6 de diciembre de 2024

El exilio eterno de Zitarrosa

TEXTO PABLO RUSSO

FOTOGRAFÍAS Stills de AUSENCIA DE MÍ, MARCIA SEBA Y MANUEL SORIA

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Montevideo desde el malecón, la rompiente de las olas, las gaviotas en el río y la copa de los árboles entre las calles de la ciudad conforman la imagen poética que construye Melina Terribili en Ausencia de mí para evocar el imaginario de todo aquello de lo que fue despojado en el exilio el genial cantor popular uruguayo Alfredo Zitarrosa. Narrada en primera persona en la voz de Zitarrosa a partir de un impresionante e inédito archivo sonoro, fotográfico y fílmico, la realizadora reconstruye los años desde la persecución y prohibición de sus canciones en 1976 hasta su muerte en 1989. Desde el presente, sus hijas Serena y Moriana y su esposa Nancy Marino tienden un puente a ese pasado, entregando el archivo familiar  y personal del cantor al Teatro Solís, a la vez que revisitando esa etapa y recordando a partir del repaso de esos materiales.

El documental se proyectará este viernes en el Cine Rex, en una nueva función organizada por Relámpago Verde. Anticipando el encuentro con el público, 170 Escalones conversó con la directora de 44 años que decidió retratar a un símbolo cultural y político de la generación de sus padres.

 

 

¿Por qué un documental sobre Zitarrosa?

Creo que Alfredo Zitarrosa fue un hombre que atravesó una época de nuestra historia Latinoamericana de la cual, los que somos hijas o hijos de este momento histórico político, tenemos una carga de identidad, preguntas y reflexiones que conforman una relectura de nuestro pasado reciente. A la vez, no fue cualquier hombre sino un pensador crítico, un hombre sensible y lúcido, un creador. Y la obra trasciende a la persona, entonces es una forma de resignificar su creación, su ideología y su vida desde mi punto de vista, que está anclado en exilio como el hecho que lo define y da dimensión de su persona y del mundo en el que tocó vivir.

 

¿Cómo es tu relación con su historia y su música? ¿Por qué una directora porteña filmando en Uruguay?

Mi relación con su obra se remonta a mis veinte años, cuando comencé a escucharlo. Pero mi infancia y mi familia tienen un lazo estrecho en que esto haya pasado ya que soy hija de artistas plásticos que formaron parte de una generación, un movimiento cultural y político, una ideología del mismo extracto que Alfredo Zitarrosa. Nunca me planteé el no ser uruguaya, sino más bien cuál es mi vínculo universal con esta historia.

 

 

¿Cómo se enlaza esto con el resto de tu trabajo cinematográfico?

Mis trabajos anteriores son disímiles aunque siempre están vinculados, ya que hay algo de cierto en este pensamiento que dice que uno hace siempre en el fondo la misma obra.  Mis trabajos como directora siempre tuvieron una impronta ideológica clara en relación al ser humano y su entorno, y cómo estas personas han tenido que enfrentarse a las reglas de un mundo que los expulsa, por el valor humano de los personajes retratados.

 

¿Primero aparecieron los archivos y de ahí la decisión de hacer la película, o esos archivos son producto del azar y/o investigación de producción?

Yo había comenzado mi etapa de investigación y viajes a Montevideo. Lo primero que hice fue presentarme ante su familia, sus hijas Serena y Moriana, y su compañera Nancy Marino. En uno de estos viajes ellas me cuentan de la existencia de estos materiales, que ellas guardaban y conservaban hace años en su casa, esperando un mecenazgo para poder comenzar un trabajo archivológico. Al no concretarse este apoyo ofrecí ayuda a su familia y juntas logramos finalmente que el Estado asuma este rol. La existencia de estos materiales y apertura de las cajas estaba desde los primeros escritos del guion, aunque fue tomando forma con el tiempo al saber cómo y dónde iban a ser  trabajados esos materiales.

 

 

¿Por qué el recorte temático del exilio?

Porque allí emerge el Zitarrosa que a mí me interesaba contar, aquel niño, hombre, artista, militante, padre que extraña a los árboles de su país, su perro, sus libros, su casa. El Zitarrosa al que lo tortura saber que están matando a sus compañeros mientras él huyó para salvar su vida y la de su familia. El que tiene un casete lleno de silbidos porque no puede componer, el que «le importa todo en la vida». El Zitarrosa que fue acunado por su país, ahora mismo convertido en un río de sangre, el que canta con sus hijas y le pide a su corazón que aguante el destierro.

 

¿Cómo trabajaste la selección/edición del material para que pueda entrar en el tiempo de un largometraje tradicional?

Fue un proceso muy largo y minucioso, junto a Valeria Racioppi, montajista de la película. Fue hacer selecciones de selecciones, sobre los materiales que tenían que ver con el exilio, en cuanto al relato de él. Luego había una amplia gama de sonidos, o materiales sonoros que eran expresivos y que trabajamos por resignificarlos a través del lenguaje y del montaje. Fue ir armando las piezas y ver cómo iban tomando sentido, cómo otras no, pero nunca tuvimos un armado alocadamente largo. Lo más largo que tuvimos fue de una hora cincuenta. Conté con una de las mejores montajistas argentinas. Veníamos de trabajar juntas en otras ocasiones y conocernos, también creo que eso permitió que sea más íntimo y profundo el proceso.

