El cine pregunta por el Melli

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

 

 

El cine es, además de una manifestación artística, un acto político. A veces, esa dimensión es más explícita que otras en algunas realizaciones dependiendo del tema, de las formas de abordarlo, de los métodos de trabajo y también de sus posibilidades de exhibición.

Durante el 5° Festival Internacional de Cine de Entre Ríos, dentro del Panorama Regional y con el sello destacado de celebración de 40 años de vida democrática, se proyectó Tres cosas básicas (2023), documental del santafecino Francisco Matiozzi Molinas que reconstruye la vida y militancia de Tulio Valenzuela y de Raquel Negro, militantes montoneros desaparecidos por la última dictadura cívico militar. La función, que ocurrió el jueves por la tarde en la planta baja del Centro Provincial de Convenciones, tuvo una serie de condimentos que la transformaron en una acción participativa más allá de su visionado.

 

 

Un pasacalle colgado en la calle Gregoria Matorras de San Martín, frente a una de las entradas al festival, interrogaba: «Torrealday: ¿A quién le entregaste el melli Valenzuela Negro?», en referencia al médico civil Miguel Albert Torrealday, cómplice del terrorismo de Estado que mantiene su pacto de silencio respecto al destino de víctimas del genocidio. El dueño del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al igual que su socio Jorge Eduardo Rossi, tienen condena confirmada por su participación en la apropiación de la hija y el hijo de Edgar Tulio Valenzuela y Raquel Negro.

Sabrina Gullino Valenzuela Negro, quien recuperó su identidad en 2008, participó de la proyección junto al director y a sus compañeras y compañeros de HIJOS Regional Paraná, quienes volantearon antes de la función a los cerca de doscientos asistentes. «45 años de pacto de silencio. Dr. Rossi, Dr. Torrealday: ¿A quién le entregaron el melli? ¿A quiénes están cubriendo? ¿Dónde está l Melli Valenzuela Negro?», interpelaba el planfleto.

Tres cosas básicas reconstruye el secuestro en 1978 a Tulio Valenzuela y a Raquel Negro -quien estaba embarazada de mellizos- junto a su pequeño hijo Sebastián. Con un intenso trabajo de archivo visual y sonoro y un gran despliegue de entrevistas de protagonistas de la generación del setenta, Matiozzi Molinas indaga en el recorrido de Tulio Valenzuela desde la Quinta de Funes hacia México, luego de que el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri le ofreciera salvar su vida a cambio de entregar a la cúpula de Montoneros. La fuga, la conferencia de prensa y el derrotero posterior son expuestos desde diversos puntos de vista por protagonistas de aquellos años.

 

 

«Intento contar una historia del pasado reciente de la vida política argentina, pero con un relato en tiempo presente y una mirada hacia el futuro. Elijo armar una suerte de policial político en el que el hilo conductor es la conferencia de prensa que protagonizó “Tucho” Valenzuela, que tuvo que decidir entre la causa o su familia, entre su vida o lo que cree; y fragmentos de la carta que le escribió a su hijo mientras todo eso pasaba», indicó el director. A pesar de que la narración se centra en la pareja de Valenzuela y Negro, al principio y al final del documental Matiozzi Molinas explicita sus motivaciones a partir de su propia historia familiar y una pregunta disparadora: «¿Es posible que el sacrificio más grande por una causa sea el de dar la vida?».

Esta producción le requirió a Francisco varios años hasta su concreción, trabajo que armó en etapas desde 2005 en adelante, mientras realizaba otras obras y mientras la historia relacionada a la película también se iba transformando. Por ejemplo, cuando Sabrina recupera su identidad. Andrés Habegger se sumó al equipo y en una segunda etapa concretaron los viajes a México y Cuba tras los pasos de Valenzuela. Un tercer momento fue el montaje, donde se terminó de armar el guion.

