Pildoritas de Quino

TEXTO E ILUSTRACIÓN MAXI SANGUINETTI

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Quino era el Lennon de esa trilogía santa del humor gráfico junto a Caloi y Fontanarrosa. Sólo que fue el último en irse. Uf, Quino. Por él me dediqué a dibujar. Nada original, la mayoría de los humoristas gráficos de la segunda mitad del SXX empezaron a hacerlo luego del impacto que les produjo Mafalda. En la escuela, mis compañeros me desafiaban: abrían al azar cualquier librito de Mafalda, me leían el comienzo de una tira y yo se la completaba de memoria cual si estuviera recitando el himno.
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Recuerdo recortar las páginas de humor unitario que salían en Clarín revista los domingos y estudiarlas durante horas. Como decía Rep: todas las máquinas que dibujaba Quino funcionaban. Uno veía sus dibujos, y esas máquinas funcionaban. No había un cable o una tuerca mal conectados.
Largas colas en el stand de Ediciones de la Flor, en la Feria del Libro. La primera vez que lo tuve adelante fui un solo temblor de emoción. Otra vez, ya más grande, nos hizo una dedicatoria para “La Teta Psicodélica”, el fanzine que sacábamos con Ramiro Muñoz, el Faca Vázquez, el Nico Mayor, Jaimo y otres.
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Me encantaba ver cómo en esas páginas en Clarín, los personajes se iban aggiornando: sus ropas eran modernas, usaban celulares. Mismo los autos, las calles. Quino no se quedaba replicando sus monitos, dibujándolos una y otra vez. Lo que tampoco quiso hacer con Mafalda. Cuando sintió que se empezaba a repetir, abandonó la tira. Su mirada acompañaba y escaneaba los signos de los tiempos. Mismo sus temáticas. Siempre rozando lo existencial y con un leve desencantamiento respecto al futuro. Una desconfianza permanente a los símbolos del sistema y su mundo material.
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 Cuando vino a Paraná, hace 11 años, a recibir el Honoris Causa que le dieron en Trabajo Social nos invitaron a varios humoristas a hacerle unos dibujos que se encuadernaron y que se le entregaron en forma de libro. En el grupo de WhatsApp de ACIDEZ Eva Cabrera envió  varias fotos de esa tarde. En una de ellas, que no había visto, se registra el momento en que me chanta un beso en el cachete. Como el papá de Mafalda cuando ella le hace lo mismo en una tira memorable, pienso ahora, no tendría que haberme afeitado ese costado por unos cuantos días…
Mi personaje preferido siempre fue Felipe. Aunque el lado más zurdo de Mafalda representado por Libertad -toda una alegoría como la Tortuga “Burocracia”- también me encantaba. Era más power. Se venían los 70s. Hija de traductores, separados, vivía en un departamento al que había que entrar con patines para no ensuciar al parquet. Símbolos por todos lados.
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Quino era sinónimo de libertad, y hacía humor social, político. Era la fuerza contra el lado oscuro. Eran las preguntas permanentes frente a la muerte de la costumbre. Al principio no entendía sentidos, pero el tufillo contestatario se transmitía igual. Y me encantaba. Y esa marca quedó.
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Quino es como el mate, o como Spinetta. Es intramuscular, ya está bajo nuestra piel. Tanto que a uno lo sorprende ese hecho terrenal de la muerte. Pero ya lo decían los budistas, la muerte es parte de la vida. Y su obra, claramente, se queda en la segunda. En la de todos nosotros. ¡Buen viaje, Maestro!

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