interior del cine con todo su mobiliario, tal como lo había dejado su personal el día del cese urgente. Parecía una de esas escenas de las películas postnucleares de ciencia ficción que tantas veces había proyectado. Un mundo sin humanos. Con el paso de las semanas quien siguiera pegando su cara contra los vidrios de la puerta para ver hacia adentro, observaba que el polvillo poco a poco se iba acumulando sobre todas las superficies, los programas y volantes de promoción en papel apoyados en los mostradores se iban arrugando y todo se tornaba viejo. Algunos afiches del hall de entrada comenzaron a despegarse y marchitarse. El panorama era desolador, cómo volver de esto si un día se volvía… Si mientras tanto el Cine Círculo para sobrevivir sin proyectar abrió un delivery con el servicio de su propia cantina, luchando y resistiendo sin mayores certezas de cuándo pasaría todo.
«Más de uno, incrédulo, se decía a sí mismo, qué hace que estuve aquí sentado viendo Rapsodia Bohemia…», el tiempo empezaba a hacer trampas con la memoria. Todos empezaban a preguntarse, cuál había sido la última película vista en ese lugar.
Sin embargo, en febrero de este 2021 se dio en los medios la tan esperada noticia: «Las salas del Cine Rex y Cine Círculo retomarán su actividad en Paraná. Los dos complejos de la ciudad reabrirán sus puertas la semana próxima. La fecha prevista para reiniciar la actividad es el 5 de marzo. Así la informó Antonio Álvarez, inicialmente las funciones serán los fines de semana. Con todos los protocolos sanitarios y distanciamientos requeridos».
Lamentablemente no fue suficiente para que el Rex continuara, la situación se hizo evidentemente insostenible, como le sucedió a muchos emprendimientos comerciales, este último tiempo.
La década del 20, una sala clásica
En Paraná, en paralelo a lo que sucedía en el resto del mundo con esta experiencia novedosa que era el cine, desde 1896 hasta 1914, era principalmente un entretenimiento y un experimento popular, que se proyectaba en bares, billares, cafés y confiterías, alternadas con actos teatrales, números de circo criollo y orquestas en vivo (todavía no era una industria y mucho menos considerado un arte).
En la capital entrerriana, las salas clásicas de cine, llegaron a mediados de 1913, cuando el local de la planta baja del primer edificio de la Sociedad Italiana, el Teatro de la Comedia, fue destinado exclusivamente para la proyección de películas. Al adquirir esta característica se lo denominó Cine Ítalo Argentino. Después del Cine Rodrigo (ubicado en 25 de Mayo y Monte Caseros, donde ahora está el BERSA), era la segunda sala de cine convencional, que florecía en la capital entrerriana; y luego aparecería la sala del Círculo Católico Obrero (Cine Círculo). La década del 20 es la que se caracteriza por el nacimiento de estos sitios que serán mojones de tradición e historia para los paranaenses.
Para poner las cosas en contexto, vale aclarar, que una sala clásica es un lugar exclusivo para proyecciones, cuya estructura era un escenario-pantalla, butacas conformando una platea y en algunos casos también incluían un palco que circundaba una planta alta. Y ya no se permitía la ingesta de comida y bebida durante la función como en las confiterías, o en todo caso no quedaba bien. Luego para compensar se sumó el chocolatinero en la penumbra con su bandejita de golosinas.
Es decir que en la actual dirección de calle Monte Caseros 266, se proyectaron películas durante más de cien años, primero como el Cine Ítalo Argentino desde 1913 y luego como el Rex, el cine que se caracterizó siempre por ofrecer los estrenos importantes, polémicos, populares, exclusivos, audaces, vanguardistas y fue refugio además del cineclubismo.
Frente del viejo Cine Ítalo Argentino en los años ´20, la sala antecesora. (Archivo Páginas de Oro de Alfeo Zanini)
Allá lejos y hace tiempo
Los cines en la primera mitad del siglo XX, eran territorios a través de los cuales, distintas clases sociales marcaban sus diferencias, el testimonio del recordado escritor y periodista Adolfo Argentino Golz, entrevistado por la profesora Griselda De Paoli, rescata las características de ese tiempo: «En esa época en Paraná había siete cines. Por ejemplo, en el Cine Mayo había funciones todos los días. El lunes era el día de la mujer entonces daban en continuado dos o tres películas: entrabas cuando querías y salías cuando querías; alguno se iba a las dos de la tarde y aprovechaba para dormir la siesta también. Después estaba el martes, dedicado al cine argentino; mientras de jueves a domingo daban dos películas por función: una de ellas, era un estreno. El cine más popular era el Mayo, después estaba el Sáenz Peña y acá cerca en Bavio y Courreges estaba el Cine Bavio; los más caté eran el Cine Rex y el Select. El Teatro (3 de Febrero) también daba cine”.
