Enfiladas sobre la costa, las siluetas de niños y adolescentes se recortan en uno de los extraordinarios atardeceres de Bajada Grande. Mientras el sol se hunde en el horizonte occidental, los gurises de la costa prueban el pique. Al momento en que las luces del día y las sombras de la noche se confunden, sus ilusiones penden de esas líneas que se hunden en el río. El cielo rasgado por nubes livianas, el agua que corre planchada, el verano que recién comienza y los corazones expectantes son el marco de esa estancia propia de este lugar en el mundo.
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