En el río rebotaban los colores apagados de la mañana plomiza. La cancha frente a Bajada Grande se perdía entre las islas neblinosas. Como traído por la corriente, el otoño estaba haciendo su arribo. Un par pescadores regresaban a la costa luego del trabajo. Venían en una canoa con motor y acompañados por un perrito. Traían a rastras una piragua. Luego de descargar sus cosas, se pusieron la embarcación a remo al hombro y subieron la rampa. Al mismo tiempo, llegaba un adulto y un niño con cañas para transitar ese día feriado bajo la influencia de una experiencia paranasera. Ese cruce casual y autóctono quedó inmovilizado en esta instantánea.
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