Sin embargo, hacia la mitad de los ’60 en adelante, los cines comenzaron a diferenciarse por los contenidos y géneros de los filmes que proyectaban, y mayoritariamente eran poblados por la clase media que unificó los matices. Ya no había territorios vedados. El Rex se aggiornó en ese tiempo de transformación pero no resignó un rasgo distintivo de sus comienzos: tenía los mejores y exclusivos estrenos, títulos provocativos, sensacionales, tanto internacionales como nacionales.
Rituales de familia
Desde el ’38 el Cine Rex definitivamente asistió a la era del sonido y los colores, y en esa versión, todas las novedades de la industria. Abría la etapa de los espacios modernos en el rubro. Y era como un sueño cumplido. A punto tal que en la década del ´50 y hasta la primera mitad de los ´60 en algunas familias de clase media, el regalo de cumpleaños de 15 de una chica era asistir a un gran estreno del Rex la noche de la fiesta familiar o en días próximos a la fecha del cumple. Acompañada por sus padres, con el mejor atuendo formal, una ceremonia especial, ver la película y luego ir a comer a un lugar del centro; porque asistir al cine era algo muy importante en las distintas etapas de la vida de una persona, sobre todo joven. Era habilitarla a los sueños…
El Cine Rex en los años ´50 y ´60 (Gentileza Archivo El Diario)
Los ’70, una época de oro
Si examinamos los estrenos en cada una de las décadas del Rex, encontraremos los principales títulos que marcaron historia. A manera de ejemplo y sin orden cronológico, basta enumerar algunos filmes que se presentaron como lanzamiento a los paranaenses:
Papillon, con Steve McQueen y Dustin Hoffman (marzo de 1974); César y Rosalie, con Yves Montand (marzo de 1974) ; Atrapado sin salida, con Jack Nicholson (abril de 1977); Aeropuerto 1975, con Charlton Heston (marzo de 1975); Tiburón, con Robert Shaw (abril de 1977); Taxi Driver, con Robert De Niro (abril de 1977); El golpe, con Paul Newman (julio de 1974); Yo te amo Nathalie, con Alain Delon (agosto de 1975); La Raulito, con Marilina Ross (septiembre de 1975); King Kong, con Jeff Bridges (agosto de 1977); Sérpico, con Al Pacino (abril de 1974); 007: Vivir y dejar morir, con Roger Moore (octubre de 1973); y la lista podría continuar. En esta década predominaban los títulos internacionales porque el cine nacional se pasaba casi todo en el Select, que era del mismo dueño en ese entonces. Lo que demuestra la importancia del fenómeno que produjo La Raulito, que generó la excepción de la regla.
Contratapa del programa que anuncia el estreno de Taxi Driver. (Archivo del autor)
Contra viento y marea
En los complicados años ´90 del siglo XX, para hacerle frente al aventajado competidor que era el complejo Cinemark en Santa Fe, subdividió su sala y la convirtió en microcines e incorporó el 3D, lo que dio sus resultados: el público volvió a tener preferencia por ver los estrenos en su propia ciudad y no cruzar el túnel subfluvial. Este relanzamiento le dio oxígeno por varios años. Y más tarde propició un espacio para la experiencia del Cine Club de la mano de Relámpago Verde con varias temporadas y funciones con la presencia de sus propios realizadores, directores, y actores para interesantes debates luego de la proyección.
En el 2005 debieron cerrar por la tragedia de Cromañón que puso la lupa en las condiciones que debían reunir los lugares con asistencia masiva de público. Sin dejar de trabajar, lograron mejorar las condiciones de seguridad requeridas y reabrir en 2006, siendo uno de los lugares que las familias y amigos elegían para mirar las novedades.
