TEXTO PABLO RUSSO
FOTOGRAFÍAS GUSTAVO CABRAL / RUBÉN DIGILIO
El fotorreportero Rubén Digilio repasó sus treinta años de profesión en una charla abierta en el auditorio Rodolfo Walsh de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER. Fue el jueves 7 de abril por la tarde, ante una importante concurrencia, como introducción a un taller que realizó entre el viernes y sábado en Paraná.
«De la fotografía analógica a la fotografía digital» fue el título del encuentro organizado por los fotógrafos Gustavo Cabral, Mauricio Garín y Cristian Portela, quienes iniciaron de esta manera un ciclo de talleres en la capital entrerriana.
Luego de la bienvenida de Alejandro Ramírez, vicedecano de la FCEDU, y de Portela, se apagaron las luces para concentrar las miradas en las proyecciones de imágenes acompañadas de los comentarios de su autor, quien por estos días también expone la muestra «En mis ojos, Malvinas», en el Museo de la Casa de Gobierno.
Digilio aseguró que, en su oficio, lo mueve la pasión y que volvería a hacer lo mismo que hizo hasta ahora, aunque el fotoperiodismo no pasa, en la actualidad, por un buen momento. Compartió sus primeros pasos, cuando trabajaba como dibujante industrial en su primera década laboral (se formó como técnico mecánico) y cuando mantenerse con un comercio le permitía hacer escapadas para sacar fotos. «Nunca pensé en vivir de la fotografía», confesó; fue uno de sus profesores que lo empujó a dejar el negocio y «terminar viviendo de la manera que más me gusta».
Digilio cree que la suerte cuenta, pero que hay que salir a buscarla. Mientras recorría su trabajo desde los días de rollo en blanco y negro desde las revistas Los Periodistas, Página 30 y Panorama (1992, sus primeros trabajos pagos), pasando por Revista La Nación (1994 a 1997) y Viva (1998 a 2018), el fotógrafo iba dejando pistas de su modo de actuar. Sostuvo, por ejemplo, que el diálogo es fundamental, comunicarse con la gente, que una buena foto no se logra únicamente con manejo técnico, sino que hay un 50 y 50.
Otro de sus modos de hacer tiene que ver con no corregir continuamente -como es habitual en la era digital- y dejar pasar errores. «A partir de un relato que uno escucha, uno puede construir la idea de la foto en su cabeza, luego puede funcionar o no», dijo Rubén y agregó que «hay que estar atentos, todo el tiempo en guardia, pero bien; yo no me relajo cuando hago fotos». El reportero gráfico tiene que saber hacer de todo, indicó: actualidad, moda, entrevistas, personajes.
En esta trayectoria se pasó por la famosa fotografía al Mauricio Macri «Pinocho», de 2014, cuando el ex presidente aún era jefe de gobierno porteño. Su autor contó que ya lo había fotografiado en tres oportunidades y que siempre lo había tratado muy mal (en términos profesionales, no le había concedido el tiempo necesario para lograr buenas tomas). Ese era el cuarto encuentro en sus vidas, y habría un quinto, una vez Macri asumiera de presidente. «Opino con la luz. Me fui con la idea en la cabeza: poner un flash, buscar una pared blanca y luego buscar una alternativa porque Clarín no iba a publicar esta», remarcó. «Quería una pared uniforme blanca con un flash de costado para que se reproduzca la sombra entera. Probé la luz, cuando vino Macri apurado y vi que se movía y se proyectaba la nariz… ya está. No hice más de diez fotos. Pero tenía que sacar más, me iban a echar antes del diario si no llevaba otra, así que hice unas contra la ventana, la foto típica donde él sale riéndose», recordó. «Puse mi granito de arena, un poquito colaboré, para que (Macri) no volviera a ser presidente», remató sobre la imagen que se hizo viral.
Digilio habló de «pintar con la luz» cuando los espacios son oscuros. Compartió experiencias que le resultaron asombrosas y otras frustrantes. «Lo importante sigue siendo la mirada del fotoperiodista, ya sea con una cámara fotográfica analógica, digital o celular», fue el mensaje con el que cerró su exposición.
Cuando se abrió el tiempo de las preguntas, el público consultó temas técnicos y otros vinculados a sus experiencias, sus búsquedas, sus conceptos y lenguaje. «Creo que puse mi estilo, me puedo repetir o no», comentó Digilio desde el escenario y volvió a resaltar que hay te tener empatía con el entrevistado para que la foto tenga impacto: «Cuando hago una foto le pongo toda la energía, pongo todo. Hablo con los entrevistados, voy al archivo o al Google. Estar en una nota y no saber a quién fotografiar es un papelón. Además, conocer al entrevistado sirve para pensar algo, ir con una idea en la cabeza, imaginar la foto antes de ir. Tal vez en el lugar cambia la idea porque sorprende otra cosa».
«A veces haces una foto para llevarlo a otra, como el periodista que hace una pregunta que lleva a otras. Siempre hay que tratar de hacer la mejor foto y poner las mismas ganas si se trata del presidente o de cualquier persona», concluyó.