7 de diciembre de 2024

Gramática poética audiovisual

TEXTO PABLO RUSSO

FOTOGRAFÍAS LAURA CIÁMPOLI

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Un reencuentro, una ausencia y la dificultad de decirse unas cuantas cosas son el fuego que alimenta la historia de Pablo y Jesi en Instrucciones para flotar un muerto, segundo largometraje del cordobés Nadir Medina. Pablo (Santiago San Paulo) trabaja en un hospital de la ciudad de Córdoba; Jesi (Jazmín Stuart), regresa al país después de un tiempo en España y, entre ellos, deben remontar la distancia afianzada con los años y la presencia de una sombra flotante cargada de helio.

Si bien el título puede remitir al primer apartado de Historias de Cronopios y de Famas, de Julio Cortázar (Manual de Instrucciones), su contenido propone un ambiente poético emotivo e intimista presente tanto en lo textual como en lo visual. Instrucciones para flotar a un muerto (Argentina, 2018) se proyecta el viernes a las 22:30 en el Cine Rex, dentro del ciclo que produce Relámpago Verde. Anticipando el evento que lo tendrá como presentador de su obra, 170 Escalones dialogó con el director mediterráneo.

 

 

¿Cuál es la génesis de esta idea y cómo fuiste trabajando la historia y los personajes?

La película surge a partir de varias cosas. La empecé a escribir en 2012 desde un guion que me había quedado a medias, de otra película sobre la relación de un padre y un hijo en el contexto de 2001. Era un guion que no terminé pero en el que aparecieron dos personajes súper fuertes, Pablo y Jesi, los protagonistas de Instrucciones…, que habían cobrado tanta fuerza que pedían una película propia. De ahí surgen los personajes. Por otro lado, en 2012 empezaron a volver muchos amigos que se habían ido a vivir a España, principalmente en el 2001. En ese gran año de repatriada de artistas y científicos charlé un montón con amigos y amigas que regresaban y comenzó a filtrarse esa idea de unir estos personajes con ese contexto, esa realidad. Además, estaba la idea de los poemas, sobre todo el de las “Instrucciones” del principio y el que está en medio de la película, que yo había escrito hace un tiempo y tenía ganas de ponerle imágenes. Surge un poco metiendo en la licuadora todas estas inquietudes diseminadas, ahí empezó a tomar forma la historia de esta película. De 2012 hasta fines de 2016 fue un largo proceso de guionado en el que me ayudaron un montón de colegas, compañeros y compañeras.

 

¿La estética, la composición y la puesta de cámara estaban predeterminada en ese guion o surgieron en el rodaje?

Si bien había una intención a partir de la escritura del guión con algunas cosas que iban apareciendo (ya denotaba un ritmo, ciertos planos, intención de movimientos de cámara y filmación de ciertos espacios), la estética, la composición y todo lo que tiene que ver con la puesta apareció fuertemente trabajando con el resto del equipo: el director de foto, el camarógrafo, el director de arte, los actores. También cuando tuvimos las locaciones. En el guion no estaba descrito ese pasillo que tiene mucha importancia en la película. Había una intención estética de cómo queríamos que se viera la película, pero realmente todo lo que queda plasmado materialmente, sensorialmente, es un trabajo en equipo. El guion terminó de tomar forma en el rodaje y sobre todo en el montaje, que lo hizo Lucía Torres. Ella descubrió y le imprimió un ritmo y un tiempo, y un poco la dimos vuelta, la reescribimos, la fuimos rencontrando a partir de las películas posibles que habíamos filmado. Más allá del guion, decidimos faltarle el respeto y construir una película que iba surgiendo a partir de esos personajes.

 

 

¿Cómo trabajaste con los actores?