Interior del programa que anuncia la proyección de Tiburón (Archivo de Claudio Cañete)
Un estreno polémico
En la historia del cine mundial, el film El gran dictador, escrita y dirigida por Charles Chaplin ocupa un lugar importante. Fue estrenada en Estados Unidos el 15 de octubre de 1940, en Nueva York. Pero en ciertos contextos también generó molestias a los sectores de poder. Y por ejemplo, a causa de la censura del franquismo en España recién se pudo estrenar el 30 de abril de 1976. Como la película ataca abiertamente a los regímenes totalitarios, en Alemania por su parte recién se la pudo ver en 1958.
En la Argentina, gobernada por el presidente Roberto Ortiz, el estreno también fue una cosa problemática, ya que tanto la embajada de Alemania como la de Italia presionaban para que no se realizara tal presentación. El gobierno nacional accedió al pedido como una forma de mantener las buenas relaciones diplomáticas y su neutralidad en la Segunda Guerra Mundial que hacía pocos meses había comenzado.
La ciudad de Paraná, tuvo el privilegio de ser la única metrópoli del país donde se estrenó en tiempo y forma el film de Chaplin, sin cortes y con un éxito de recaudación que determinó un precedente. El público marcó la tendencia, independientemente de que la prensa paranaense la denostó con sus críticas, que por su parte fueron tomadas como referencia por el periodismo de las demás provincias y Buenos Aires.
El hecho tan singular se produjo porque tanto el gobierno provincial como el municipal, alineado en el radicalismo antipersonalista, no se encolumnó a la decisión del gobierno nacional, amparándose en lo que legítimamente estipula la democracia: libertad de expresión. Aunque hay que aclarar que en la década del ´30 como esta parte del ´40, la provincia no fue intervenida porque el radicalismo entrerriano en el gobierno, no adhería a Hipólito Yrigoyen. Así es que tanto la dictadura del general José Félix Uriburu en septiembre de 1930, como por los gobiernos antipopulares de la denominada Década Infame, no avanzaron sobre Entre Ríos con una intervención Federal. Lo cierto es que esta realidad política posibilitó aquel singular suceso del estreno del film.
Chaplin realiza en su segundo largometraje sonoro una sátira agria de Hitler; es una sátira del fascismo, y en particular de su Nacionalsocialismo. La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1º de septiembre de 1939 y el rodaje se inició el 9 de septiembre de ese mismo año en un gran hermetismo por las presiones que estaba recibiendo de la embajada alemana y de su productora United Artist, que había recibido amenazas de boicot. La política estadounidense era neutral en ese entonces y se «desalentaban» producciones antihitlerianas. Pese a esto y a que las críticas de la prensa fueron negativas en particular con su discurso final, fue la película que más recaudó de las que realizó. Por esta película y por sus ideas sería perseguido por el Comité de Actividades Antiestadounidenses, teniendo luego que exiliarse de Estados Unidos. Chaplin interpreta en la película a dos personajes, al barbero judío y al propio Astolfo Hynkel, dictador de Tomania. La película no se estrenaría en Alemania hasta 1958, aunque paradójicamente esta era una de las películas predilectas que tenía Hitler en su cine particular, y obtuvo sus mayores éxitos después de 1945. Al conocer años después, el horror de los campos de exterminio, Chaplin afirmó que no hubiera realizado la película de saberlo, aunque muestra gran intuición sobre el tema al realizarla, con una fuerte carga de moralidad y llena de parodias y críticas hacia un sistema político tan fuerte como era el nacionalsocialismo. Chaplin al final de la película sorprende con un manifiesto tremendamente emotivo donde expone el horror de la guerra y lo terrible que es para las personas estar sometidas bajo la figura de un dictador. En el film también son parodiados y ridiculizados el mariscal Hermann Göring, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, y el líder italiano Benito Mussolini (a través de Benzino Napaloni, dictador de Bacteria).
La función histórica en el Cine Rex
La película en Paraná fue estrenada el domingo 30 de enero de 1941, en el Cine Rex, tan solo casi tres meses después de la presentación en Estados Unidos. El país tenía los ojos puestos en la capital entrerriana y en las inmediatas repercusiones que seguramente se darían de este estreno nacional que sorprendentemente, esta vez, no se daba en Buenos Aires como ocurría siempre.
