La música en streaming

TEXTO ROMÁN MAYORÁ*

 

Una noticia y varias aclaraciones

En los últimos días, muchos diarios y portales web publicaron titulares donde anunciaban que SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) cobraría un «nuevo impuesto» a las transmisiones de música en vivo por streaming, que implicaba el pago del 12% de los ingresos totales para shows que cobren entrada, y el pago de un canon fijo de $250.000 para los espectáculos con auspiciantes y de $400.000 en caso que, además de internet, se transmita por otros medios de comunicación. El comunicado oficial, con el título «Nuevas tarifas en el entorno digital» fue publicado por SADAIC el viernes 15 de mayo, como actualización de su política y tarifario sobre el entorno digital. Esto generó un sinfín de comentarios en redes sociales, algunas reacciones de músicos y productores y la posterior salida de la entidad a intentar aclarar los tantos y calmar las aguas.

Desde Santa Fe, el músico, abogado y docente especializado en Derecho de Autor Rodrigo Gozálbez comenta que «en primer lugar, hay que sacarle la palabra “impuesto”. No se trata de un impuesto, es una compensación por el uso de propiedad ajena, que pertenece a los propietarios de los derechos. Es la licencia de un derecho. Algunos sectores, por ignorancia (o no sé por qué) ponen la palabra «impuesto». A los músicos no se les va a cobrar por tocar sus canciones o pasar su música por streaming. Se le va a cobrar a un festival que venda entradas o ponga publicidad y use la música para obtener un beneficio». Al mismo tiempo, agrega que «la pandemia sacó los trapitos al sol en todos los sentidos y el mundo digital fue uno de ellos», y por eso se vuelve necesaria «la intervención de SADAIC y el resto de las entidades de gestión colectiva en el entorno digital. El derecho de autor y el rol de estas entidades es fundamental».

 

 

Una mirada similar sobre el tema tiene Gustavo «Coqui» Sattler, músico paranaense integrante de Los Príncipes del Compás y Genitales Argentinos, quien está afiliado a SADAIC y además integra actualmente el directorio de AADI (Asociación Argentina de Intérpretes), una entidad sin fines de lucro que cumple (en relación a los intérpretes) un rol similar al de SADAIC respecto a los autores y compositores. «El derecho de autor está consagrado en tratados internacionales, en la Constitución y en la Ley 11.723, y ahí no hay mucho que decir. La crítica que puedo hacer es que SADAIC históricamente ha tenido un problema de comunicación. SADAIC intimó a empresas privadas que usa música cuyos derechos están administrados por la entidad, y que además gastan mucho dinero en otras cosas. Eso se trasladó después a que SADAIC supuestamente cobraba por cualquier streaming. Esto no es así: si la transmisión que uno hace es gratuita, SADAIC no cobra, a pesar de que debiera o podría cobrar, porque si yo toco una versión de un tema que no es mío y lo viralizo en la web, eso me trae beneficios, tocar en otros lugares, prensa, publicidad… y el autor de esa canción no ve una moneda. Quizás el problema de SADAIC es no haber explicado suficientemente en todos estos años que se trata de un derecho, no de un impuesto. En ese problema de comunicación se podría incluir a los inspectores, que tampoco han sabido explicarlo a sus usuarios, los músicos. La única forma de que un músico tenga ingresos es a través del derecho de autor, que es el salario del creador».

En la actividad musical en Argentina existen tres grandes entidades que trabajan defendiendo distintos derechos: SADAIC para autores y compositores, AADI para intérpretes y CAPIF para productores de fonogramas. A su vez, en Argentina rige legalmente el sistema de derecho de autor, y no el de copyright (y su contracara, el copyleft) que se utiliza en los países anglosajones. Existen muchas diferencias entre estos marcos legales: para resumir la cuestión, la diferencia fundamental es que mientras el derecho de autor protege derechos morales del autor intelectual de una obra, el de copyright / copyleft regula el derecho sobre las copias de la producción realizada. Esto último fue lo que generó juicios y controversias hace 20 años (a comienzos del siglo XXI) con plataformas peer to peer como Napster, que permitían hacer copias de fonogramas sin el pago del derecho correspondiente y recibieron a cambio las demandas de la industria discográfica, y en particular del grupo Metallica.

En la web, con su alcance potencialmente planetario, la administración y el resguardo de los derechos de autor resulta compleja. Rodrigo Gozálbez comenta que «esto está recién empezando. La tendencia en Europa y en la última directiva que aprobaron el año pasado son las licencias transnacionales. Internet genera el problema de una nueva ubicuidad de la obra intelectual. Entonces hay que buscar la forma, y el licenciamiento es la solución. Cuando hay entradas o publicidad, es decir, un beneficio directo o indirecto, tiene que haber una compensación a favor del titular de los derechos de autor».

