TEXTO ALEJO MAYOR
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Alguna vez, Lenin se refirió al Imperio zarista como una verdadera «cárcel de pueblos», dado la cantidad de nacionalidades, etnias y pueblos que eran oprimidas en aquel monstruoso régimen autocrático. Precisamente, en uno de esos territorios, en Ucrania, en tiempos del zar Alejandro II, nació en Melitopol (actualmente también ocupada por fuerzas rusas) Miguel Kipen en 1878. Fue en aquella ciudad del sudeste ucraniano donde cursó sus estudios primarios y secundarios.
A sus diecinueve años, en 1897, rindió con éxito el examen de ingreso al prestigioso Instituto Tecnológico de San Petersburgo, cuya admisión para estudiantes de origen judío se encontraba restringida, lo mismo que la residencia en la propia ciudad capital del Imperio Zarista ya en tiempos de Nicolás II (el último de los zares), cosa que debía estar debidamente justificada (por ejemplo, por la condición de estudiante). Más allá de sus intereses estrictamente educativos, las motivaciones del joven Kipen de trasladarse a la capital del Imperio tenían que ver con el deseo de vincularse con el intenso movimiento revolucionario que desarrollaba una vigorosa actividad que sacudía los cimientos de la autocracia. El saldo organizativo de este proceso de luchas es la conformación del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR) en 1898, al cual Kipen prontamente se unió. En las filas del POSDR, además de estudiar profusamente las obras de Karl Marx y Friedrich Engels, fue testigo del cisma producido en el partido entre la mayoría (bolcheviques) y la minoría (mencheviques), simpatizando con estos últimos. De hecho, en los debates producidos durante el II Congreso del Partido en 1903, Kipen se alineó con las posturas filosóficas de Gueorgui Plejanov y las posiciones de Yuli Martov en lo ateniente a la organización partidaria, en la vereda de enfrente de la posición leninista, desde la cual se les acusó de ser liquidadores de la organización partidaria. En el Instituto Científico Judío de Buenos Aires se encuentra una invitación de Plejanov (considerado el padre del marxismo ruso) dirigida al camarada Valery (seudónimo que usaba Kipen en aquel momento) para participar de aquellas importantes reuniones. Antes de ello, cursando su tercer año de estudios, su participación en una importante huelga de estudiantes determinó su expulsión de la casa de estudios petersburguesa.
Luego de aquel episodio se dirigió a Alemania, pero en un retorno de vacaciones a la «madre Rusia» fue detenido y confinado en los fríos y desolados calabozos de Siberia, de los cuales consiguió fugarse junto a otros tantos presos políticos. De allí se dirigió hacia el sur de Rusia, donde se dedicó exclusivamente a las tareas de organización de la clase obrera y el partido, ya como un revolucionario profesional. En la portuaria ciudad de Sebastopol, ubicada en la península de Crimea sobre las costas del Mar Negro, actuó junto a los marinos, entre los cuáles estallará luego (en el contexto de la primera Revolución Rusa de 1905) la famosa sublevación de los tripulantes del acorazado Potemkin, llevada a la eternidad por la célebre película dirigida por Serguei Eisenstein que se estrenó al cumplirse veinte años de los hechos.
La fuerte represión del régimen zarista posterior a los hechos revolucionarios de 1905, conocida como la «reacción Stolypiana» (tomada del nombre del ministro Piotr Stolypin), que desató una gran ola de persecución al movimiento socialista y más de mil muertos ahorcados por «la corbata de Stolypin» (como popularmente se llamaba a la soga de las ejecuciones), obligó a Kipen a emigrar en 1908. Tenía entonces 30 años. Esta vez, el destino fue Suiza, un país con una larga y conocida tradición de dar asilo político a revolucionarios perseguidos en sus países de origen. Episodios como ver a Lenin y Tristán Tzara, el fundador del movimiento artístico conocido como dadaísmo, jugando una partida ajedrez en las calles de Zurich (de hecho, el líder bolchevique vivía justo enfrente del Cabaret Voltaire donde se fundó el movimiento) eran habituales en la Suiza de aquellos años de la Gran Guerra. También allí residió durante los años de la primera guerra (1914-1918), en la ciudad de Ginebra, un joven argentino simpatizante de la revolución rusa de nombre Jorge Luis Borges. En esa misma ciudad y en esa particular atmosfera política y cultural Kipen ingresó en la Facultad de Derecho y se graduó de Doctor en Jurisprudencia en 1911, para volver a emigrar un año después, ya casado y con un hijo, antes del estallido de la primera conflagración mundial, con destino a una tierra completamente desconocida: la provincia de Entre Ríos, en el litoral de la República Argentina.
