TEXTO FRANCO GIORDA
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Alberto Laiseca (1941- 2016) es un escritor de culto. Autor de obras emblemáticas, delirantes y desbordadas como Los Sorias, novela que supera las 1300 páginas, es una referencia fuerte en el mundo de las letras. Su figura también se hizo conocida por sus relatos de terror en la señal televisiva I Sat y por su actuación en algunas películas como El artista (2009) o Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011); ambas dirigidas por Mariano Cohn y Gastón Duprat. Además, se destacó por coordinar talleres de escritura de los que afloraron destacados escritores como la entrerriana Selva Almada.
El realizador paranaense Rusi Millán Pastori se enfocó, en su documental de observación Lai (2018, 90, SAM 13), justamente esta última faceta. Durante varios años registró la relación que estableció con sus alumnos. El viejo y fascinante diálogo que se establece entre las personas que enseñan y aprenden en el marco de una amistad forma parte del planteo.
Millán Pastori vive actualmente en Sao Paulo y desde su lugar de residencia respondió las preguntas planteadas por 170 escalones a propósito de Lai que se podrá ver en el Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER) este viernes 18 a las 20.
¿Cómo lo conociste a Laiseca?
A finales de los 90, cuando salió la primera edición de El jardín de las máquinas parlantes en (la editorial) Simurg, Piglia escribió una nota en el suplemento de literatura de Clarín que se llamaba La civilización Laiseca. Esa fue la primera vez que tuve noticas de él. Por esa época, conseguí La hija de Keops que fue lo primero que leí porque comprar Los Soria era imposible. El libro era carísimo, yo era estudiante y vivía en Buenos Aires así que era complejo. Después también me enteré de que él daba talleres en el (Centro Cultural) Rojas, pero no fui porque empecé a estudiar cine. Años después, Selva (Almada), que la conozco de Paraná, se fue a vivir a Buenos Aires y ella sí fue al taller de Laiseca. Así que me terminé haciendo amigo de sus compañeros. Luego ellos organizaron unas lecturas de Laiseca y yo iluminaba esos eventos. Esas fueron las primeras veces que me crucé con Laiseca. Eso habrá sido en 2005 o 2006.
¿Cómo surgió la posibilidad de realizar el documental?
Con ese mismo grupo armamos una especie de productora llamada La Compañía con el objetivo de llevar adelante algunos proyectos como por ejemplo editar libros raros. Era una forma de autogestión. Entonces, de ahí surge la idea de hacer algo con Lai; de hacer un docu.
¿Cómo fue el proceso de guionado?
Al principio había un guion claro, pero como todo documental se descartó completamente porque una vez que vas a filmar las cosas cambian. Eso es lo lindo y, a la vez, lo complejo porque a veces te lleva mucho tiempo. Del guion original solo quedaron partes de ficción que parecen recreaciones de su infancia pero que en realidad se trata de la representación de estados de ánimo. Son cosas del mundo Laiseca. Cuestiones muy crípticas de su obra. A la vez servían para salir del espacio íntimo. Salvo eso, es una peli que se escribió en el montaje.
¿Cómo fue el rodaje?
El rodaje duró desde finales de 2010 hasta principios de 2015. Hubo dos años en el medio que iba a casi todas las clases porque como parte de la peli yo terminé haciendo el taller con él. Entonces, grababa todo. Además, iba otros días a visitarlo, a tomar una cerveza y me llevaba la cámara. Pero yo trabajo en cine así que a veces tenía rodaje y desaparecía unos meses. Era medio complejo. Así fueron esos años. Salvo una parte puntual que se hizo en poco tiempo que es lo de la ficción. Cuando yo no estaba, les daba una cámara a los chicos que hacían el taller con él y grababan ellos. Así que tenía mucho material.
¿Por qué decidiste hacer foco en su rol de maestro de escritores?
Justamente porque ese era el registro que tenía. También, de alguna manera, era lo menos conocido de Laiseca en cuanto a imágenes. Él es una figura por los cuentos de terror, por las películas, pero esa parte no estaba muy contada. Así que esa fue la idea.
¿Qué papel juegan en la película escritores como Selva Almada que se formaron con Laiseca?
Un papel muy importante porque es algo afectivo. Como te decía, a Selva la conozco de Paraná. Después mucho de sus amigos se hicieron amigos míos. Eran todos alumnos de Laiseca y yo terminé siendo parte del taller. Mi grupo de taller era Selva, Sebastián Pandolfelli, Natalia Rodríguez Simón y Guillermo Naveira. Yo llevaba la cámara y grababa todas las clases. Con la mayoría es una relación de amistad. Conocía mucho de Laiseca por la boca de ellos. En el documental, al menos formalmente, yo intento contar que se tarda mucho en verlo a Laiseca de frente, cara a cara.
¿Cuál ha sido el recorrido de la película hasta ahora?
Primero se vio en el BAFICI (Festival de Cine Independiente de Buenos Aires), después se vio acá en Sao Paulo, también en Rosario y en algunos festivales más pero no se movió mucho. Yo vivo en Brasil desde 2016 y, además de que la situación en Argentina se volvió difícil, al no estar allá se me complicaba para organizar estrenos. La película salió al toque de que Lai murió porque fue una forma de cerrar un proceso largo de mucha intimidad con él. Su muerte fue dura. Yo ya estaba acá, lejos. Después de uno o dos años, uno empieza a ver el trabajo con más frialdad y a ver la forma de ir mostrándolo.
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