TEXTO Y FOTOGRAFÍAS JOHANNA PELTZER
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El proyecto de ley para la Interrupción Voluntaria del Embarazo obtuvo media sanción en Diputados y ahora le tocará a la Cámara Alta aprobarlo o rechazarlo definitivamente. Las calles de todo el país estuvieron divididas en dos colores y se vivió como la final de un Mundial.
El décimo día de un diciembre pandémico comenzó palpitando un debate que iba a ser histórico. Su correlato en 2018 marcaba un antecedente, pero no una tendencia: lejos había quedado ese rechazo por parte de Senadores y ahora la marea verde volvía con todo para el lograr el «positivo».
El proyecto de ley para la Interrupción Voluntaria del Embarazo había sido girado desde comisión la tarde anterior con algunas modificaciones, pero marcaba la despenalización del aborto hasta la semana 14 y la posibilidad de hacerlo de allí en más con las causales dispuestas en la ley vigente hace casi un siglo atrás. Tenía párrafo aparte para menores de edad, personas con discapacidad y la tan polémica objeción de conciencia.
La sesión comenzó a las 11 de la mañana, pero el Congreso ya tenía sus aguas divididas desde temprano: los verdes por un lado, los celestes por el otro, la policía en el medio. Sin embargo, en Paraná fue convocada una vigilia a partir de las 18.30 horas en Plaza Mansilla para quienes estuviesen a favor de la iniciativa.
Treinta y pico de grados a la sombra azotaban el asfalto, que sostenía las sillas con el respectivo distanciamiento social para quienes asistan. De las farolas tendían telas verdes que simulaban un perímetro y adornaban la explanada de Casa de Gobierno. En la puerta, una pantalla y parlantes. Atrás, baños químicos con alcohol 70/30 y en el sector derecho, una cantina y una improvisada feria de emprendedores.
Cuando el calor empezó a bajar, el color empezó a llegar: mujeres adultas, jóvenes, adolescentes y niñas, marcadas por el verde característico, pero también por la alegría. Bombo, palito, pañuelo, glitter, tereré y risa. Canto, agite y baile. Encuentro. Reencuentro. Calle, lucha y sostén. La tarde se hacía noche y la plaza ya estaba colmada.
Como siempre, los más pequeños resaltan en las marchas y había tres que jugaban con carteles que rezaban «Justicia por Fátima», «Aborto legal» y «Es Urgente». «La militancia es una forma de vida y elijo que mi hija crezca con esto, que lo vea, viva y aprenda a pensar», dijo Natalia. «A mi nene trato de educarlo y hacerle entender que existen derechos, que los colores no tienen sexo, que si quiere puede pintarse, que todos pueden bailar y así de a poco, por eso lo traigo», contó Melisa.
Al llegar la hora de la cena, comenzaron los espectáculos. De a ratos, el debate, de a otros, intervenciones. De fondo sonaba una guitarra con voz y una melodía tranquila que los aplausos acompañaban. «Desde que empecé a interiorizarme del tema, cuando fui más grande, me di cuenta de qué lado estaba. Me parece una cuestión de empatía», indicó Luana. «Hay chicas que lo hacen en condiciones dignas, pero hay otras que corren el riesgo y no tienen mañana la vida asegurada», acotó su hermana Maira.
También hubo tiempo para homenajes. «Loba presente»: así comenzó el reconocimiento para Lucía Torres Mansilla, mujer trans que fue asesinada en julio de 2019 en la capital entrerriana. Macarena Cornejo, también mujer trans y activista, leyó un poema de su autoría para recordarla y el aplauso fue ensordecedor.
Cuando del tereré se pasó a la cerveza y de las galletitas a las empanadas; una canción empezó a sonar y el grupo Las Comadres comenzó a mover las polleras, a tal punto que la invitación fue para todas y se formó una ronda de mujeres que bailó una zamba de quién sabe quién. Todas usando de pañuelo el verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, claro.
En un borde se destacaba un grupo de adolescentes risueñas. «Que en el 2018 no salga creo que le dio más fuerza al movimiento. A pesar de la pandemia, el pañuelo verde sigue adelante y eso me encanta», opinó Agustina. «Yo arranqué a replantearme las cosas cuando empezó Ni Una Menos. Sé que si a mí me pasa lo puedo resolver, pero no me gusta quedarme en mi situación de privilegio. Los derechos tienen que ser para todas por eso el aborto debe ser legal», subrayó Fátima.
Una de ellas, Leisa, tenía una historia detrás de la noticia que en 2016 conmocionó a Paraná: «Yo no sabía nada del feminismo, pero me tocó un femicidio muy cerca, el de Lidia Milessi que era la mamá de mi mejor amigo. Desde ahí, cada vez que me entero que una chica no está más con nosotras me duele en el alma», comentó con los ojos llorosos. «Yo era muy chica y no entendía, pero ella siempre nos decía “Estoy en peligro, mi ex marido rompe las restricciones, la justicia no me escucha” y nadie hizo nada. Por eso milito, por ella y por todas», cerró.
Fue una velada de espera, pero también de compartir. El barbijo y el saludo con el puño no faltaron, pero también el abrazo, el «qué lindo verte» y mucha charla. Cuando el Presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, pidió a los legisladores que respeten los horarios y anunció que el tiempo de votación estimado sería a las 6 de la mañana, se escuchó un «ufff» resonante. Se venía una noche larga, estrellada y cálida; pero larga.
«Las mujeres peleamos desde hace muchísimos años por esto, no es algo de ahora. En 2018 sale la efervescencia, pero ya se habían presentado ocho proyectos. En el Encuentro de Mujeres de 1999 ya hablábamos de esto, existía la necesidad, por eso esto sería una reivindicación, un triunfo», resaltó Norma que combinaba barbijo con pañuelo, todo verde. «Maternar tiene que ser un deseo, no te puede ser impuesto», aseveró.
Con el correr de las horas, algunas fueron abandonando la plaza para regresar a sus casas y mientras la noche corría, aparecían las mantas y la dormida en el suelo. También estaban las que aguantaban con el mate. Con el amanecer, comenzó el movimiento en el centro cívico de la ciudad, pero todavía quedaban diez oradores.
El cansancio se notaba en las caras, pero eso no terminaba con el aguante y cuando tomó la palabra la última legisladora de la sesión, todas comenzaron a pararse y a ubicarse en ronda: había llegado el momento más esperado, el de la votación. Abrazadas como equipo en penales, algunas estaban con los ojos cerrados deseando lo mejor.
«131 a favor, 117 en contra» anunció Massa y estalló todo: ni se escucharon las abstenciones. Gritos, risas y llantos. Saltos, abrazos y cantos. El himno «Aborto legal, en el hospital» salía de las gargantas y se mezclaba con el humo de las bengalas verdes.
El festejo terminó rápido. Lógico: 13 horas de vigilia para que Diputados de el verde positivo y que se pueda girar a la Cámara Alta. «Se viene lo mejor, estoy segura», afirmó a las risas una morocha de rastas mientras se subía a un taxi, cerca de las 8. La próxima posta es Senadores y se espera otra vigilia de la misma magnitud, esta vez aguardando la aprobación definitiva de la ley.
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