TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
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La pregunta que titula estas líneas la hizo Marcelo Justo en el auditorio Rodolfo Walsh de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, el miércoles 25 de septiembre por la tarde. Justo, periodista que forma parte de Tax Justice Network y corresponsal de Página 12 en Londres, estuvo en la ciudad en el marco de las XIII Jornadas Universitarias «La radio del nuevo siglo», que se desarrolló en esa casa de estudios entre el miércoles y el viernes 27 de septiembre.
La respuesta que dio es práctica: los paraísos fiscales ocupan un lugar central en la economía global y en el funcionamiento actual del capitalismo. «¿Cómo hablar de paraísos fiscales sin morir en el intento?», fue el otro interrogante del responsable del programa de radio en formato podcast Justicia impositiva –que se transmite en inglés, español, árabe, francés y portugués– y ex trabajador de la BBC. «No ser economista, para mí, termina siendo una ventaja: trato de explicar lo más sencillo posible sin achatar el tema. Primero tengo que entender para explicarle a los otros», aclaró Justo, integrante de la organización más antigua en la lucha contra los paraísos fiscales (Tax Justice Network).
La visión popular y mediática de estos sitios, comentó el especialista, es el de un lugar al que va, en general, el crimen organizado y ciertas celebrities, pero que se trata de un tema más bien periférico sin gran importancia para el funcionamiento de los países, desarrollados o no. El capitalismo financiero domina el capitalismo actual, aseguró Justo.
Esto se explica, por un lado, por la cantidad de dinero que existe en esos paraísos. En 2019 el FMI calculó entre 30 y 35 billones de dólares, equivalente a la economía de China, Estados Unidos y Alemania, y prácticamente la mitad del producto bruto de todo el mundo. Por otro lado, los principales protagonistas responsables de los flujos financieros ilícitos son las multinacionales, con un 65%; le siguen el crimen organizado (tráfico de armas, drogas, personas, etc.) con un 30%; y la corrupción política se lleva un 5%, según sus fuentes.
«Las multinacionales son grandes actores de la economía global. En el sector productivo tenemos una clara muestra de cómo funcionan estas multinacionales, por el peso que tienen en el comercio. El 60% del comercio internacional es entre multinacionales que se venden a sí mismas o a otras», aseveró Justo. Ejemplificó con el comercio de ananá de Costa Rica: el 65% lo produce y comercializa una empresa que tiene sede central en las Islas Caimán, donde además tiene 30 subsidiarias. Esas islas tienen poco más de 55 mil habitantes y allí va toda la exportación de ananá, en teoría. Esto es porque las multinacionales organizan dos rutas diferentes: una es la del papel (Islas Caimán), y la otra es la tradicional de los barcos con el producto concreto. «Esto pasa con la soja y con todos los productos primarios de América Latina. Forma parte del funcionamiento normal de las multinacionales. Esta mecánica se puede complejizar, pero es el mismo proceso», detalló.
Como segundo ejemplo, Justo compartió un estudio reciente de economistas del FMI y del Banco de Dinamarca, que concluyeron que de toda la inversión directa del mundo, 50 billones de dólares –prácticamente el 40%- son empresas fantasmas, de papel, artilugios fiscales de las multinacionales. Su argumentación continúa por la emisión del dinero: los 28 principales bancos del mundo dominan el 90% de la emisión de dinero del mundo. El dinero que circula tiene como fuente los bancos privados, no los Estados. Estos bancos son grandes usuarios de paraísos fiscales, tienen distintas subsidiarias para triangular operaciones. La economía está cada vez más financializada: esto quiere decir que los actores apuestan a la especulación más que a la producción y al empleo, «lo que genera un agujero en el modelo actual del capitalismo global», advirtió.