Si bien la forma de representación de los testimonios es convencional (hablando frente a cámara); el modo de introducirlos y despedirlos remite a otras convenciones cinematográficas exploradas, por ejemplo, en algunos documentales de Eduardo Coutinho, en los que se retrata por unos segundos en silencio a las mismas personas. Por otro lado, la banda sonora que acompaña algunas compaginaciones y momentos claves como la lectura de una carta que Tulio le escribió a su hijo, desempeñan un rol fundamental en la construcción emocional del relato. Tres cosas básicas se suma a las producciones que indagan sobre el pasado reciente desde una perspectiva de las generaciones de hijos e hijas de aquella que fue protagonista directa de aquellos años. También se constituyen como documento audiovisual de la presencia de esa generación del setenta frente a cámara.

Luego de la proyección, una vez que se deshicieron los nudos en las gargantas, mientras terminaban los créditos en pantalla se escuchó: «30 mil compañeros y compañeras desaparecidos y desaparecidas. ¡Presente, ahora y siempre!». Le siguió un momento de charla con el director y con Sabrina -quien veía la película terminada por primera vez-, coordinad por Maximiliano Schonfeld, uno de los programadores del FICER.

 

 

«Esta película la pensé, como tantas ideas que uno tiene, ni bien terminé la tesis en mi escuela de cine cuando conocí la historia. Vengo de una familia militante, con varios tíos desaparecidos. Siempre me apasionó la entrega, cómo es posible y cómo entender esas situaciones límites, ese fue el eje», contó Francisco.

Sabrina compartió que el viernes de la semana anterior se ratificó la condena a los médicos del Instituto Privado de Pediatría. «En la película se ve la primera parte de la causa, pero después viene la parte que nos toca vivir a los entrerrianos, porque yo nací acá en el Hospital Militar y nos derivaron al IPP, que fue otra gran investigación que llevamos adelante con un equipo hermoso conformado por Hijos Paraná y los equipos jurídicos de Nación». Agregó que «Desde el 2018, que fue donde se juzgó el juicio oral y público, con investigaciones desde 2011, quedó expuesto que los médicos civiles habían tenido participación. La ratificación fue un gran cierre de un proceso de justicia, que es un camino muy importante, sobre todo hoy que se está cuestionando con la teoría de los dos demonios, con la que quiere poner en un lugar de simetría lo que fue el movimiento revolucionario y los militantes revolucionarios con un plan sistemático perpetrado desde el Estado». Explicó que no es lo mismo un plan sistemático de secuestro, tortura, muerte y desaparición desplegados por funcionarios del Estado, que es el único que puede cometer delitos de lesa humanidad, contra un movimiento revolucionario que se sabe que ya en 1976 estaba destruido.

«Lo que nos lleva a plantearnos la película es cómo fue que esa generación fue capaz de tener tanto compromiso. No creo que hayan querido morir, ellos querían vivir, querían dejarles a sus hijos un mundo mucho mejor», reflexionó Sabrina, e ilustró: «si uno tiene hijos ¿qué es lo que quiere dejarle? Un mundo mejor, es algo muy simple. En ese contexto internacional donde se estaban llevando adelante muchos movimientos de independencia, de guerrillas, estaba el Che Guevara, la revolución cubana; en ese contexto hay que tratar de interpretar esta película, que queda un poco lejos, pero de alguna manera pensarlo en algo cotidiano: uno quiere vivir en un mundo mejor, quiere que el otro viva mejor, que estemos mejor como pueblo. Esa me parece que es la pregunta y lo que hoy también se está disputando».

La película es una píldora de memoria, definió Sabrina. «Lo importante es qué proyecto de país quería la generación del setenta y qué proyecto ganó con la dictadura. Todo el tiempo se vuelve a jugar eso», expuso. «En Paraná es donde se perdió el rastro del melli, esa es la pregunta que nos tenemos que seguir haciendo. Mi identidad está incompleta, me falta un mellizo», señaló. «Lo vamos a encontrar, no cabe dudas, y a muchos hermanos y hermanas que andan por ahí», concluyó.

«Ante tanto negacionismo que volvemos a escuchar, la batalla cultural la ganamos todos nosotros los que estamos acá», cerró Matiozzi Molinas.

Tres cosas básicas ganó la estatuilla Ojo Pez, el premio del público, en la 5° edición del FICER.

 

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