11 de diciembre de 2024

«El ruido es el que nos ayuda a ver lo que falta»

TEXTO FRANCO GIORDA*

FOTOGRAFÍAS FLORIANA LAZZANEO – FRANCO GIORDA

ARTE YAMILA CABRERA

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Jenny Ramírez es clarinetista, artista sonora y productora de música electrónica. Vive desde 2014 en Paraná donde llegó desde Armenia, ciudad de la zona cafetera de Colombia. Su segundo disco solista, editado por el sello chileno Archivo 22, ya debería estar sonando, pero las protestas del pueblo trasandino hicieron que la aparición de su obra deba retrasarse. En su lugar, la discográfica decidió publicar A las cacerolas, una recopilación con interpretaciones de manifestantes de Santiago que ejecutaban utensilios de cocina durante las manifestaciones. La situación no es una contrariedad para la artista. Por el contrario, la decisión le parece acertada dado que entiende que la música, el sonido y el ruido son una respuesta de cada época. Sin ansiedad, espera la salida de su obra y, mientras tanto, ajusta otras cuestiones de la promoción.

Según lo explica en su página web, ella se dedica a explorar los recursos sonoros del clarinete por medio del procesamiento digital. También crea y fusiona sonidos y ritmos con sintetizadores, sequencers y máquinas que fabrica por sí misma. Su intención es dar vida a sonoridades y atmósferas que difuminen los límites de los géneros musicales.

En su recorrido, ha realizado composiciones para danza, cine y teatro. También ha tocado, entre otros muchos lugares, en los festivales MUTEK de Buenos Aires (2019), JAMTEC de la Universidad Nacional de Quilmes (2018), Encuentro del 4to tipo (2018) y Labiónica. Mujeres artistas sonoras de América Latina, organizado por Interface (Chile) y la Casa del Sonido de Radio y Televisión Española (2015). Además, fue la gestora de la sede litoral del colectivo Feminoise. Este año, a su vez, ganó la beca Creación del Fondo Nacional de las Artes.

El título de su nuevo disco es Heliconia feedback. La primera palabra de esta denominación corresponde al nombre de una planta colombiana. Este vegetal se caracteriza por hojas parecidas a la de los bananos. Sus flores rojas y amarillas forman ramilletes similares a un cacho (como el de las bananas) pero con capullos que se asemejan vagamente a las flores pájaros. Además de ser impactantes a la vista, cuentan con patrones de rizomas, ramas y brotes erectos que le confieren la capacidad de la autorreproducción. Se destacan por proteger las fuentes de agua y se las utiliza para la reforestación.

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¿Por qué elegiste el nombre de la heliconia para tu trabajo?

Porque es una planta de mi zona que crece con muchos brotecitos a los lados. Más o menos, se parece a lo que yo quise hacer con mi disco. Parece de un solo género, pero tiene de todo: música contemporánea, electroacústica, electrónica. Lo quería hacer porque yo vengo del clarinete, que es re clásico, pero hago la carrera de electroacústica y me gusta mucho la electrónica; y entre las tres pareciera que no se pudieran unir. Para mí, tienen un montón de cosas en común. Pareciera que si se toca clásico hay que sonar lindo y si se toca contemporáneo hay que sonar feo. Y no es así. Entonces, yo quería meter todo eso en el disco. Es un cierre personal.

 

¿En qué sentido?

Por venir de todo eso y llegar hasta ahora. Siempre me decían ‘usted tiene que elegir y seguir por acá’. Yo decidí no seguir por ninguna. Sigo teniendo de todas, pero las quiero entrelazar o entramar como yo quiera. Ninguna me quitó nada de la otra y todas me enriquecieron.

 

¿Cómo fue el proceso de mezclar estas diferentes vertientes?

Fue un proceso libre. Conectaba todos los equipos y grababa toda la sesión en mi estudio.  Experimentaba y cuando sentía que había un patrón o algo que me había gustado lo señalaba. A veces, me pasaba dos horas explorando y no salía nada; listo, chau, lo descartaba.

 

¿En esas sesiones de improvisación tocás sola?

Si. Me conecto todo: el clari con los efectos, las maquinitas, el sinte y los samples que tengo. Todo mi ambiente está metido ahí. También la frenada de un colectivo con el que hice un ritmo.

 

¿Cómo hacías esas tomas del ambiente?

