TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Un club es una parte indisoluble de una comunidad, dice Jorge Bragulat en el prólogo de Los clubes como asociaciones civiles. Una mirada desde la Economía Social y Solidaria, compilación publicada por Eduntref en 2020. Allí sostiene que un club no es una economía basada en el capital sino en las personas, ya que cada asociado tendrá un voto independiente de los aportes que haya hecho, del trabajo voluntario que donó durante su vida social o la antigüedad que tenga. Para Bragulat, los clubes, de manera invisible, forman parte de un entramado socioeconómico que integra la Economía Social en el que deciden las personas por sobre el capital.
En esa misma publicación, Néstor Vicente describe la necesidad de democratizar el deporte para hacerlo inclusivo y no exclusivo: «El deporte es un hecho cultural y define fuertemente la identidad de los pueblos» indica Vicente, en aras de integrar la comunidad a las asociaciones civiles.
Por momentos, los objetivos fundacionales de muchos clubes argentinos se diluyen en la niebla de las necesidades económicas o las búsquedas de éxitos profesionales. Pero una pregunta regresa insistentemente ante cada crisis o desilusión gerencial ¿Para qué sirven los clubes? En el Atlético Echagüe Club, por ejemplo, se acercan nuevamente elecciones para la renovación de comisión directiva -Asamblea General Ordinaria del 6 de abril de 2024- y la novedad es que ha surgido una lista opositora a la conducción actual, que lleva 14 años al frente de la tradicional institución paranaense.
Esta grupalidad, denominada Sentimiento Azul y Negro, propone a Gustavo Piérola como candidato a presidente, a Cristina Juri como vicepresidenta primera y a Diego Scocco como vice segundo. Ellos encabezan un equipo de trabajo que subraya la importancia social del club. «Echagüe siempre fue familiar, abierto a las actividades y al barrio. Hoy está cerrado y todo es cuestión de números: si no pagás no podés hacer nada», comentó Piérola a 170 Escalones. El candidato fue gerente de Echagüe durante más de 30 años (durante dos etapas), además de deportista en varias disciplinas, y se jubiló hace un año. En 2018 publicó Sueños en la avenida oblicua. Historias del Atlético Echagüe Club. Gustavo es el socio vitalicio número 17 (su hermano Fernando, desaparecido por la última dictadura militar, es el 18) y toda su familia estuvo vinculada al club: el primer presidente fue un tío, hermano del padre, quien a su vez ocupó dos veces el cargo, y su hermano Álvaro también lo hizo en una oportunidad.
«Queremos volver a un club abierto a escuelas, a entidades, a las actividades sociales, a la cultura, a la solidaridad y a lo humano», afirmó Piérola y agregó «que el club vuelva a ser lo que tiene que ser un club: una organización de la comunidad para contener a la juventud, para que el deporte sea una escuela de vida, de formación de gente, de personas. Cosa que no está pasando hoy en muchos clubes». Revertir la falta de participación de la juventud en las posibilidades de dirigir un club es otra de las metas: «Echagüe y muchos otros se fundaron con gente de 18, 20 años. Queremos que la juventud se involucre, capacite, comprometa y entienda lo que es un club y su necesidad para la sociedad, no solo ir y practicar un deporte, sino buscar otros objetivos», señaló Piérola. La interacción con el barrio del que forma parte (la sede central está en 25 de mayo 555 y hay una sede en la zona del túnel subfluvial) es un punto en el que esta lista pretende profundizar: que la comisión vecinal pueda reunirse en Echagüe, que los hijos de pescadores de la zona de arenales puedan practicar deportes, y a la vez transformar ese espacio en un Plumazo o Tortuguitas con políticas de crecimiento.
En definitiva, agregar valor social al intercambio puro y simple de servicios en el que la masa societaria -que hoy ronda las dos mil personas, aunque llegó a superar las cinco mil en otra época- tenga otros motivos por los cuales acercarse: actividades, eventos sociales y familiares, así como trabajo mancomunado en mejorar las infraestructuras (como techar el playón).
En estos tiempos neoliberales imperantes que rompen lazos comunitarios los clubes tendrán, seguramente, una misión fundamental para que el tejido social vuelva a reconstruirse desde la contención de espacios solidarios, donde el deporte se ejerza como un derecho al juego y como un práctica humana cultural.
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