TEXTO FRANCO GIORDA
FOTOGRAFÍA FRANCO GIORDA Y GRUPO LA RUEDA
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Daniella Osella ejerce varios oficios en torno a las artes escénicas. Es actriz, directora, docente y dramaturga. En su quehacer tiene como política y método la composición con otros . Así es que los espectáculos teatrales en los que participa están concebidos y registrados de manera grupal. Recientemente, estuvo en Chile, en el Festival Zicosur de Antofagasta donde, además de desarrollar su trabajo teatral, conoció de primera mano la realidad de los pueblos expoliados por la gran minería. A lo largo de su trayectoria ha recorrido varias ciudades de Argentina y el mundo representando y dirigiendo distintas obras. Entre otras, ha sido protagonista de El principio de quién; Un bardo criollo; Irene, la marca del amor; Bigote de novia. Tiene mayor inclinación por la comedia que por el drama y ha cruzado el teatro con la divulgación científica.
En la actualidad, conforma el grupo La rueda teatro en compañía de Pablo Vallejo y Romina Fuentes. Su primera presentación oficial con esta agrupación fue Medea va. También ha sido parte de Los Tocomochos y de Teatro del Bardo.
Este viernes 28 está de estreno, en su rol de codirectora junto a Victoria Roldán, de la obra Manada que será interpretada por Sabina Piccini, Ángela Martínez y Juan Cruz Rivasseau. La función es en Arandú – Espacio de arte (Bulevar Racedo 289) a las 21:30. Las entradas anticipadas valen 150 pesos. Ese mismo precio pagan estudiantes y jubilados. Las generales en puerta tienen un valor de 200 pesos. La función se repite el sábado 29 de febrero.
Tanto su recorrido como su actividad actual, fueron motivo de la siguiente charla.
¿Cómo surgió Manada?
Desde que empezamos a dar la cátedra de actuación 3 en el Profesorado de Teatro de la Uader (Universidad Autónoma de Entre Ríos) trabajamos sobre la creación colectiva. Todos los años se elige un tema y se desarrolla un proyecto. En 2018, se eligió «el cuerpo» como temática. Tres de los estudiantes de ese curso me convocaron para seguir trabajando sobre esa idea con proyección hacia un espectáculo. En marzo o abril del año pasado nos empezamos a juntar y, a partir de procedimientos de escritura escénica, improvisaciones y consignas, fuimos generando material y abriendo distintas líneas que finalmente concluyeron, visto ahora en retrospectiva, en eso que nos excede que es ese cuerpo que tenemos. Se trata de un cuerpo social, que tiene sus representaciones y que en el actual contexto las redes sociales determinan, influyen o intentan definir. La pregunta, entonces, es qué pasa con nuestros cuerpos en esta vida de virtualidad, qué pasa con estas configuraciones. Lo que sucede es que se duplica la representación corporal que tenemos de nosotros mismos: una que está constituida por la virtualidad y otra que es la que nos toca en el cotidiano.
¿Cómo te complementás con Victoria Roldán en la dirección?
Siempre me gusta dirigir con alguien más. El encuentro con otra mirada hace más rico el trabajo porque pone en tensión, hay que negociar, hay que correrse de los propios lugares comunes. De hecho, el texto está inscripto por los cinco porque si uno está trabajando con otros está construyendo colectivamente eso que sucede con roles y tareas establecidos pero que no deja de ser colectivo.
Recientemente estuviste en Chile ¿cómo fue esa experiencia?
Participamos del Festival Internacional de Teatro Zicosur de Antofagasta con la obra Misterio del grupo Res de Santa Fe donde se desempeñan como actores y bailarines Pablo Vallejo, Juan Martín Berrón y Ciro Berrón. Dirige Silvina Grinberg y yo soy la asistente de dirección. La obra cuenta los avatares de una obra anterior del grupo que se llamaba Magnética fe. Se llama Misterio porque intenta develar porqué se fueron yendo los diferentes intérpretes quedando solo dos: Juan y Pablo. Entonces, el hijo de Juan, que es fanático de la obra (se sabe todas las coreografías) en la intención de salvarla termina por contarnos un poco qué fue lo que pasó. Así se construye un relato semibiográfico con mucho humor donde aparece la danza y el teatro. Si bien el festival tiene sede en Antofagasta también recorre distintas localidades cercanas y entonces anduvimos en otros pueblos. Poder ir en este momento a Chile y conocer de primera mano cómo está la cosa estuvo súper bueno. Tuvimos la posibilidad de conocer el Centro Social y Barrial Don Pedro de Valdivia que se construyó en Antofagasta a partir de la destrucción de la ciudad Pedro de Valdivia por los desechos de la minería. Entonces, trasladaron a la gente a ese barrio. Es fuertísimo conocer la realidad de cómo están destruyendo su tierra y su país. La minería avanza y no para. Además, conocimos colegas y vimos muchos espectáculos. Lo interesante es que se hace en la zona de Zicosur que es una zona al norte de Chile, es decir, en la periferia. Entonces, el grupo de teatro de la Universidad de Antofagasta se propuso hacer un festival donde llevar obras del norte de Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay y el sur de Brasil. A partir de este festival se empezaron a tejer redes entre las distintas localidades y se empezaron a generar otros festivales.
