TEXTO ANA CORNEJO
FOTOGRAFÍAS MARIUX BALLESTEROS
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¿Alguna vez viste una calle de colores, esa que una vez al año se construye como camino de hormigas, donde ejercer la valentía sobre el asfalto, con el amor que sostiene y fortalece los cuerpos entre sí, con la música que desborda el instante, con esos gritos que se desprenden de la profundidad propia de las gargantas militantes?
En sintonía con la movilización en Buenos Aires, este sábado se realizó la VI Marcha del Orgullo Disidente de Paraná. Con mucho esfuerzo y trabajo autogestivo por parte de la organización, este año se logró volver a la calle, si bien hubo un desfile por el orgullo 2020, con el cual se mantuvo viva la llama arcoiris en pandemia.
Las multitudes se volvieron a volcar al espacio público con la energía originaria. Sin embargo, la marcha ha mutado con el tiempo, siempre buscando crecer, contar en sus cimientos con más expresiones de género y albergar diversidad de formas artísticas que caracteriza la disidencia. De esa expansión año a año se han ido agregando nuevas banderas, identidades de género, orientaciones sexuales y luchas, siendo en el 2021 la primera vez que marchó No Binaries Entre Ríos.
Orgullo y Apocalipsis VI
La convocatoria fue para el sábado a las 17 en la Plaza 1° de Mayo, donde de a poco la gente llega y empieza a darle forma a la columna que habita el espacio público. La marea se compone de banderas, bengalas de humo, el calor de los cuerpos entregados al glitter, tacones, abanicos, pelucas, pañuelos, arneses, pezoneras. La Catedral presencia la escena pecaminosa desde una vista privilegiada.
La cabeza empieza a guiar toda la columna por la zona céntrica. Transitar una calle a pie por donde suelen pasar los autos es magia. Como es de esperarse, hay bocinazos furiosos porque no entienden lo que pasa o porque preferirían pasar por encima de la gente. También hay miradas fijas, algunas con extrañeza y rechazo, también la de niñes asombrades que quieren sumarse al carnaval.
Una marcha que, si bien se realiza con una aceptación que no gozaban los movimientos disidentes en sus inicios, se configura de dolores, cicatrices y ausencias. El necesario recordatorio de que Tehuel no puede marchar por el orgullo, la exclusión social y económica del colectivo trava trans y la constante vulneración de derechos se cuelan entre las banderas multicolores.
Luego de bajar por Corrientes y doblar por La Paz, la movilización llega a la Plaza Mancilla, donde se lee frente a la Casa de Gobierno el documento de este año. El recorrido sigue con oleadas humanas hasta desembocar en la plaza Carbó. Un escenario tendido junto al monumento del gobernador entrerriano recibe a la multitud.
La tardecita de noviembre convoca a la gente a bailar, tirarse al pasto, comprarse una bebida y mantener encendido el orgullo que moviliza, con pop retro, poesía, performances, ESI, ball, besos y risas. Otra vez, la fantasía transforma la percepción del espacio para dar lugar a la fiesta.
Todes desde las diferencias que no caben en un concepto ni siglas, pero también desde una huella común: la existencia en un mundo que pretende expulsar con una secreción a la que se intenta resistir en colectividad.
Abajo los clósets
Marchar por primera vez, y hacerlo como Ana, es salir de una coraza que hasta este momento me refugiaba de los miedos: el clóset como opción de vida, con toda su soledad, sombra y quietud. Andar segura y como quiero, sin bajar la mirada, maravillada por el brillo de la gente que me rodea, en un espacio donde todes hemos pasado por el mismo túnel heterocis hasta encontrarnos en la luz del otro lado. El orgullo no es un estado realizado, ni pura voluntad: es haber podido, en el tiempo y lugar que llega, empezar a ser nuestres más fieles amantes.
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