A los pagos de Entre Ríos de la mano de la Jewish
Kipen y familia arribaron al puerto de Buenos Aires en 1912, para dirigirse desde allí a Entre Ríos, radicándose en la Colonia Leven (actualmente Las Moscas) donde ya se encontraban asentados su cuñado Miguel Sajaroff junto a su familia y su padre Abraham Kipen, dedicándose a la agricultura. La Colonia Leven, en el límite de los departamentos Uruguay y Villaguay, había sido una de las colonias que se instalaron de la mano de la Jewish Colonization Association (JCA), organización internacional (con sede en París) fundada por el Barón von Hirsch que relocalizó emigrados judíos que escapaban de los progroms (ataques súbitos, violentos y destructivos a las poblaciones judías) en colonias agrícolas por todo el mundo. Muchos de estos miembros de un pueblo sin Estado, huyendo de persecuciones en una permanente diáspora, encontraron en Entre Ríos, al decir del escritor Alberto Gerchunoff, su país. El ingeniero agrónomo Miguel Sajaroff, originario de Crimea, había llegado a la Colonia Leven hacía unos quince años, junto a su esposa Olga Kipen (hermana de Miguel), y fue pionero del cooperativismo judío en Entre Ríos. Impulsado por su cuñado el médico Noé Yarchó (director del Hospital de Villa Clara) e inspirado por el ideal utópico campesino del escritor León Tolstoi, fue renuente a la vinculación del movimiento cooperativo con la política partidaria y organizó la Fraternidad Agraria, una entidad que agrupaba a las cooperativas de las colonias judías de la JCA en la provincia. En el departamento de Villaguay, centro neurálgico de las colonias judías, se había creado en 1904 una cooperativa emblemática: “El Fondo Comunal” (una de las primeras de país), en la localidad de Villa Domínguez. Cuatro años después la cooperativa se independizó de la JCA, reemplazando en su dirección Sajaroff al funcionario de la organización internacional Adolfo Leibovich.
Ni bien se asentó en el nuevo territorio, Kipen se vinculó al Partido Socialista Argentino (a la sazón el único partido inspirado por las ideas marxistas en el país) y pasó a militar activamente en el mismo, al igual que otros emigrados desde el imperio zarista de origen ucraniano como José Akzentzoff (radicado en Domínguez y empleado del Fondo Comunal) o Julio Serebrinsky, en Concordia (donde al día hoy la Biblioteca de la Cooperativa Eléctrica lleva su nombre). En Domínguez, además, se encontraba residiendo el doctor Adolfo Rubinstein, militante del Partido, y Marcos Wortman, fundador de la revista El Campo con la que Kipen colaboró como redactor. También prestó su pluma para el órgano de prensa oficial del PS, La Vanguardia, El Socialista (de Concordia), La Cooperación (Rosario) y Di Presse (diario en yiddish fundado en 1918 por una cooperativa de trabajadores gráficos judíos). En un perfil aparecido en un libro en conmemoración por el medio siglo del Fondo Comunal, se sostiene que Kipen estimó en sumo grado Teoría y práctica de la historia de Juan B. Justo, principal referente y líder del Partido Socialista, quién además había acometido la titánica tarea de traducir El Capital de Marx al español por vez primera. Con otro histórico dirigente socialista, Enrique Dickmann, que era por entonces diputado nacional, Kipen mantuvo una polémica durante sus años de militancia socialista. De Dickmann, que habiendo nacido en Letonia pasó su infancia en Villa Clara, dejando una semblanza de sus días en las colonias judías entrerrianas en sus memorias tituladas Recuerdos de un militante socialista, dijo que era un socialista superficial y criticó su obra sobre el sufragio universal, considerándola simplista y pueril.