«Como corolario, todo esto de los paraísos fiscales tiene un impacto en las variables económicas y sociales que se discuten normalmente en los medios y que forman parte del debate político, pero sin referencia a los paraísos fiscales. Desigualdad, pobreza, salud, seguridad, justicia; en todos estos temas son centrales los paraísos fiscales», indicó. ¿Por qué esta relación? Porque la evasión fiscal significa desfinanciamiento del Estado; es decir, deterioro del Estado de Bienestar que se consolidó después de la Segunda Guerra Mundial. La solución, por lo general, se busca en la reducción del gasto público, o se empeora la calidad de los servicios, o se toma deuda. «Muchas veces, las tres cosas a la vez, y en todo caso se aumenta el impuesto a los que no tienen otro remedio que pagar, como el impuesto al consumo, que es el más injusto que puede haber porque lo pagan por igual un multimillonario y un mendigo», dijo.
Ante la posibilidad de achicar el gasto, Justo afirmó que hay que plantearse por qué recaudamos mucho menos de lo que necesitamos. «Argentina es una de las cinco naciones donde las multinacionales evaden más impuestos. Anualmente son alrededor de unos 24 mil millones de dólares. Da una idea de lo que no se recauda y se pierde el país a nivel de desarrollo. Lo que no se recauda es lo que no se puede invertir», sentenció.
El desafío mediático
Justo se ocupó también del problema mediático, retomando la interpelación inicial. Cuando trabajaba en la BBC, contó, empezó a escribir sobre paraísos fiscales a partir del estallido financiero de 2008. «En el mundo desarrollado se vio muy claro el papel central que tenían los paraísos fiscales que devino en una recesión global. En la BBC me decían “tenés razón, pero a la gente no le interesa esto”. Los convencí de diversas maneras, aunque muchas veces no pude. Empecé a ocuparme casi exclusivamente de ese tema. Hacía grandes malabarismos para lograr encajar títulos que fueran atractivos. Cuando llegué a JTN y me ofrecieron hacer este programa de radio fue una sensación de libertad absoluta. Ellos querían que me dedicara pura y exclusivamente al tema. Pero el problema es árido, lo sé porque no soy economista. A este obstáculo se suma el de hacer un programa de amplio espectro, como los antibióticos: hablar de economía y asuntos internacionales pero con un tema que recuerde la evasión fiscal y los paraísos fiscales. El tercer inconveniente, más difícil, es la escasísima cultura tributaria que existe en América Latina», confesó.
¿Qué hacer ante esto? Justo propone hablar con lenguaje llano, no usar tecnicismos, que se explique continuamente de qué se está hablando. «En los medios hegemónicos se trata de opacar esto, o impulsar una agenda política que busca bajar el gasto público, ¿para qué? Para pagar menos impuestos, ¿quiénes? Los mismos que dicen que hay que bajarlos. Historizar y contextualizar es importante. Desde el pirata Francis Drake hasta los Panamá papers, el mundo de los paraísos fiscales es un mundo de realismo mágico: en un edificio hay 70 mil empresas, por ejemplo, ¿dónde están? Lo que hay son 70 mil buzones», describió.
La advertencia de Justo es ineludible: «Estamos al borde de una recesión global, con las mismas causas de fondo que en 2008, como si no hubiésemos aprendido nada». Repasó entonces los asuntos conocidos como Offshore Leaks (2014), Lux Leaks (2014), Siwss Leaks (2015), Panamá papers (2016) y Los papeles del paraíso (2017). «Llegan a la agenda pública pero muchas veces parecen perderse en el sensacionalismo: se habla más de que a (Lionel) Messi lo agarraron con los Panamá papers que a (Mauricio) Macri, como si tuviera la misma importancia un jugador de fútbol que el presidente de la Nación. Hay una equiparación de todo con todo a través del sensacionalismo mediático», analizó. En este contexto, el rol de las radios y medios universitarios tienen el papel fundamental de clarificar. «En los medios universitarios y comunitarios muchas veces se da ese espacio que no hay en los medios comerciales», reconoció. La masa crítica de la conciencia social es la que puede llevar este tema a la agenda política y mediática para que los gobiernos se vean impulsados a tomar medidas de cambio. «Una nueva crisis a nivel global es inevitable. Hay una conciencia cada vez más creciente de que esto es insostenible, pero nadie lo quiere decir en voz alta», concluyó.
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