Dónde voy llevo una grabadora zoom así que grabo todo: un pajarito o a mi perro ladrando.

 

¿Cuánto tiempo te llevó el proceso del disco?

Me voy a referir al cierre porque prácticamente es la síntesis de mucho tiempo. Yo vine por primera vez en 2013 y descubro que existe todo esto. Regresé en 2014 y en 2015 saqué el primer disco Cimarronaje. Me fue bien sin darme cuenta. Por ejemplo, me hicieron una nota de un medio francés. Entonces, me propuse tomarme esto en serio y empecé a crear el estudio.

 

Cuando decís «vine en 2013 y me enteré de todo», ¿a qué te referís?

Realmente, me enteré de la música electroacústica. Empecé a indagar y, claro, Argentina fue el laboratorio de la música electroacústica. Me enteré que aquí tenían una historia en eso. Para mí era re novedoso.

 

¿En Colombia no estabas vinculada a este mundo?

No. En las últimas historias que vimos en la carrera alcanzamos a estudiar muy poquito de cómo empezó. Para mí ahí también terminaba la historia, pero después me di cuenta que ahí comenzó y que siguió un montón.

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Retomando, ¿cuándo decidiste hacer el Heliconia Feedback?

Eso no lo había pensado. La decisión fue… como en agosto de este año. Ahí fue que me contacté con el sello.

 

¿Cómo te contactás con la discográfica?

Creo que una compañera del colectivo Feminoise lo compartió. Entonces, me dio curiosidad y entré a mirar porque se veía que apoyan a la música electrónica experimental. Pregunté y ellos estaban en la onda de dar talleres y crear bichos electrónicos, medio como nosotras. Después les escribí, les pasé mi página web y lo que tengo en la red para saber si podía publicar con ellos. Después que escucharon me dijeron que estaban interesados en hacer un disco con material nuevo.

 

¿Cómo está estructurado el disco?

Tiene siete partes y una octava que está coproducida con La siesta del Fauno, un estudio de Buenos Aires, que realmente es el paraíso. Hay una sala analógica llena de sintetizadores y otra sala solo digital. En realidad, todo el disco, en mi cabeza, es una sola pieza. Coloqué los nombres de los tracks para que quedara medio un poema: Atónita escuchas ondular rizomas sin florecer la red heliconia acopla. Como el concepto del disco es el noise y el género lo tomo de la ciencia ficción y del cyberpunk, realmente pensé que la heliconia era como la Matrix. La re flashié. Es como si las raíces de la planta eran como toda la red que alimentaban la ciudad o las personas.

 

¿Grabaste sola?

Si, grabé sola. Parte de la mezcla la hice yo y parte la hizo Juan Lorenzo Osorio, que es mi compañero. Todo el mastering lo hizo él que es ingeniero en sonido. En mi casa está mi estudio y al lado está el estudio de él así que era fácil poder contactar. Fue re lindo.

 

¿Cómo definirías, aunque sea en términos amplios, esta producción?

Cuando me inscribí en la convocatoria del MUTEK me preguntaron algo parecido. Yo puse que mi música difuminaba los límites entre lo contemporáneo, el minimal, el ambient, los paisajes sonoros, lo electroacústico. Me cuesta definirlo porque tengo todo eso. Me gusta la idea de difuminar los límites. Cuando lo escuchen se van a encontrar con un clarinete que a veces suena normal, a veces procesado; luego suena un sequencer que parece re bailable pero después es re dark; y después viene algo súper mínimal.

 

¿Qué implica publicar con el sello Archivo 22?

El sello vende el disco. Ellos tienen la autorización de subirlo a Spotify, a donde ellos quieran y me dan las regalías. También lo pueden mover en los medios que consideren. Yo decidí también que se utilice en alguna radio comunitaria sin ánimo de lucro.

 

¿Vos tenés un perfil en Spotify?

No. Me he querido mantener más independiente. La calidad del audio en Spotify está buena pero las cosas que yo hago pueden sonar mejor en Bandcamp porque tienen más graves. En Spotify lo tienen que cortar para que todo suene medio parecido. Yo en el disco utilizo una técnica que es muy noise y en algunos dispositivos suena como si clipeara. Eso está controlado, pero en lugares como Spotify se lo bajarían y no funcionaría. Me gusta que en bandcamp estemos todos los freakys o los undergrounds de esta época. Si los del sello quieren hacerlo está muy bien.