Si bien el socialismo argentino se planteaba tres tareas fundamentales, a saber: construir un sindicalismo proletario, participar en las legislaturas en pos de obtener reformas y derechos favorables para los obreros y crear cooperativas (fundamentalmente de consumo), fue en este último plano donde Kipen concentraría más sus esfuerzos. Fue el primer director de redacción del Colonist Cooperator (El Colono Cooperador), la más importante publicación de la colonización judeo-argentina que empezó a editarse en yiddish en 1917, para luego pasar a ser bilingüe (recién entrada la década del ’50 se va a editar principalmente en castellano). La dirigió durante sus primeros 25 números, hasta diciembre de 1919. Participó del 1º Congreso Argentino de la Cooperación y presidió la Federación Entrerriana de Cooperativas Agrícolas, dada a la tarea no solo de dar créditos y vender en los tiempos de mejores precios sino de defender los intereses del sector ante el Estado. En esta militancia de Kipen se entroncó la tradición del cooperativismo judío con la tarea cooperativista de los socialistas. A diferencia de los tintes apolíticos y místico-religiosos de un Sajaroff, su cooperativismo se vinculaba estrechamente a un partido político y uno como el socialista que reconocía la división de la sociedad en clases. Además de una particular pasión por las matemáticas, Kipen seguramente echó mano a conocimientos adquiridos en sus años del Instituto Tecnológico petersburgués a la hora de la innovación tecnológica cuando se dio a la construcción de una red de elevadores de granos.
Villaguay trágica
En enero de 1919 se desencadenó en los talleres de Vasena, en el sur de la ciudad de Buenos Aires, la huelga general con características insurreccionales que, dado a la intensa represión anti obrera que se cobró innumerable cantidad de víctimas, pasó a la historia como La semana trágica. En el barrio del Once se produjeron razzias y progroms, llevados a cabo por una fuerza para-militar que pronto se haría conocer como la Liga Patriótica con particular ensañamiento hacia los vecinos de origen judío, ensamblando antiobrerismo con antisemitismo. Incluso un miembro de la colectividad y compañero de redacción de Kipen en Di Presse, Pinie Wald (obrero judío que en Europa militó en el Bund y en Argentina se organizó en Avangard, vinculada al Partido Socialista) fue acusado de presidir el Soviet de Buenos Aires. Estos hechos tuvieron su eco provinciano, dos años después, en el día del comienzo del carnaval de 1921 en Villaguay.
Todo se inició cuando Akzentzoff, obrero del Fondo Comunal y fundador del primer sindicato de Oficios Varios de Domínguez, y otros miembros del gremio, fueron brutalmente golpeados en Villa Domínguez por un conflicto con unos dueños de unas trilladoras que pretendían que su cereal sea descargado por obreros no federados (es decir, no sindicalizados). A raíz de este altercado, fueron detenidos y conducidos a la comisaría de Villaguay. Según le dictan los recuerdos al vecino Justo José Miranda en su Villaguay, mi pueblo, fueron Kipen y Wortman quienes organizaron un meeting para pedir su inmediata liberación en la plaza principal de la capital departamental. La manifestación, en la que participaron obreros y militantes socialistas de toda la provincia, terminó en una balacera debido a la irrupción de la Liga Patriótica. Los tiros, que comenzaron en pleno discurso de un orador obrero, se cobraron algunas víctimas. La más trágica, un bebé que era amamantado en un banco de la plaza y segundos después yacía en los brazos de su madre, en una imagen de dolor desgarrador propio de una figura del Guernica de Picasso. Sin embargo, la presa más célebre de la parca sería la de un «hijo de…» y con apellido ilustre en la provincia: Héctor Montiel. El veinteañero Héctor, joven estudiante de vacaciones en los pagos familiares, era hijo de Alberto Montiel, terrateniente, senador por el radicalismo y fundador de la Liga Patriótica de Villaguay. Los obreros fueron culpados por dicha muerte, que luego se comprobó que fue producida por disparos provenientes de los liguistas a caballo. La gravedad de los hechos hizo que alcanzaran repercusión nacional, discutiéndose en los recintos del Congreso Nacional y llegando a las páginas de La Nación. Elevando el tono antisemita, el diario fundado por Bartolomé Mitre sostuvo que había estallado una verdadera guerra entre criollos y judíos «al servicio de propagandistas y agitadores profesionales». Claro que lo que se omitía mencionar es que tanto los dueños de las trilladoras que desataron el conflicto como un colono cerealista apellidado Abramovich que reunió firmas en apoyo a la Liga Patriótica eran también judíos… Sin embargo, el daño estaba hecho y la caza de brujas desatada contras las «hordas judeobolcheviques» implicó más de setenta detenciones, ataques a organizaciones obreras y persecuciones. Con la sangre en el ojo, Montiel padre consumaría su sed de venganza unos meses después en Gualeguaychú, cuando junto a otros liguistas reprimieron salvajemente a los obreros el 1º de mayo, cobrándose varias víctimas obreras.
