Un policial a corazón abierto

TEXTO FRANCO GIORDA

FOTOGRAFÍAS LUCRECIA RICCIARDI – MAXIMILIANO CONFORTI

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La novela Pobres corazones de Melina Torres transcurre a lo largo de dos semanas de un crudo invierno en la vida de Silvana Aguirre, una inspectora de la división Criminalística de la Policía de Santa Fe que tiene su campo de acción en la contemporánea y convulsionada Rosario.

La claridad y precisión con la que son delineados los rasgos de la personalidad de la protagonista hacen que parezca más real que muchas personas de carne y hueso. Quien la conozca a través de la ficción puede fantasear con cruzársela en la calle en cualquier momento. Es una mujer valiente y de fuerte carácter, bordeando lo grosero, que se desempeña, y se hace respetar, en un ambiente patriarcal y terrorífico. Cuenta con un ladero de oro: Ulises Herrara, su asistente con quien mantiene constantes contrapuntos por cualquier pavada; las diferencias entre sus gustos y modos de vivir son tan grandes como el afecto que se tienen.

A lo largo de la narración, la dupla se enfrenta a dos casos muy complejos en el que se mezcla la violencia de género, el narcotráfico y el crimen con sello mafioso. Las investigaciones que llevan adelante se desarrollan en un laberinto lleno de trampas que tiende tanto el hampa como la propia fuerza a la que pertenecen. Al mismo tiempo, el poder político especula con sacar réditos o delegar responsabilidades según cómo se den los resultados de las pesquisas.

En este mundo sórdido, dominado por la violencia, la manipulación, las mentiras y el egoísmo, sin embargo, no deja de haber lugar para sentimientos humanitarios como la solidaridad, la piedad, la memoria, el humor y la honestidad. De este modo, a pesar del horror, sobrevive un halo de esperanza y optimismo.

 

 

Rosario (mencionada también como la Chicago o la Medellín de Argentina y como Ciudad Gótica) es asimismo un personaje central de la historia con sus profundas desigualdades, violencias, villas, edificios mega lujosos, el río, el fútbol, las avenidas, la arquitectura, los bares, pizzerías, bodegones, panaderías y reductos nocturnos.

El texto cuenta con expresiones plásticas que permiten trazar tanto el perfil de los protagonistas como los lugares por donde se mueven y las acciones que llevan adelante. A su vez, la construcción literaria del habla de quienes intervienen en la historia se destaca por su soltura y espontaneidad. Otra característica es que la música está muy presente en el ambiente. Esa banda sonora puede escucharse en la siguiente lista, armada por la propia Melina Torres. Cabe destacar, además, un detalle: la verosimilitud con la que está planteada la comunicación y el entendimiento de Silvana Aguirre con un perro.

La creadora de esta ficción nació en 1976 en Santa Fe y vive en Rosario. Es comunicadora social, colabora en diferentes medios periodísticos, es productora de documentales y asesora sobre contenidos audiovisuales. En 2016 publicó Ninfas de otro mundo (Iván Rosado) donde dio a luz al personaje de Silvana Aguirre. Con la actual continuación se consolida el potencial de la creación.

La obra Pobres Corazones fue editada en agosto de este año por Penguin Random House y ha recibido elogios de la crítica y de pares como Claudia Piñeyro. Además, forma parte un lote de autoras y autores como Mariana Enriquez, Osvaldo Aguirre o Samanta Schweblin adaptados por el escritor paranaense Ricardo Romero para el podcast de cuentos policiales y fantásticos Nadie es inocente al cual le ponen voz actrices y actores de importante trayectoria. Esta producción se encuentra disponible, junto a una entrevista realizada en la Biblioteca Nacional por Ricardo Ragendorfer, en la plataforma Cont.ar.

Melina Torres conversará sobre su reciente publicación el domingo 21 de noviembre a las 21:30 en la Feria del Libro Paraná lee que tendrá lugar en la escuela del Centenario, presentada por Gonzalo Heredia. A continuación, el diálogo mantenido con 170 Escalones a pocos días de su arribo a la ciudad.

 

 

¿Cómo surgió el personaje principal, Silvana Aguirre?

El personaje de Silvana Aguirre llegó cuando estaba haciendo un taller con Maxi Tomas que también va a estar en la Feria del libro de Paraná. Silvana Aguirre se me apareció de la nada, en ese no saber qué es escribir, en esa bruma que hay al principio, ella llegó de una forma tan clara, tan rotunda (malhablada, lesbiana y futbolera) que siento que nos conocemos de otra vida y estábamos destinadas a encontrarnos así, quizás de esta manera extraña, pero nuestra.  Pobres corazones es el segundo libro que la lleva como personaje. La presentación en sociedad de la dupla de policías Aguirre y Herrera fue con Ninfas de otro mundo, editado en 2016 por Iván Rosado.

 

¿Cuáles fueron tus fuentes para recrear el ámbito policial y criminal en el que se desempeña la protagonista?

Con respecto a cuestiones muy puntuales, tengo amigas y amigos periodistas que viven el diario de la crónica policial, tanto en redacciones como en canales de televisión local y esas serían mis fuentes, que no sé si llamarlas exactamente así. Son a quienes les consulto cosas que muchas veces parece que no tienen ni ton ni son porque no pregunto a grandes rasgos, sino pequeños detalles, que es con lo que puedo largar a escribirme, porque la literatura es eso, el gusto por el detalle.

 

¿Cómo fue el proceso de construcción del habla de los personajes?