 

 

¿Cuándo decidiste (y/o por qué) que las voz de Zitarrosa sea narradora de su propia historia?

Desde casi siempre, ya que había escuchado algunos audios que habían sido digitalizados por Martín Monteiro, actual Director del Archivo Zitarrosa, que intentó años atrás concretar este trabajo de preservación pero la falta de fondos no lo permitía. Entonces intuía que había más audios y sobre diferentes temas, ya que esta selección estaba centrada en lo musical. En versiones anteriores del guion había más voces, es decir, intervenían sus amigos desde el presente, por ejemplo. Pero a mí me interesaba generar la sensación de un presente, es decir, que uno atraviesa el exilio con él, siente lo que él sentía, ve lo que él veía, oye lo que él oía. Esa sensación de «te voy a contar qué es estar exiliado» siempre me pareció la mejor opción. En un momento entré en pánico al pensar que no podían haber audios suficientes en relación al exilio, ya que los audios que iban siendo digitalizados los escuchaba recién en la etapa de montaje.

 

¿Cómo fue la relación con las hijas y la mujer? ¿En qué momento confiaron en vos para este proyecto? ¿Por qué no habían compartido el material antes con nadie?

La relación está construida desde un vínculo humano de gran compañerismo y cariño. No sé, creo que tiene que ver con la empatía o no con las personas. Como nos pasa con cualquier vínculo. Entre nosotras hubo empatía desde el primer momento y luego el vínculo se fortaleció. Creo que soy una persona honesta y respetuosa, creo en eso ante todo. Y entiendo que para emprender un proyecto así lo primero es la confianza. Mi vínculo con ellas, con el proyecto y con el recuerdo Zitarrosa siempre fue genuino, sin segundas intenciones, ni situaciones forzadas. Antes, ellas estaban a la espera del apoyo del Estado como contaba, que no se concretó. Y estimo también que les ha llevado un tiempo poder pensar en los recuerdos de su padre como un material de estudio o preservación. Eso lleva tiempo. Ellas han sufrido mucho y sólo el tiempo permite abrir estas etapas.

 

 

Esas imágenes en las que mostrás la materialidad de los archivos (casettes, fotos, cartas amarillentas, valijas antiguas) ¿qué te producen, o que valor creés que tienen? Lo pienso en el sentido de restos, o de supervivencias de la vida de las mismas personas.

Sí, lo siento como los fragmentos de una persona, que fue exiliada, que no pudo volver a reconstruirse al volver, que quedó en espera, en pausa, como cuando en el exilio uno no está en ninguna parte, y se espera que al volver se produzca ese reencuentro con uno mismo y con todo lo que amó y, sin embargo, se está ausente. Allí quedaron sus aspiraciones, sus convicciones, sus miedos, su forma de amar. A la vez, estos materiales tienen cosas encriptadas en el sentido que sabiendo la historia ya pasada, se puede sentir de una forma más compleja por qué escribió tal cosa, o por qué guardó tal otra. Genera sensaciones, preguntas.

 

¿En qué tipo de público pensaste cuando trabajabas la película?

No pienso mucho en eso, creo que todos podemos emocionarnos y transformarnos con una historia. Los temas son universales. Pero teniendo en cuenta que es Alfredo Zitarrosa y que fue un momento trágico de nuestra historia, pensé mucho en su generación, la de mis padres. La película está dedicada de alguna forma a estas personas que se enfrentaron con un mundo violento e injusto y trataron de luchar contra él, y nosotros, los que seguimos, los que estamos vivos, no podemos olvidar eso. Tenemos que hacer nuestra lectura de aquello que pasó pensando en el presente, porque nos toca ahora ser los que hacemos la historia. Una vez terminada la película pensé mucho en las nuevas generaciones, me gustaría que la vean y conozcan a Alfredo Zitarrosa. Que su pensamiento y su obra se encuentren con ellos.

 

 

¿Cómo la sentís ahora que está terminada?

Muy feliz porque siento que es lo que yo quería hacer, siento que Alfredo está ahí. La película ha crecido desde su estreno justamente porque la obra se completa en el otro, la gente la tomó como suya, nos escriben cosas muy emotivas y fuertes, y eso es lo mejor que le puede pasar a cualquier creación: que sea de todos.

 

¿En qué estás trabajando hoy?

Estoy escribiendo mi próxima película que se llama Recuerda y está centrada en la muerte de mi padre, Carlos Terribili, a quién perdí durante el proceso de Ausencia de mí. Mi padre perteneció a la misma generación de Alfredo, compartió sus ideales y una forma particular de sentir la vida, la creación y la responsabilidad del arte en relación al mundo que lo rodeó. La película se centra, a partir de la muerte, en el vínculo de la vida con la creación como única forma de resistir al dolor de estar vivos, al paso del tiempo, a la necesidad de ser amados, a la tarea urgente de vivir en libertad, que no mueran niños de hambre, que un joven no sea asesinado en una sucia comisaría, que un obrero sindical no sea secuestrado y desaparecido. A la necesidad urgente de amar la vida y la justicia.

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Ausencia de mí se proyecta el viernes 24 de mayo a las 21:30 en el Cine Rex de Paraná (Monte Caseros 266), con presencia de su directora. El valor de la entrada es de $120.

 

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