TEXTO FRANCO GIORDA
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Una de las obras candidatas al Oscar en la categoría Mejor película internacional es Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021) del director napolitano Paolo Sorrentino. El título mismo, y parte importante de la trama, giran en torno a la figura de Diego Maradona. No es una película sobre el astro del fútbol, sino que su presencia es el trasfondo de una historia familiar que se desarrolla en la Nápoles de los 80 del siglo XX.
La historia puede dividirse en dos partes. En la primera, la inspiración en Federico Fellini es explícita. Incluso, el apego al gran director de La dolce vita y 8 y ½ es tan estrecho que la frontera entre el homenaje y repetición de algo ya hecho, por momentos, parece borrosa. Personajes extravagantes, situaciones descabelladas y la presencia de lo onírico se dan cita en una narración con tintes cómicos y absurdos. Esto, en el marco de las ilusiones que genera la llegada del futbolista argentino al club del sur italiano.
Sorrentino plantea, de este modo, una clave de entrada para desarrollar una de las maneras de ser de ese pueblo; seguramente, la más popularizada. La épica deportiva del mundial de Méjico 86 tiene su porción destacada en este perfil sociológico propuesto por el director. Este trazo incluye la pasión, el desborde, el humor, la exageración, el amor, la irracionalidad, el drama, el engaño, la celebración, lo religioso, el sexo y los sueños. Estos condimentos son los que articulan las relaciones que mantiene la familia protagonista, integrada por un matrimonio, dos hijos y una hija. Este grupo se expande en una curiosa y numerosa parentela que, al igual que gran parte de la ciudad, está pendiente de los resultados del club local. Las similitudes con la historia de muchas familias de Argentina no son difíciles de encontrar.
La segunda parte de esta producción cinematográfica se da a partir de un giro en el guion que le otorga otro carácter al film. Este segmento es menos previsible y, por tanto, más atrayente. El foco se centra en la deriva de uno de los personajes, el hijo menor de la familia mencionada, que se ve obligado a buscar su propio destino por fuera de su seno. En su deambular, nacen las contradicciones propias de momentos simultáneos de felicidad y profunda tristeza. Sin subrayados, y de manera personal, Sorrentino logra construir la convivencia de sentimientos encontrados al interior del alma humana. Los elementos autobiográficos incluidos aquí seguramente han catalizado un tratamiento virtuoso de estas difíciles condiciones que obligan al personaje principal a salir, no sin esfuerzo, de su propio laberinto existencial.
A su vez, otra protagonista sobresaliente de la película es la propia ciudad de Nápoles (y otros puntos del sur de Italia). La arquitectura, el diseño urbano, el mar y la gente viviendo en esos espacios son parte importante de la propuesta cinematográfica. El cine como vía de reconocimiento del mundo se actualiza aquí de muy buena manera.
Otro punto a observar es cómo Sorrentino introduce pequeñas, y hasta desapercibidas, señas de un modo específico en que se dan las relaciones de género en el contexto histórico en el que se desarrolla la historia. Cuestiones vinculadas a la violencia, los engaños o el debut sexual, que seguramente en la actualidad serían asumidas desde otra perspectiva, en este caso, son reconstruidas bajo la cultura vigente de los 80. Sin remarcar ni exagerar, son exhibidas, con el naturalismo propio con el que eran vividos en aquel tiempo, los vínculos, subjetividades, roles y mandatos.
Además, como se adelantó, la película plantea la adhesión fervorosa hacia Maradona y el carácter religioso que asume esta admiración (o devoción) por parte de la afición. En este caso, el director no construye ya una perspectiva abierta, sino que, más bien, naturaliza el fenómeno sin mayores preguntas.
La película se puede ver a través de Netflix. A su vez, este servicio de streaming ofrece una entrevista al propio Sorrentino. Este bonus track otorga elementos valiosos para la receptividad del trabajo artístico. Durante el diálogo con la cámara el realizador recorre las locaciones donde filmó la obra y se refiere a su propio vínculo con esos espacios. Esto le permite referirse a las características de esta urbe y hablar de su historia personal; ambas, pilares de la realización.
Así, a partir de un tiempo y un lugar particulares, se narra una historia con una mirada que trasciende lo específico para representar una época y un modo de vivir.
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