En los decires de los personajes y los diálogos trato de poner una voluntad enorme porque estoy convencida que en el habla habita un mundo. Por eso trato, como cita la poeta paranaense Belén Zavallo, de la que estoy enamorada, de «hundir la estaca que es la lengua en el horizonte más cercano». Por lo general, de los personajes me llegan sus voces y una vez que los escucho los comienzo a demarcar. Los dejo hablar porque en el diálogo es como que me trazan un universo, sus universos. Hay un léxico propio de cada región y en ese sentido me gusta tomarme el tiempo para deshilvanar ese latir, o para encontrar esos tesoros. 

 

Podría considerarse que la novela tiene imágenes cinematográficas ¿miraste películas al momento de la escritura?

Hasta antes de la pandemia iba una vez a la semana al cine, era como un espacio de mucha liberación. Un espacio de catarsis. Lloro como una condenada o me rio como una gansa.  La última película policial que recuerdo ver en pantalla grande mientras estaba escribiendo es La gomera. La recuerdo porque en la peli los del hampa se comunicaban silbando como pájaros.  Es un lenguaje que existe en esa isla de Canarias (La Gomera) y a mí me gustó que el director pudiera tomar esa particularidad tan local. Robo a mano armada de algunos gestos. Durante el momento álgido de escritura de Pobres Corazones, ya estábamos en cuarentena, no se podía ni soñar con ir al cine y acá en mi casa no vi muchas películas porque eran varias horas sentadas, diez ponele, frente a una computadora, y salía de ahí con la cabeza y las lumbares medio en la mano. Sí recuerdo ver y prestarle atención a Bucarao, un western de ciencia ficción brasilero. Me gustan esas películas que hablan de lugares chicos perdidos en la agonía del mapamundi. En ese tono también recuerdo otra serie que vi en pandemia Godless, un western con una mirada disruptiva por varios motivos; uno es que hay una apuesta a personajes femeninos fuertes. Es la historia de un pueblo gobernado y habitado casi completamente por mujeres porque la mayoría de sus habitantes masculinos murieron en una mina y otro punto a favor es el tiempo que se toma cada capítulo para el desarrollo de los personajes, eso me sirve mucho. Otra serie que Leo Oyola, con quien trabajé la novela, me recomendó es Perros de Berlín, porque hablaba de algo que yo necesitaba. Si alguien vio la serie y leyó mi libro no va a encontrar coincidencias lo adelanto desde ya. Si te digo que releí Morosoli, Uhart o Roa Bastos durante el armado de la novela tampoco vas a encontrar nada, pero a veces una lee el tono y se queda con eso. Con ese cierto aire. Lo de la cuestión de imágenes cinematográficas probablemente tenga que ver con que trabajé haciendo producción audiovisual, ese lenguaje me fascina: dónde apunta la cámara, qué ve, qué muestro, qué no. Me hago mi propia película con un presupuesto mucho menor (risas).

 

 

¿Cuál es la razón de que el título y los interludios refieran a letras de canciones?

El título del libro le pertenece a la magia de mi editora, yo tenía otros en mente, pero ahora no encuentro ninguno más indicado.

 

¿Escuchaste música para escribir?

No escucho música en el momento mismo de la escritura, pero apenas termino el día salgo con auriculares a caminar y es como un baño purificador que me doy. Por lo general me aparecen canciones después de escribir; es como meterle banda de sonido al texto. Eso me sirve para, al otro día, volver y agregarle un pulso. También hay cierta épica en la escucha de algunas canciones que me gusta recuperar; una señora como yo de cuarenta y cinco años no se olvida jamás de la primera vez que escuchó Domino dancing de Pet Shop Boys, puedo describir a la perfección ese soplo de felicidad, puedo decirte cómo estaba vestida y dónde me encontraba. Entonces esa magia que creo tiene la música se las hago sentir a los personajes. Hay uno por ejemplo que después de un recital de Vilma Palma siente por primera vez en dieciocho años que la vida es algo que puede valer la pena. Esa cosa gloriosa me encanta.

 

Si bien la narración es omnisciente, hay partes de lo que sabe o piensa la protagonista que no se develan hasta que ella misma se las dice a otro personaje ¿Cómo trabajaste esa dosificación de la información?

Es complicado porque la voz narradora está muy pegada a la voz del personaje, de Silvana Aguirre.  Es como una voz narradora muy tamizada, diría yo. La verdad que el cómo no lo sé, porque cuando escribo no tengo demasiados planes en la cabeza. Generalmente avanzo sin saber el final ni por dónde va a ir, simplemente acompaño. Mejor dicho, la acompaño a Aguirre. Por eso los pocos capítulos en los que ella no está, también son un respiro, tanto para mí, porque hay que aguantar el malhumor de Aguirre (risas) como para la trama. Y también funcionan con la idea que yo tengo de los personajes. La intención es que cada uno de los personajes (y la ciudad también entra en esta idea de un personaje más) tenga su momento de primer plano, pueda contar, aunque sea en tres líneas, cuál fue su aleluia o su infierno. Me suma mucho trabajar en modo de clínica el texto. En esta aventura me acompañaron Leo Oyola, Juan Maisonave y Fernanda Mainelli. Eran quienes leían el material en caliente, entonces cuando me iba de la jugada me la marcaban enseguida.  También creo que sucede que cuando una está tan metida en un texto hay algunas cosas que las resolvés de manera intuitiva. Yo confío mucho en la intuición, en la capacidad de escucha de la verdad del texto, de sus voces, hay algo que está ahí latiendo y una solo tiene que tener la paciencia, la terquedad y la tenacidad para escuchar.

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