TEXTO Y FOTOGRAFÍAS JOHANNA PELTZER
.
.
La pandemia por coronavirus cambió el día a día de las personas de una manera inimaginable: desde las responsabilidades rutinarias como comer, dormir y trabajar, hasta aquellas actividades de ocio como relacionarse y celebrar. Y si de celebraciones hablamos, el Contrafestejo también sufrió un parate que lo introdujo en un proceso de profundo análisis, debate e intercambio. Algo así como fue su inicio.
Justamente, con personas buscando recuperar el candombe afrouruguayo como símbolo de resistencia a la dominación cultural fue que hace 20 años nació en Paraná el Contrafestejo: el mismo día que la historia establecida celebraba «el descubrimiento de América», los precursores afirmaban lo contrario: ¿Qué se iba a festejar? ¿La matanza indiscriminada de pueblos originarios y culturas? ¿La esclavitud de africanos? ¿El inicio del extractivismo de la naturaleza?
Aquellos que hace dos décadas analizaban y luchaban contra los mandatos impuestos no fueron los mismos que estuvieron este lunes 11 de octubre sentados en la plaza Alvear en asamblea, pero sin dudas se preguntaban lo mismo: ¿Por qué se contrafesteja?
Un proceso en silencio
La última edición fue en 2019 y claro que en un 2020 convulsionado por un virus mundial, las reuniones virtuales no eran para organizar un evento, sino para cuestionarse el sentido de realizarlo. Fueron casi veinte encuentros a través de la pantalla y tres presenciales donde dentro de los interrogantes había tres ejes importantes: por qué, cómo y con quiénes.
«Nos empezamos a preguntar por qué hacíamos esto, porque muchas veces ante la masividad se pierde un poco el eje de lo que se está convocando y conmemorando. Acá se busca honrar una cultura y una lucha a través del arte, y recuperar la memoria de la raíz de esto es lo más necesario», aseguró uno de los asistentes.
La forma de hacerlo también estuvo en el debate: ante lo copioso de las últimas ediciones, donde participaban comparsas hasta de países vecinos, ¿realmente se logra transmitir el mensaje? Las opiniones eran encontradas: desde «mejor chiquito y sentido», hasta la necesidad de algo grande porque «se tiene que hacer ruido para que la gente escuche», aseguraban.
En cuanto a las personas hubo dos focos de discusión, tanto en la organización como en la participación. ¿Pueden acaso muchas personas formar parte de la toma de decisiones? ¿Hasta cuánto es suficiente, cómodo o posible? Y sobre las intervenciones, ¿realmente hay lugar para todos o es mejor priorizar a colectivos y artistas locales antes que de otros lugares? ¿Hay sectores que también contrafestejan y no son convocados?
El rol del tambor
En el Contrafestejo, el candombe, el color y la danza se juntan para visibilizar aspectos de culturas afros e indígenas que existían antes de la colonización europea, con el objetivo de propiciar un espacio de reflexión colectiva. Y dentro del mismo, la llamada de tambores siempre fue el momento más emotivo y significativo, donde el arte y la resistencia se conjugan para convertirse en una sola lucha.
Visualmente atractivo, sensorialmente fantástico, el ritmo del candombe se escabulle por cada rincón del cuerpo y hace bailar a quien esté presente. Pero lo importante está detrás: la reivindicación cultural de los derechos de la afrodescendencia y pueblos originarios. «Es un llamador muy fuerte. Nos convoca la danza, el encuentro, pero ahora nos damos cuenta que la reflexión, la charla y la escucha también se volvieron importantes. Nunca va a ser una apropiación, sino una honra», indicaron en la asamblea.
«Yo era un niño de la calle, cuidaba autos en esta esquina y siempre veía un grupo de tres chicos que se juntaban a tocar. Cuando lo hacían, algo en mí cambiaba. Me interpelaba y creo que eso es lo que se logra con el llamado. Así fue cómo empezó mi historia con el Contrafestejo», contó otro de los presentes. De la experiencia surgió la necesidad de volver a habitar los espacios públicos y que las personas vuelvan a familiarizarse con las expresiones culturales: «Lo que no se nombra no existe y el tambor necesita nombrarse», indicó otra de las asistentes.
Toda crisis es una oportunidad
Sin dudas, el sitio que se abrió en la organización logró permitir expresiones personales que terminaron siendo colectivas: allí el desafío de aprovecharlas y materializarlas para enriquecerse y mejorar como espacio autogestivo, pero, por sobre todo, reivindicar la lucha a través del arte. Porque la esencia del Contrafestejo es el arte como herramienta política.
Entonces… ¿por qué se contrafesteja?
Se trata de contrafestejar para reflexionar como sociedad y recordar la identidad y cultura en su diversidad étnica, compartiendo la herencia de ancestros, revitalizando derechos y memorando la preexistencia a la conquista. Pero, por sobre todas las cosas, honrar a aquellos aborígenes y esclavos que cada noche encendían el ritmo de su tambor para celebrar un día más de vida.
Por segundo año consecutivo, en Paraná los tambores no suenan, pero la promesa está en que el año que viene lo harán mejor que nunca.
.
Interesante. Qué lastima q no hayan invitado abiertamente a la reunión a través de la página Organización Contrafestejo
Todos sabemos q el Contrafestejo es un espacio político. Hacer declaraciones públicas sin convocar es UNA LINEA DE ACCIÓN. Ojalá salga hermoso el año q viene