 

Trabajaste con otra artista para el arte de tapa

Si. Con Yamila Cabrera. Es una amiga con la que participamos del colectivo Feminoise. Me gusta mucho lo que hace. Es minimal, pero geométrico. Entonces, como yo tenía en mi cabeza esa idea cyberpunk le pregunté si quería hacerlo ella. Fue re lindo porque tuve que contarle mis ideas vagas de imágenes. Al momento de decírselo fue como tratar de contar un sueño. De ese diálogo ella me envió un montón de pruebas que tengo guardadas en cuatro carpetas de mi computadora. El que quedó junta todo. Un lado cyberpunk y androide con algo orgánico de la planta y la palabra feedback es el noise de la cosa. Todo se retroalimenta. Es en lo que estoy ahora. Además, tiene una textura de circuitos electrónicos porque mucho de lo que sale fueron de las máquinas que yo construí.

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¿Cómo tomaste el retraso de la publicación del disco?

El sello me comunicó que yo tenía la libertad de publicar por mi lado e, incluso, dejarlos. Yo les dije que no. Ojalá que pronto las cosas se arreglen en Chile, no por el disco sino porque quiero mucho al pueblo chileno. Musicalmente fueron los que me sacaron. A cambio de eso sacaron un disco de cacerolazos de las manifestaciones que han venido haciendo. Son paisajes sonoros. Eso me parece re lindo porque lo que yo trabajo es paisaje sonoro. El sello tiene un manifiesto que es reivindicar la escucha y que la escucha es algo político. El hacer ruido es algo político. Me parece re bien que lo hayan postergado. Aparte me da tiempo para lanzarlo junto con una aplicación con la que la gente va a poder tener un filtro de Instagram del disco. Eso se está haciendo.

 

El movimiento musical y estético en el que estás inscrita tiene una fuerte impronta política ¿Qué podés decir al respecto de la escena del noise?

Yo pensé que estaba errada o que estaba loca o que, realmente, era muy freak. Sentía muchas cosas hasta que fui al MUTEK y me di cuenta que no. Solo había nacido en el lugar equivocado. A mí me gusta mucho la música contemporánea y a veces me sorprende que a la gente no le guste. Si cuando la gente va al médico confían más en el laboratorio que tiene la última tecnología, pero artísticamente, a veces, quieren que no haya nada. Es como si creyeran que el arte fuera un museo cuando tendría que estar al lado de las vidas cotidianas. Por eso lo que pasa en Chile, justamente, es una manera de decir que estamos en el compromiso de la época. Es lo que está pasando ahora y lo que tiene que sonar suena así. Con la música electroacústica pasó lo mismo. La hizo la gente que salió de los campos de concentración nazis o de una guerra. Yo con esto también hago como una catarsis de la violencia de Colombia. Pasa por ahí. Si el mundo me exige que sea linda y que suene lindo no tiene sentido. No quiero tocar lindo sino lo que siento. Lo personal es político. El sonido lo representa. Además, el ruido es fundamental. Por ejemplo, cuando se quiere acustizar una sala es con el ruido con lo que se dan cuenta en qué zona se escucha más. Es el que genera el balance. Todo el concepto de ruido me parece asombroso. La gente lo toma como algo feo y al contrario es el que nos ayuda a ver dónde falta algo, aquí está pasando esto, aquí resuena más esta frecuencia, aquí la gente aguanta hambre, aquí hay desigualdad. Ese ruido es el que nos hace ver eso. Para mí es una descarga propia. Una manera de liberarse y de decir lo que uno piensa.

 

¿Tenés pensado tocar en vivo para presentarlo en vivo?

Si. Con Yamila y Lucila Solé estamos siguiendo la línea de exploración del disco. Estamos investigando y probando materiales y texturas en relación a la luz, el movimiento y el sonido porque queremos hacer una puesta en escena y rescatar un poco lo que quedó de Feminoise o de Ruidas, grupos a los que pertenecíamos y se han ido desintegrando. Más que la presentación del disco es una excusa para mostrar algo que estamos explorando. Ellas son re grossas desde el arte visual. Entre las tres, estamos pensando puestas en escenas para el verano.

 

*Integrante del PID 3181 (FCEDU / UNER) “Escenas de la música urbana. Experiencias históricas y actuales del rock-pop en Paraná”

 

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