Stella Maris, pescadora del Paraná

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

 

 

Es domingo de juntada en la isla El Letrero que pertenece a la comunidad moqoit (mocoví) So Icolaq (Águila Viajera). Stella Maris Verón, la mujer del cacique Carao, recibe y atiende a las visitas con su hospitalidad característica. Como el resto de la familia anfitriona, reparte empanadas, vigila el asado y calienta agua para el mate desde la costa santafecina, con la barranca de la Toma Vieja de fondo.

Stella Maris nació en las islas del Paraná y el río es su medio de vida; además, para el pueblo al que pertenece, es el lugar en el que viven sus ancestros y fuente de purificación. Los días de esta mujer de 59 años están ligados a este curso de agua siempre en disputa, siempre cambiante. El río nunca es el mismo, diría Heráclito y parafrasearía Haroldo Conti. Stella Maris lo sabe, tal vez mejor que ninguno.

 

 

¿Por qué es pescadora?

Por mi papá debe ser, porque él fue pescador y me enseñó de chica.

 

¿Cómo se llama su papá?

Se llamaba Eladio Verón, ya falleció hace años.

 

¿Vivían en la costa?

En las islas, pero frente a Santa Elena, ahí nací.

 

¿Cómo llegaron hasta acá?

En canoa, con todos nosotros arriba, siete hermanos. Vino buscando trabajo.

 

¿A dónde fueron a parar?

Acá a la Toma Nueva. Ahí armó rancho y ahí quedó. Después entró en la Municipalidad, pero igual siguió pescando. Y nosotros nos criamos todos en la costa.

 

¿Pudo ir a la escuela?

Sí, tengo séptimo grado aprobado.

 

Y por la costa y el río fue que se conocieron con (Hermenegildo) Romero (Carao, el cacique) …

Ahí ya empezamos a andar en las islas, juntos, y seguimos hasta ahora. 41 años hace.

 

 

¿Cómo pesca?

Pesco con red, con línea, con lo que venga.

 

¿Sale en bote?

Sí, yo sola nomás. De mañana temprano. Me levanto a las seis, seis y media, tomo mate y a las siete ya salgo.

 

¿Con los mates en la canoa?

No, en la canoa va el cuchillo nomás. La red la tengo tirada, la dejo del día anterior y voy a recoger de mañana y de tarde otra vez. Ese es el trabajo. Ahora tengo que arreglar la malla, porque está lleno de palometas que la arruinan, te comen todo. La levanté para arreglarla.

 

¿La arregla usted?

Sí, con hilo. Mi papá me enseñó. De chica aprendí todo.

 

¿Por dónde tira?

Ahora estoy tirando por el remanso de la Toma, ahí debajo de la Toma Vieja.

 

¿Por qué ese lugar?

Porque es el mejor. El más hondo. Ahí pescaba mi papá, ahí nos enseñó y quedé yo nomás. Mis hermanos fueron dejando cuando consiguieron trabajo, yo hasta ahora sigo.

 

A usted todos los pescadores la conocen. ¿No hay más mujeres en el río?

Había una señora, por Bajada Grande, pero no debe estar saliendo tanto ya.

 

¿Qué hace con el pescado?

Lo vendo yo nomás. Vendo ahí en la casita de la Toma, abajo. Me llaman por teléfono. A todo Paraná le vendo. Lo van a buscar. Es pescado fresco.

 

¿Qué pescado le gusta más a usted?

¿Comer? El sábalo. Asado o frito. Yo me crie con sábalo. El dorado es más fino.

 

¿Ve cambiado al río?

Sí, impresionante como cambió. Sale menos pescado; hay más redes, más pescadores, más espineles. Pero sin el río no vive nadie.

 

¿Qué es lo que más le gusta de ser pescadora?

(Suspira, piensa) Y… todo.

 

Sin palabras que consigan describir ese vínculo intenso con su cotidiano, Stella Maris reemplaza el verbo por la sonrisa y el silencio ensimismado.

Al pasar su Julio Romero, la mujer se levanta de la reposera con asiento de piel de oveja para mostrar orgullosa el tatuaje del Gauchito Gil, negro con detalles rojos, que madre e hijo comparten en el brazo izquierdo.

 

 

 

 

 

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