TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Doña Elena está de pie, agachada sobre el disco con grasa hirviendo en el que sumerge tres empanadas juntas con una espumadera. El ruido de la fritura y el color cocido que van tomando los repulgues refuerza el apetito de quienes asisten al sencillo acto. Con una sonrisa que no la abandonará en toda la charla, detrás del cartel que anuncia su puesto en la feria, María Elena Miño delega el mando de la cocina ambulante para conversar con 170 Escalones. Con el sonido de una cuerda de tambores de fondo, en una juntada previa al Contrafestejo en el patio de la Asociación Civil Barriletes, la mujer de 55 años cuenta sobre su elaboración de productos en base a lo que el río le convida.
¿A qué se dedica?
Vendo pescado en la carretilla, desde hace años. Esto de cocinar milanesas y empanadas surgió de una señora que no sabía hacer pescado. “¿Quiere yo se lo haga y se lo traigo cocido?”, le dije. Y ahí empezó mi venta que hasta el día de hoy no terminó.
¿Cuándo empezó?
Tenía alrededor de 25 años, mire si hace años que les llevo la mercadería a su casa. No la van a buscar, a domicilio llevo mi producción; tanto milanesa, pescad frito, pescado asado, chupín y empanada. Pescado crudo también. Así es mi vida vendiendo.
¿Por qué zonas reparte y cómo?
Caminando, siempre. Mi zona es la de las calles Mendoza, España, 25 de junio, Cervantes, Panamá, Santiago del Estero y todo el Pancho. A veces si me pide más lejos, se los llevo. Yo armo, llevo y reparto.
¿Va voceando por la calle?
No, llevo la carretilla, toco timbre y me atienden. Tengo mucha clientela fija.
¿Cómo es la carretilla?
Es verde, con un taper negro. El pescado va en taper o, si está crudo, en bolsa.
¿Es de madera o de metal?
Es de metal, pero es livianito.
¿La recorrida con la carretilla la hace todos los días?
Casi todos los días, depende de que pescado sale: si hay mucho o poco. Si hay poco, lo llevo en la mano.
La gente del Contrafestejo dice que usted es la histórica vendedora de empanadas de la actividad ¿Cómo fue que se dio eso?
Me dicen un día que porqué no ofertaba. La primera vez, llevé cinco docenas, en calle Baucis, cuando se hacían los primeros y había comidas típicas de toda clase. Así fue, y me hice de tantos amigos queridos que me brindan amor. A través de ellos yo conocí el Contrafestejo, algo muy original para mí, que te transmite saber. Porque yo no fui a la escuela, mi padre no me dejaba ir, me quedaba cuidando mi hermano. Pero me encanta, yo aprendí las letras, los números, andando, vendiendo. No te sé manejar un celular como los de ahora, pero bueno, todo se aprende en la vida. Y caminando vos aprendés muchas cosas sanas.
¿Cómo es su familia?
Mi papá era pescador de Bajada Grande, mi marido pescador, con el que llevamos cuarenta años junto.
Soy mamá de siete chicos y abuela de 25 nietos. Imagínense que familia hermosa y numerosa. Y gracias a Dios, todos pescadores. La sangre al río, y a la isla.
¿Le gusta la isla?
Es mi pasión, si pudiera viviría ahí. Íbamos con mi marido y mis hijos, a la Puente. Todavía están los ranchitos. Nos íbamos de viernes a domingo, volvía, vendía en mi carretilla y cruzábamos de nuevo. ¡Es una vida hermosa! Los árboles, todo lo florecido de la isla, es lo más lindo.
¿Usted sale a pescar?
No, mi esposo y mis hijos, pero a mí me encanta andar en el río. Cuando iba con mi esposo a levantar el espinal, él lo sacaba y yo le cortaba las chuzas, destripaba; era una hermosura.
¿Y sus hijas?
Les encanta pescar, pero tenemos otras cosas para hacer. Si no, estaríamos metidas en el río, porque es lo más hermoso, entre el agua y el cielo, es divino. Estás en la canoa y ves el cielo… y yo quisiera volar.
¿Qué pescado le gusta?
Mi pescado favorito es el armado. Cada uno tiene su temporada, por ejemplo: el amarillo, el moncholo y el pati son de invierno; el armado y el mandubé, de verano; y en diciembre y enero viene el dorado y el surubí. Después hay otros que son con malla, que nosotros no sacamos, como el sábalo.
¿Por qué el armado?
Porque es más magro y se hace cualquier clase de comida: albóndiga, milanesa, chupín, al horno, hervido para ensaladas…
¿Las empanadas de qué son?
De armado. Después está el mandubé, pero son para otras cosas.
¿Tiene algún secreto la empanada?
Sí, en el sabor que uno le da. Hay condimentos que muchos no le ponen, que no saben. Toda comida tiene su secreto. Toda carne tiene su secreto. Las empanadas, si hago 20 docenas hoy, las reparto. Hago toda comida fresca, si me queda lo comen mis hijos y mis nietos, nunca dejé comida para vender después. Hoy preparo, hoy vendo. Sale o lo reparto en la familia.
Usted que hace tanto que anda en el río y con pescadores, ¿nota cambios en la fauna?
Sí, se nota mucho. Hay épocas que no sale pescado. Hay faltante. Hay pescados que no están en el río, por ejemplo, los grandes surubíes, grandes dorados, grandes bogas. Hay que buscarlo al pescado, para tenerlo, tenés que saber.
¿Qué es “buscar el pescado”?
Buscarlo se llama a saber por dónde va. El río se está secando y el pez va por lo hondo. Hay que ir a la hondura. Aprendí mucho del río en tantos años.
Se sabe que la vida en el curso de agua del Paraná no es cómoda, que el oficio de pescador tiene sus inclemencias, frecuentemente desvaídas en las construcciones costumbristas que se hace del habitante del litoral. La venta ambulante tampoco es una rutina fácil; pero en el relato de doña Elena, y en su voz suave y tranquila, todo eso parece perder importancia ante la maravilla del río y sus islas que tan sabrosamente traduce en las empanadas calientes que convida esa noche.
Para poder probar estas exquisiteces autóctonas fuera del circuito habitual de su recorrido por el Pancho Ramírez y sus alrededores, una buena oportunidad es arrimarse al Contrafetejo de este sábado 12 de octubre, desde las 16, en la plaza Alberdi.
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