Ya el 24 de enero de 1941 el intendente de Paraná, Enrique Acebal, cuando anunció que había autorizado la proyección, desde Capital Federal se amenazaba con que se impediría tal cosa. Sin embargo, las declaraciones del Ministro del Interior, Diógenes Taboada se limitó a expresar que «eso no era asunto de su jurisdicción». Por su parte, el vicepresidente Ramón Castillo hasta lo último alimentó la posibilidad de prohibirla para evitar algún reclamo más serio por parte de las embajadas de Alemania y de Italia. Finalmente el estreno se llevó a cabo, en un marco de gran expectativa e interés por ver la tan comentada película, centro de presiones y censuras.
En el Rex se lo daba en distintos horarios con un precio de platea a 2.50 pesos de aquel entonces. Y también se proyectaba en el Cine Select: «Un nuevo esfuerzo de la empresa ECA encaminado a brindar al público de Paraná la oportunidad de ver y juzgar, por impresión directa, la película más sensacional de los últimos tiempos», dice el aviso de El Diario, que además anunciaba en su segunda semana una rebaja de la entrada a 1.50. En los dos cines se la llegó a proyectar en cuatro horarios por día, a las 17, a las 18.45 y a las 21.45 (Select) y a las 22 (Rex). Se la proyectó hasta casi el 20 de febrero, siempre a sala llena. El público la aplaudió pero la prensa la crucificó. «Paraná ha visto El gran dictador, y ha comprobado que ha sido excesiva la expectativa creada en su torno (sic), ya que no está a tono con sus genuinos y legítimos merecimientos. Por eso el público, en su gran mayoría, confiesa su impresión de decepcionante indiferencia. El gran dictador no es la obra cumbre que se creía”, opina El Diario el 1º de febrero de ese año. Que dice además que al final los embajadores alemanes e italiano con sus reclamos fueron los que terminaron propagandeando algo que no tenía nivel. «Estimamos que la obra es una producción inferior a Tiempos Modernos y Luces de la ciudad», agregaba el matutino. Y se jacta en su edición del 5 de febrero que la prensa del resto del país haya tomado como termómetro la crítica del periodismo entrerriano. El tiempo, la anticipación de los años que vendrían, le dieron la razón a Chaplin. Y la pobreza estética y artística que tuvo la película en su momento quizá, hoy es un ícono de la sátira del Siglo XX y de la historia grande del denominado séptimo arte. El gran dictador guarda una curiosa anécdota: fue filmada en blanco y negro, pero todo el backstage fue registrado en colores. En donde se puede ver al propio Chaplin dirigiendo la película desde una grúa, mientras está vestido de Astolfo Hynkel; una filmación outsider (por fuera de lo comercial) que realmente se convirtió en una película de culto.
Mientras el público paranaense le dijo sí a la película de Chaplin, la política y la prensa argentina estaban más del lado de la censura. (Archivo de Claudio Cañete)
Epílogo: Lo que el viento se llevó
Después del anuncio del jueves 30 de septiembre pasado, los días subsiguientes se podía observar personal del cine, desmantelando las instalaciones. Quien escribe esta nota desde la vereda de enfrente pudo observar la escena una de esas mañanas, justo estaban por irse, llevaban algunos rollos de afiches y charlaban mientras cerraban la puerta. Saqué unas fotos del frente bajo el sol del mediodía. Y luego me acerqué un poco más para tomar la imagen final de la cartelera del Rex, el testimonio de lo último que proyectó luego de ocho décadas. Esta vez mirando con la cara pegada al vidrio, sólo se podía observar un espacio vacío y la silueta sin pintura en las paredes que quedan de muebles que ya están ausentes. Esta vez no era una película de ciencia ficción, era la cruel realidad, el vacío que dejaba un interrogante inconcluso: qué pasará cuando dentro de poco, saquen también los afiches de la vidriera y el resto de los carteles, y el Rex quede despojado de las últimas insignias de su esencia. Ese día muy próximo, el interrogante será saber a dónde se marcharán los mundos de fantasía, los sueños, las maravillas, las lágrimas de emoción, las manos tomadas secretamente en la oscuridad, las miradas sorprendidas en la penumbra iluminadas por la pantalla incesante.
¿Si los cines tienen alma, a dónde se irá la del Rex?
(*) Autor del libro Fotogramas. Historia de los Cines en Paraná. Públicos, salas y películas como marca cultural del Siglo XX. Editorial Fundación La Hendija, Paraná, julio de 2017.
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