A mí me gusta mucho ensayar. En El espacio entre los dos (2012) habíamos ensayado muchísimo con nuestros protagonistas. En este caso fue bastante diferente, no hubo muchos ensayos, un poco por cuestiones de producción: Jazmín vive en Buenos Aires y Santiago es cordobés. No hubo tiempo para poder juntarlos a ambos. Tenía que ver con el diseño de producción y lo presupuestario, pero también con una intención estética, una propuesta o una búsqueda de que los personajes tenían que estar un poco desconectados entre sí, como si hubiera una falta de química. Por eso la decisión de que el personaje de Jesi lo haga Jazmín, que es de Buenos Aires, y Pablo alguien de Córdoba, en donde hubiera algo en el cuerpo de esos actores que invitara a esa desconexión y que a partir de lo que iba sucediendo en el rodaje empezaba a aparecer cierta complicidad entre ellos. Fue una especie de apuesta en la que nos jugamos -más allá de lo presupuestario y toda esa bola- y que fue interesante incluso para ellos en el trabajo del día a día en el set. Tenía que ver con eso, la relación entre dos amigos que están imposibilitados de comunicarse. Podríamos haber encontrado otros caminos, pero fuimos por ese y la verdad es que quedamos todos muy contentos.

 

¿Los tenías en mente a la hora de la escritura o surgieron de un casting?

Con Santiago venimos trabajando hace varios años en una obra de teatro en la que yo hacía cámara en vivo, entonces lo venía filmando durante bastante tiempo. Un poco fui adaptando el personaje para él, si bien pasamos una instancia de casting ya tenía muchas ganas de trabajar con él y el personaje estaba un poco construido así. En el caso de Jazmín sabíamos que queríamos trabajar con una actriz que no fuera de Córdoba y alguien que ya tuviera cierto nombre. Apareció Jaz a través de la sonidista, Jésica Suarez, que me la presentó. Tuvimos una reunión en Buenos Aires y a la media hora ya habíamos entendido que queríamos trabajar juntos, así que fue una instancia súper linda.

 

 

¿De dónde viene la intencionalidad poética explícita e implícita de la película?

Tiene como esa piedra fundacional en los poemas, en la de “Instrucciones” principalmente, entonces había como una predisposición para trabajar la poética tanto en lo explicito –palabras, texto, poesía recitada-  como en intentar llevarla a la puesta en escena y al lenguaje cinematográfico. Buscamos con el resto del equipo encontrar esta gramática cinematográfica, que la poesía se filtre a través de ciertas cosas de arte como las cortinas, el viento, decisiones de cámara, travelling in o out y reforzar cosas a través del sonido. Fue un trabajo de mucha investigación y conciencia con el resto del equipo de cómo poder construir poesía más allá de la poesía narrada en sí misma.

 

Es una película sobre el lenguaje en sí mismo, también…

Habla del lenguaje. Alterna momentos de silencio con momentos de mucha palabra, y es una película que habla de la imposibilidad de comunicarse verbalmente o de decir lo que se tiene que decir y se decide no decir. Ahí empiezan a aparecer otros modos de comunicarse: la poesía, la música, otras manifestaciones del lenguaje que vienen a subsanar lo que los personajes no pueden decirse. Es una película que habla un poco del lenguaje y ahí es donde se filtra la poesía como la palabra puesta en un lugar de mucha sensación y de vehículo muy emocional.

 

Por otro lado, está el tema subyacente de las crisis económicas que empujan a la juventud a irse del país como una especie de exilio económico. ¿Fue una excusa para el reencuentro o la pensás cómo temática de fondo? ¿Cómo te atraviesa a vos como argentino, joven y del interior?

Sí, puede ser que sirva como excusa; es un puntapié la historia de 2001 y del 2012, que es un año en el que España entró en crisis y empezaron a volver muchos amigos, más allá del contexto nacional que propició el regreso. Dentro de ese contexto se inscribe la película y sirve como detonante para que se encuentren los personajes. Esa cuestión generacional de los que se fueron en 2001 y volvieron -y ahora probablemente se estén yendo todos de nuevo- atraviesa la película y a mí como generación, aunque menos que a los más grande. Tengo 29, pero los de 35 a 40 están muy marcados por ese exilio. Fue como el caldo de cultivo para que suceda esta historia.