¿Cómo se inició tu vínculo con el teatro?
De chica siempre quise hacer teatro e iba a los talleres del 3 de febrero con Gachi Rezzónico y después yiré por varios lados. Me acuerdo de haber tenido 10 años, ir al teatro sola, averiguar los horarios y que era gratis; le pregunté a mi mamá si podía ir y ella me dijo que sí, pero con la condición de que lleve a mis hermanos (Risas). Así que yo cargaba con mis dos hermanos que por suerte accedieron a ir. Cuando empecé la secundaria tuve que dejar porque iba a la tarde, pero seguía viendo obras; siempre en bastante soledad. Quise estudiar teatro cuando terminé la secundaria, pero no me podía ir a ningún lado. Nada que ver, pero empecé Biotecnología y me recibí. Después, durante un tiempo di clases de materias afines en escuelas secundarias para solventar mi vida. Mientras tanto, iba tratando de configurar algunas cuestiones teatrales. Daba, sobre todo, en escuelas nocturnas lo que me permitía dedicarme de día al teatro.
¿Cómo fue esa decisión de dejar la biotecnología por el teatro?
Mientras estudiaba hice talleres con el Topo (Sergio Obaid) y Gustavo Morales. En un momento, encontré el laboratorio El puro errar de Teatro del Bardo en La Hendija. Yo ya había visto algunos espectáculos de ellos donde percibía algo de la idea de teatro que andaba buscando. Lo que tenía el laboratorio es que no pagabas una cuota, sino que se hacía un trueque. Yo, por ejemplo, me incorporé al área técnica y hacía las luces o el sonido en los espectáculos junto con otros compañeros. Ellos tienen la filosofía de vivir de esto. Fueron seis años más o menos de ir transitando algunos proyectos teatrales al principio como técnica y después encarando mis propios proyectos desde lo actoral para poder hacer ese cambio desde la biotecnología. Igual, lo loco es que empezó con un proyecto que se llamaba Ciencia animal que tenía relación con el museo Puerto Ciencia. Desde antes, ya venía haciendo varieté con Los Tococomochos. Fueron mis espacios de formación. En 2008 ya estaba recibida y sentía esa pulsión de combinar la biotecnología con el teatro. Ahí surgió lo de Puerto Ciencia.
¿Era un espectáculo de teatro y divulgación científica?
Era teatro con algunas cuestiones vinculadas a la divulgación científica. Sobre todo, la teoría del conocimiento. En la Facultad yo les preguntaba a mis compañeros por qué estudiaban y ellos me respondían que se querían llenar de plata. A mí eso me generaba mucha reacción. También cuestiones éticas con respecto a qué se hacía o no se hacía. A su vez, la propiedad intelectual del conocimiento para mí es un tema fuerte. En relación a eso empezamos a trabajar con Gustavo Bendersky y Juan Kohner en el proyecto de Ciencia Animal en 2008. Hicimos una primera obra junto con ENERSA que fue en relación a cómo se produce la energía. Hicimos un largo recorrido. Me mantuve en el proyecto hasta 2013. Después hicimos una segunda obra, ya con Jorge Martínez que era parte de Los Tocomochos sobre el Principio de Arquímides preguntándonos de quién es el conocimiento.
¿Qué recorrido hicieron con esos proyectos?
Con Ciencia animal, entre 2010 y 2013, generamos festivales de teatro y ciencia en San Luis y Santa Fe. Ahora eso se ha propagado y también está en Córdoba. Fuimos a Medellín, donde está el parque Explora que también instaló un festival de teatro y ciencia. Éramos como los raros de los congresos divulgación científica. En ese momento, no estaba tan desarrollado que elencos profesionales se dediquen a esto. Ahora hay un montón. Lo cual está buenísimo.
Sos actriz, directora, dramaturga, docente ¿en cuál de estos roles te sentís más cómoda?