En Argentina, la potestad del cobro de estas compensaciones por el derecho de autor lo tiene SADAIC desde su creación en la década del 60, y sus facultades se derivan de la Ley 11.723 aprobada en 1933 y modificada varias veces. Sobre SADAIC, Coqui Sattler agrega que «es importante tener en cuenta que se trata de una entidad colectiva y mutualista, es decir, no es un ente privado ni un ente gubernamental. En otros lugares del mundo hay entidades privadas (manejadas generalmente por las grandes corporaciones) que se encargan de esto. Y acá, en mi opinión, hay otro problema: cada tanto aparecen noticias donde aparece manchado el rol de SADAIC. Como la entidad recauda y distribuye mucho dinero, es mirada con mucha atención por estas multinacionales. No es inocente de parte de ciertos medios en Argentina que publiquen estas cosas, haciendo lobby en contra de SADAIC, y cuando la entidad da un paso en falso le caen con este tipo de cosas».

 

 

El streaming en nuestra región

Desde que comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio en este «año de la pandemia», el Instituto Nacional de la Música (INAMU) realizó varias convocatorias para otorgar subsidios a los músicos que están en peor situación económica, y la Unión de Músicxs Independientes (UMI) generó acuerdos con Spotify para realizar una campaña de recaudación de fondos con el mismo fin. Todos los sectores de la cultura se han visto afectados por la situación actual. A los músicos se suman actores, bailarines, directores, iluminadores, docentes, dueños de salas, y un larguísimo etcétera. Se trata de sectores culturales sumamente productivos y con mucho potencial de crecimiento, que están sufriendo las consecuencias no sólo del parate actual sino también de la histórica carencia de políticas específicas, marcos legales y regulaciones adecuadas a distintos niveles (municipal, provincial y nacional). Como si esto fuera poco, el sector cultural ya venía muy golpeado por la crisis económica que hacía tambalear muchas actividades, con lo cual el panorama actual pareciera no poder empeorar aún más.

Mientras sucede todo esto, en Paraná, Santa Fe y el resto de la región existe una escena donde hay artistas movilizados para, usando las herramientas disponibles en la web, promocionar sus creaciones y continuar en contacto con su público. Para esto, la herramienta privilegiada es la transmisión por streaming de forma gratuita en redes sociales. Si bien los artistas consultados no están percibiendo ingresos económicos directos ni indirectos, estas actividades les permiten mantenerse en actividad y comunicados, en una situación sin precedentes que está obligando a replantear todos los aspectos de la vida cotidiana doméstica y laboral.

En Santa Fe se viene realizando desde la segunda semana de la cuarentena el festival online Fuera con esa corona, movilizado por Florencia Ordiz y Mariano Rinaldi (que integran el colectivo “Pretérito perfecto”) junto a Emiliano Raffín (de la productora “El pulso errante”). Florencia comenta que empezaron con la idea de «activar algo que nos mantuviera en contacto entre nosotros y con otros compañeres trabajadores de la cultura». El evento se realiza cada viernes a las 21:00 a través de transmisiones en vivo desde las cuentas de Instagram de los distintos artistas participantes, quienes realizan presentaciones en breves bloques e invitan al público a mudarse de cuenta en cuenta durante dos horas. En el camino, el proyecto fue afinando sus objetivos: «el primero fue que tenga una curaduría, mezclar las escenas artísticas del litoral para mostrar la diversidad y el potencial creativo», explica Florencia. Por otro lado, agrega que «en este contexto, donde la situación socioeconómica de los trabajadores de la cultura se ve recrudecida, proponemos visibilizar la problemática mostrando que necesitamos atención y contención desde las políticas públicas».

El viernes 22 de mayo se realizará la novena edición del ciclo, iniciando la travesía en el perfil de Instagram de Antonela González. Por este festival han pasado músicos, poetas, actores, performers y artistas visuales de la región, invitando incluso a estudiantes de los creadores participantes a subir al escenario virtual para mostrar sus trabajos. La organización realiza la curaduría y hace el acompañamiento y el apoyo para la transmisión, a partir del relevamiento de los recursos técnicos disponibles por parte de cada artista. A futuro, esperan que se pueda transformar en una agenda para seguir compartiendo fechas, producciones y otras informaciones. Para los organizadores, la respuesta ha sido muy positiva, y destacan además que también están cubriendo un rol de contención de los artistas y del público.

 

 

En Paraná, algunos integrantes de Cosmomedia colectivo también están realizando presentaciones en vivo a través de la web. Emiliano Rey, miembro del grupo, viene utilizando las herramientas de transmisión por streaming «desde mucho antes de la pandemia, porque me parece muy interesante por todas las posibilidades que brinda. Desde que tuve una buena conexión a internet y las posibilidades técnicas lo vengo haciendo, y ahora lo estoy haciendo mucho más, intentando que no sea una transmisión ‘seca’, que no me vean sólo tocando, sino sumarle otras cosas». En ese camino, junto a VJ DesiDeé armaron un living-estudio donde tocan y proyectan visuales, y en estos días otro miembro de Cosmomedia, Gallegher Plus, también se sumó a la movida.