 

 

¿Cuánto tiempo te llevó hacer la película hasta el estreno y cuánto de ese tiempo es del propio proceso creativo y cuanto de las dificultades para realizar?

La empecé a escribir en 2012. En 2014 la presentamos en el Instituto de Cine (INCAA) y conseguimos la preclasificación. Se terminó filmando a fines de 2016, se postprodujo en 2017 y parte de 2018, que fue el año en que se estrenó, no por tiempos del proceso creativo, sino por dificultades económicas. En 2014 el Estado nacional era otro, con el nuevo gobierno hubo un desmantelamiento y desfinanciación de la cultura que generó muchos problemas para las películas y proyectos que venían en curso. Quedamos atrapados en medio de este cambio feroz, de presidencia en el Instituto, de plan de fomento, con la adecuación a los diferentes planes, la devaluación. Todo lo que todos conocemos nos complicó muchísimo al momento de salir a filmar y sobre todo muy fuertemente en la postproducción que la demoró muchísimo y ni hablar del momento del estreno y la distribución. Es un momento muy complicado para el cine argentino, donde es muy difícil conseguir salas en el circuito comercial de distribución de estrenos. La tuvimos que remar durante varios meses hasta poder estrenarla. Nada muy diferente a lo que sucede en el resto del país en el ámbito de la cultura y la ciencia.

 

En ese sentido ¿Cómo ves el panorama del cine nacional?

Es un cine con muchísima historia, potencia, grandes directoras y directores, productores, técnicos y actores; entonces no tengo duda de que no va a dejar de crecer y dar películas fabulosas, pero realmente estamos en un momento muy complejo en cuanto a la financiación. No solo en el cine, sino en la cultura en general. El cine es un arte súper caro, una película promedio según el mismo Instituto hoy está en veinte millones de pesos, cosa que el Instituto no te garantiza. Hay un montón de imposibilidades técnicas para acceder a la financiación. Hoy la intención del gobierno nacional y quienes llevan adelante las políticas públicas del Instituto es garantizar un cine para pocos, para las grandes productoras, y hacer desaparecer a las pequeñas, las independientes, la diversidad de miradas. El cine es un modo de ver el mundo y cada película es una mirada nueva y refrescante que contribuye a la cultura, en este caso de la Argentina, y claramente para al Estado nacional estas películas les resultaran incómodas o no rentables al nivel que ellos piensan la política pública Hoy las posibilidades de hacer cine para la gente del interior y las pequeñas productoras están muy complicadas. Vamos a seguir haciendolas de todos modos, es lo que sabemos hacer y es nuestra forma de resistir. Estamos luchando en diferentes asociaciones, juntándonos, discutiendo, viendo posibilidades para poder seguir haciendo películas en la forma en la que las películas se lo merecen.

 

Últimamente incursionaste en la dirección teatral. ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Hace un año que estoy dirigiendo una obra de teatro unipersonal, Flores nuevas, a partir de un texto homónimo de Federico Falco, que tiene en escena a Ignacio Tamagno, un gran actor cordobés. Ahora estamos por volver a escena en mayo y la verdad fue una experiencia increíble. Empecé por una propuesta del actor que me invitó a que lo dirija. Es otro lenguaje y otra forma de narrar historias. A la vez, ahora estoy filmando de modo independiente un ensayo político sobre la realidad argentina y cordobesa, un híbrido de ficción y documental que se llama Les desobedientes, con un conjunto de actrices cordobesas a partir de investigaciones e improvisaciones sin guion. La intención es de terminarla este año. Además, estoy escribiendo otra película con una colega, pero más a largo plazo.

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El realizador Nadir Medina estará presente en la proyección organizada por el Relámpago Verde para dialogar con el público. El encuentro será este viernes 19 de abril a las 22:30 en la sala 3 del cine Rex (Monte Caseros 266) y cuenta con el apoyo de la Secretaría de Turismo y Cultura de la provincia de Entre Ríos y el Polo Audiovisual Córdoba. El valor de la entrada es de 80 pesos.

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