En primera instancia soy actriz. Me gusta mucho y siento que me he formado fundamentalmente para eso. Creo también desde una mirada más contemporánea que la actuación implica la escritura escénica. Es una mirada que concibe al teatro no como aquel texto que escribe el dramaturgo, sino que es aquello que escribimos en escena colectivamente a partir de los distintos roles. Es parte del metier actoral pensar la dramaturgia. Casi todas las obras que he hecho las he escrito en conjunto con otras personas. También reconozco que en esa necesidad de formarme me he encontrado formando a otros, precisamente, anclada en esta misma línea de pensamiento. Lo que tengo, lo comparto. Es la forma que tenemos hoy, acá, en la periferia, de formarnos y de ir accediendo al conocimiento. La educación en arte siempre ha sido elitista, donde siempre se ha tenido que pagar, y es algo que a mí me genera mucha molestia. Siempre he buscado la forma de que los proyectos sean accesibles a la mayor cantidad de personas. Desde ese lugar me siento docente, me gusta y creo en eso. Como directora también me formo continuamente.
¿Qué obra de las que has realizado te generó una satisfacción particular?
Establezco un vínculo muy personal con todo el material. Con Ciencia animal por las razones que ya conté; Irene fue un gran desafío porque tenía que afrontar la escena sola, el proyecto me tocó una fibra muy profunda que me permitió recorrer un montón de lugares; Bigote de novia fue un proyecto no muy ambicioso en algunos aspectos, pero fue la posibilidad de compartir con mi compañero de vida la escena. Con esa obra laburamos tres meses en Europa y estuvimos en un centro de refugiados en Dinamarca haciendo funciones. No es una obra ampulosa. Por ejemplo, Medea va es mucho más ambiciosa porque invertimos mucho tiempo, mucha plata, llamamos a un director, etc. Bigote de novia surge porque nos queríamos ir a Venezuela dado que la Universidad de Arte de ese país quería festejar los 50 años del Oddin Teatret (agrupación teatral Dinamarquesa de gran relevancia). Armamos la obra y la presentamos en diferentes lugares, hasta llegar, luego de varias escalas, a Venezuela. La disfrutamos mucho. La hacemos en todos lados: desde una peña folklórica hasta en el 3 febrero. Es un espectáculo en clave de clown para todo público y cuenta la historia de una mujer que baila danzas folklóricas y un varón que baila tango; entonces se plantea la discusión sobre cuál es la danza argentina.
¿Te inclinás más por la comedia o por la tragedia?
La comedia me encanta. Me divierte mucho hacerla. Mucha de la formación que tuvimos en Tocomochos fue en relación al clown. Todos los materiales tienen algo de eso en lo que uno se formó por más que no sean puros en la técnica.
Incluso en Medea va que es una tragedia tiene un componente humorístico.
Si. Tiene ese momento de quiebre. Me encanta hacer Medea va. El momento que más disfruto es la parte de la comedia.
¿Qué evaluación hacés de la escena teatral regional?
Tenemos un grupo de estudio en el Profesorado en el que estamos abordando las teatralidades que había en la década del 80, con la vuelta de la democracia, en la ciudad. A mí me gusta estudiar la historia local porque siempre tenemos una mirada pesimista como si estuviésemos atrasados. Encontrarte, por ejemplo, con la experiencia Tubo de ensayo que ocurrió en La Hendija hacia finales de aquella década, que consistía en un recorrido donde los actores llevaban al público por distintos lugares en una especie de happening, me da la pauta de que en Paraná hay muchas cosas que a veces nos falta reconocer. La obra ocurría en una gran carpa que se armó en la sala 2. Muy de los 80, muy loco y delirante. Eso sucedió acá donde parecería que solo había realismo y cuestiones tradicionales. Paraná tuvo un desarrollo muy identitario de teatro de grupo. Lo que ha permitido la exploración de la teatralidad y que eso sea la semilla. Desde la periferia, con muy poca infraestructura, se ha realizado un desarrollo muy grande y muy rico de la teatralidad. A mí me parece que somos muy prolíficos. La aparición del Profesorado de teatro también ayuda a que esto ebulla mucho más. A veces, nos falta reconocernos, ubicados en la palmera que estamos, en la gran producción que existe. En Gualeguaychú, por ejemplo, están produciendo cosas interesantes. Hay una gran movida. No somos Córdoba ni Rosario. Somos Entre Ríos y tenemos muchas cosas súper interesantes que, a veces, no las vemos o reconocemos. También hay mucho por hacer. Considero que acá nos podemos desarrollar, hacer crecer la actividad y vivir de esto.
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Mi actriz favorita. Siempre tan profesional me encanta lo humilde y sublime que es. No dejen de ver por que es brillante.