Emiliano agrega: «Estoy acostumbrado a tocar para gente en vivo, a sentir esos nervios lindos, y para mí tocar online es muy parecido, me genera lo mismo el saber que hay alguien del otro lado que está esperando lo que yo estoy haciendo». En estos meses de aislamiento, llegó a tener aproximadamente 200 espectadores en sus sets transmitidos por Instagram. Para el músico y DJ local, esta red social no es la ideal para realizar streaming, mientras que a través de Facebook (aunque esté un poco pasado de moda) logra una mayor flexibilidad de uso. Por eso viene alternando en el uso de estas y otras plataformas, como Twitch, Mixer o YouTube. Este viernes 22 de mayo, Emiliano y DesiDeé participarán de Fuera con esa corona Vol. 9 a partir de las 22:30 desde la cuenta de instagram @3milianorey.

 

Sobre derechos, cobros y desconfianzas

Tras el revuelo que armaron las noticias sobre la actualización tarifaria en el cobro de SADAIC a las transmisiones por streaming (una de las pocas actividades que los músicos han podido mantener durante la cuarentena además del dictado de clases virtuales, ambas actividades que requieren ajustes técnicos y una experticia particular) llegaron las respuestas desde distintos sectores de la actividad musical a nivel nacional. La entidad recogió el guante, y emitió esta semana un nuevo comunicado con el título “Para que no haya dudas en el uso de música en la web», donde se dirigen directamente a los músicos para señalar que no se debe pagar «por subir obras musicales a la web vía Youtube, Facebook o Instagram para difusión, promoción y ejecución pública como autor, compositor o intérprete”, mientras que sí deberán pagar quienes «soliciten un pago a quienes deseen ver el evento musical,  o quienes tengan como auspiciantes, marcas comerciales o similares como forma de publicidad y/o promoción entre otros conceptos, sean los programas en vivo o pregrabados».

Analizando las repercusiones que tuvieron los titulares periodísticos entre los artistas, y en relación a los cuestionamientos a SADAIC, Coqui Sattler considera que «a los músicos en general no nos gusta llenar papeles. Y SADAIC necesita la información para pagarte. Si vos tocás en todos lados pero no llenás planilla no vas a cobrar, es así. Hay músicos que no están de acuerdo con la institución y con el derecho de autor, y lo paradojal es que al mismo tiempo creen fervientemente en la lucha colectiva… Lo que no comprenden es que SADAIC es una entidad democrática administrada por músicos, o sea que es de ellos también, aunque estén en contra. Así, sacrifican la idea de la lucha colectiva por los derechos, porque quedarte con la plata de las entradas sin pagar SADAIC lo podés hacer en tu ciudad, pero si alguien está tocando tu canción en Salta, en Tucumán o en Neuquén, es imposible que vayas personalmente a cobrarle por los usos de tu obra. Andá a plantarte en soledad frente a la cervecería Quilmes a favor de tus derechos… SADAIC está justamente para defender de forma efectiva el derecho, desde lo colectivo».

 

 

Rodrigo Gozálbez agrega: «Considero erróneo que haya músicos que tomen todo esto como un ataque. Hoy, la gente que hace trap (por poner un ejemplo) cobra buenas regalías, pero eso es gracias a que en su momento los folcloristas, los grupos de cumbia, de tango y otros géneros trabajaron muchísimo para tener el sistema que tenemos en la actualidad. Los músicos hoy tenemos las manos atadas y los instrumentos apagados, y somos los últimos que vamos a volver a trabajar, así que no hay que pelearse entre músicos. Hay que pedir, en todo caso, que se aclaren los tantos, y no salir a hacer declaraciones apocalípticas».

La discusión no está saldada, y las instituciones son criticables porque siempre son perfectibles, aunque es necesario tener información concreta (y no hacer tanto caso a los titulares) para poder realizar una crítica seria y constructiva. Hay, además, muchos temas que requieren otros análisis, como la popularidad de las licencias copyleft en un país donde la legislación resguarda el derecho de autor (y no el de copia). Los shows musicales (de carne y hueso o por streaming) cubren una demanda que antes, durante y después de la pandemia aparece atravesada por el mercado y la lógica de la ganancia (muchas veces de las empresas, pocas veces de los artistas). Los casos del Quilmes Rock y la Fiesta Bresh en casita por streaming, que sumaron miles de espectadores generando tráfico web y publicidad, son suficientemente ilustrativos al respecto.

Sin embargo, es necesario no perder de vista que el acceso a la cultura y su disfrute también es un derecho fundamental del ser humano que necesita ser garantizado, más aún en estas circunstancias tan particulares. Muchas de las experiencias que están realizando los artistas de la región ayudan en este sentido, y además de acercarse a su público perfeccionan sus conocimientos técnicos y artísticos en las formas de gestión y realización de sus presentaciones en el mundo virtual. También hay que tener presente que internet parece poner todo al mismo nivel, cuando en realidad hay muchísimas diferencias entre los músicos de la región y los mega-festivales. Obviamente, queda mucho por hacer.

 

*Integrante del PID 3181 (FCEDU / UNER) «Escenas de la música urbana. Experiencias históricas y actuales del rock-pop en Paraná»

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