TEXTO FRANCO GIORDA
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Un episodio poco conocido de la historia de Hollywood es aquel protagonizado por cinco directores que fueron al frente a filmar la Segunda Guerra Mundial. John Ford, William Wyler, Frank Capra, George Stevens y John Huston asumieron cargos militares y se trasladaron con sus equipos a los escenarios de las batallas.
Produjeron documentales y ficción con el objetivo de mantener alta la moral de los que iban a matar y morir, como también del pueblo norteamericano que vivió el enfrentamiento a la distancia. En ese contexto, no solo echaron mano a su experiencia como realizadores de estudio, sino que innovaron en técnica y estructuras narrativas para dar forma al material de propaganda.
Este hecho es el tema de Five came back, una serie de tres capítulos de una hora cada uno que dirigió Laurent Bouzereau y que se puede ver en Netflix. La narración de esta producción está a cargo de Meryl Streep y cuenta con la participación de Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Guillermo del Toro, Paul Greengrass y Lawrence Kasdan. Los involucrados son la pauta de la calidad del proyecto.
El guión está basado en el libro del periodista Mark Harris. El archivo visual y sonoro rescatado es impactante. En perspectiva, las películas rodadas para la guerra se han convertido en el testimonio de la extraordinaria capacidad autodestructiva que tiene la humanidad.
La propuesta no esquiva las polémicas. Quienes hablan no tienen la misma apreciación del sentido de lo rodado por los cinco que fueron a filmar el conflicto armado al tiempo que este transcurría.
Del mismo modo, no omite las diferencias entre los realizadores. Quedan expuestos los orígenes, motivaciones, temperamentos, virtudes, miserias y talentos de los que decidieron hacer cine en un lugar y en un momento neurálgico de la historia. Sus principios iban desde el humanismo hasta el egocentrismo.
Tampoco se silencia la resistencia de la industria cinematográfica ante los riesgos comerciales que implicaba la aventura. A su vez, se da cuenta de la conflictividad con el Estado. Los contenidos y la llegada a las audiencias eran motivo de arduas negociaciones entre autoridades políticas, militares y directores. Estos últimos sabían cómo lidiar con los que tenían la última palabra dado su entrenamiento previo con los productores de las grandes compañías.
Hay constancia de que no todo funcionaba de acuerdo a lo esperado. El público muchas veces no fue receptivo. Los autores se dieron cuenta de que no podían hacerlo solos. Por lo tanto, apelaron a coproducciones con Gran Bretaña e incluso con la Unión Soviética para llevar adelante películas taquilleras.
A la par, los episodios plantean cuestiones tales como la construcción de los enemigos de Estados Unidos o los prejuicios que operaban al momento de retratar a los actores del conflicto. Así es que uno de los puntos que se aborda es la diferenciación que se marcaba entre el pueblo alemán, los jerarcas nazis y los japoneses.
En tiempos de negacionismo, la producción tiene un alto valor crítico e histórico. Reflexiona sobre los registros documentales, las puestas en escena y el tráfico de ficción por testimonio. Quedan sobre el tapete las decisiones morales que tomaron los directores al momento de filmar, componer un cuadro y montar.
Entre lo más impactante, se encuentra lo realizado por George Stevens. Él ingresó con su cámara, junto a los Aliados, al campo de concentración de Dachau. La experiencia lo traumatizó para siempre. Esas imágenes fueron parte de la evidencia utilizada durante los juicios de Nüerenberg. La sensación es escalofriante y la barbarie se actualiza ante los ojos contemporáneos.
La producción no deja fuera las bombas atómicas que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima y Nagasaki. El relato no se termina con el fin de la guerra. Hay un momento dedicado al regreso sin gloria. Después de haber estado en el infierno sigue la marginación, la depresión y las adicciones. Por ejemplo, los estudios no acogieron a los directores y estos debieron fundar una nueva firma para poder volver a filmar.
Lo que continuó fueron películas sobre las heridas y las neurosis postraumáticas. A su vez, en algunos casos, comenzaron a hacer películas diferentes a las que venían haciendo. Por ejemplo, George Stevens, que hasta la guerra se dedicaba a las comedias livianas, se abocó a dirigir obras como Algo por qué vivir y El diario de Ana Frank. Por su parte, Capra hizo ¡Qué bello es vivir!
Además de Five Came Back, Netflix ha puesto en línea varios de los films que se hicieron durante la guerra y que se mencionan a lo largo de las entregas. De este modo, también se pueden ver La batalla de Midway, de John Ford; Prelude to War, de Frank Capra; La batalla de Rusia, de Capra y Anatole Litvak; Know Your Enemies: Japan, de Capra y Joris Ivens; WWII: Report from the Aleutians y San Pietro, ambas de John Huston; The Memphis Belle, de William Wylder; Thunderbolt, de Wylder, y John Sturges y Nazi Concentration Camps, de Stevens.
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