La última década de vida de Kipen, en sintonía con el reflujo de la actividad militante de los trabajadores entrerrianos luego de esas importantes represiones, lo encontró retraído hacia la actividad cooperativa, lejos de los lugares de centralidad que supo tener.
El golpe de Estado de septiembre de 1930 no afectó a la institucionalidad entrerriana, dado que el radicalismo antipersonalista que gobernaba la provincia desde 1914 pasó a formar parte de «la Concordancia» (coalición gobernante junto a conservadores y socialistas independientes). Sin embargo, sí hubo persecución a opositores y, entre ellos, a dirigentes socialistas como los docentes Raúl Fernández y Electo Brizuela, personajes muy reconocidos de «la Histórica», que fueron separados de sus cargos en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay en 1931.
En aquel contexto político adverso, Miguel Kipen encontró la muerte en el año 1933 en extrañas circunstancias, producto de un accidente con el arma de fuego que portaba para su defensa personal. Hay quien dice que el mismo fue producto de la falta de costumbre con un arma de alguien que, en consonancia con su partido, otorgó preponderancia a la acción pacífica por sobre la violencia como método. Parece un tanto extraño (o hasta ingenuo) que un tipo forjado en la militancia de la clandestinidad en la autocracia zarista, que atravesó un par de guerras, que tuvo que vérselas con la Liga Patriótica en su auge de sed de sangre obrera y judía, en épocas donde el uso de armas no era ajeno a las costumbres tanto políticas como de la vida campera en general, no haya estado familiarizado con el uso de un revolver.
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Hemos leído con emoción y respeto esta cuidada reseña sobre el abuelo Miguel. No nos pareció acertada la expresión “revolucionario profesional” (sic) referida a la dedicación y fervor con que se entregó al compromiso socialista cuando aún estaba en Crimea.
Fue un hombre extraordinario, su actividad en el desarrollo de las Colonias judías fue más que relevante.
Queremos destacar que un logro importantísimo de “los dos Migueles” (Sájarof y Kipen) fue lograr la construcción del segundo centro de acopio de cereales a granel . que política y socialmente implicaban para los colonos independizarse del acopio de cereales en bolsa . Los “dueños de las bolsas”, año a año manejaban está situación. Y por cierto, este logro les disgustó bastante.
El primer centro de acopio de ese tipo, en el orden nacional fue el de Leones (Córdoba), el segundo el de la Cooperativa Fondo Comunal de Villa Domínguez.
Su viuda, Débora Davidovich (la Baba Vera) expresó su rechazo a homenajear su memoria en actos, placas, monumentos, etc basado en su fuerte convicción:
“A UN SOCIALISTA NO SE LE RECUERDA POR SU NOMBRE SINO POR SUS OBRAS”
Alicia y Alberto, muchísimas gracias por su comentario y por los valiosos datos que aporta! Con respecto a el término “revolucionario profesional” no persigue una connotación negativa o peyorativa de mi parte, más bien lo contrario, destacar wue ese fervor y entrega del que hacen referencia, hacen de la militancia de Miguel, en un contexto muy adverso, una actividad principal y no accesoria o circunstancial. Abrazo grande!
Excelente artículo sobre la militancia de un ser extraordinario.
Muchas gracias!
Maravilloso abuelo. Digno nieto. Un abrazo