Zolo, el maldito

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Enrique Zolo, como se rebautizó hace veinte años, trabaja con entusiasmo para poner a punto su «Puesto Cultural» días antes de su inauguración. Mientras conversa con 170 Escalones va poniendo tanzas en el muestrario para libros del puesto de diarios y revistas que compró en la esquina de 9 de Julio y Gualeguaychú. Aprovecha la sombra de la tarde, porque por la mañana en el verano el sol calienta demasiado la vereda oeste de la calle, que está flanqueada por una fila de motos estacionadas cerca de un contenedor de basura en el que Zolo apoyó su bicicleta.

Ese momento de lucidez absoluta permite una charla pendiente, varias veces pospuesta en la urgencia de otros cruces, generalmente nocturnos, en plazas y eventos culturales en los que el escritor ofrece su fanzine literario por un precio a consideración. «Si todo va bien, la semana que viene abro. Estoy trayendo libros y viendo detalles», anuncia.

Zolo nació hace 48 años en Junín, Provincia de Buenos Aires, y llegó a Paraná de chico porque su padre trabajaba en Viejo Viñedo. Cuando la bodega se fundió, se quedaron en la ciudad. A sus dieciséis, después de recorrer varias escuelas acorde a las cercanías de sucesivas mudanzas familiares, había comenzado a dibujar y pintar. Por falta de fondos para adquirir los elementos necesarios se mudó a las letras. Se define a sí mismo como «un tipo de la cultura», y ese rasgo identitario lo impulsó a tener su propio espacio en la vía pública, que se suma a partir de enero de 2021 a un posible circuito integrado por el Centro Cultural La Hendija, Espacio JAI y la Casa de la Cultura.

 

 

¿Cómo se te dio por este lugar?

Pasé por acá un día a la mañana y justo vi el anuncio. Quería tener algo así, se lo había comentado a un par de amigos, pero para mí era muy complicado hacerme el puesto. Vi que estaba en venta, “gran oportunidad” decía. Pensé “esta es la mía, si no lo hago ahora no lo hago más”. Al toque llamé al don y se lo compré.

 

¿Era un puesto de diarios y revistas?

Sí, antes, él se lo había comprado a una chica que era la dueña, está reconocido como quiosco de diarios y revistas, hace un montón de años que está esta parada. Después otro se puso a vender gaseosas y no sé qué más, pero la impronta era esa. Yo lo que quiero es abarcar una onda literaria de Paraná y Entre Ríos. Mi intención, más que nada, es difundir a los escritores y artistas de acá. También pensé en un puesto de artesanías, tipo centro cultural. Y sumar música independiente de Paraná, dar esa posibilidad.

 

¿Una suerte de librería en la calle?

La impronta que le quiero dar es tipo biblioteca: los libros que se alquilen. El primer objetivo es funcionar como biblioteca en la calle. Que la gente lleve los libros, le anoto los datos, todo bien legal; y que funcione también para la venta de algunos autores que quieran dejar, yo les doy el espacio. Entonces ya tenés artesanías, libros, música y yo voy a hacer cuadritos para vender, sobre temática de Paraná. Un día me voy por ejemplo al puerto, hago bocetos y vengo a trabajar acá, ya que voy a estar cuatro o cinco horas de tarde, lo uso para producir.

 

¿Cómo lo vas a organizar?

Quiero hacerlo como un pasadero, yo no estaría adentro. La gente entra, recorre y sale. Acá los fanzine, allá los discos. Dentro del espacio voy a buscarle la forma. Acá cuentos, acá poesía, literatura en general, más allá las artesanías, historietas. Y todos los libros envueltos con un film, por el tema del coronavirus. Cuando me lo devuelvan lo limpio, lo envuelvo y otra vez al boliche. Aparte voy a usar internet, cosa que quien no quiera venir me reserve por ahí y luego lo busque. Si lo tengo en mi casa ya lo subo por internet. ¿Se entiende más o menos? La idea está.

 

 

Esta no es tu primera experiencia como librero.

Tenía una biblioteca en la Plaza Sáenz Peña con la Cofradía del M.A.R., allá por el 2008, todos los sábados y domingos.

 

¿Qué era la Cofradía del M.A.R.?

Es una sigla: Movimiento Artístico Revolucionario. Era una cofradía donde había pintores, músicos, artistas plásticos, escritores, autodidactas. Hicimos siete u ocho muestras en Paraná, en varios lados, entre 2005 y 2009, por ahí. Los estables éramos cuatro o cinco, los encargados de la organización y los proyectos; pero en las convocatorias éramos unas veinte personas. El objetivo era ir cambiando, invitar a gente distinta. Viste que acá en Paraná se manejan por grupos. Nuestro objetivo era invitar distintos estilos y grupos. Nos fue bien, duró bastante, pero cada uno tiene sus necesidades y proyectos.

 

¿Y qué pasó con la biblioteca de la Sáenz Peña?

Nos resultaba incómodo, la gente nos llevaba tantos libros que no teníamos como transportarlos después. Un amigo tenía una casa cerca y dejábamos ahí, pero se cambió y esos libros se perdieron. Estuvimos como tres años igual.

 

¿Cómo venís con el fanzine?

Ahora voy a tener el lugar ideal para promocionarlos. Mañana voy a sacar fotocopias para el nuevo.

 

¿Qué periodicidad tiene?

Cada tres meses suelo sacarlos, porque no me gusta cansar a la gente todas las semanas. Molesta en algún momento que hagas eso, cada tres meses las personas están más predispuestas cuando se los vendés. Hará como tres años más o menos que saco. Me gusta ofrecerlo en eventos culturales, sociales, musicales; voy y ofrezco, ahora voy a tener acá. El folleto nunca lo voy a dejar porque esa es una de mis firmas, aparte es uno de los pocos folletos literarios que se ha sostenido tanto tiempo, no hay producciones así que duren tanto. Lo voy a sostener.

 

¿Cómo los producís?

Hago fotocopias en algún lado que me cobre barato. Antes iba a la Facultad de Trabajo Social, porque ya me conocían y me cobraban estudiante y me ahorraba un montón de plata. Cuanto más pudiera sacar, mejor; pero no tengo un lugar específico. Lo armo en la compu, de ahí lo bajo y lo monto tipo collage. Voy cortando y recortando, una vez terminado el molde, reproduzco. Con lo digital no caso una goma, solo lo uso para el texto, después lo corto y con revistas voy pegando, dándole forma hasta que creo que ya está. A fotocopiar y doblar.

 

¿Y la tirada?

600 ejemplares. Me quedé clavado con el coronavirus porque laburaba con eventos sociales, me agarró la pandemia y chau, quedé en banda, como quien dice. Ya van 21, ahora sale el 22.

 

 

¿Cuándo te empezó a interesar el arte?

A los dieciséis ya dibujaba, después me puse a pintar, pero como no tenía plata para comprarme la pintura porque me salía muy cara, me dediqué a escribir que era más barato. De ahí no paré más. Mis primeras producciones son del ´93, empecé a escribir poesía. Un día tuve que tomar una decisión sobre qué iba a hacer con mi vida, si me pegaba un tiro o lo usaba como algo más constructivo, y me dediqué directamente a escribir, al arte, con todo lo que conllevó con mi familia.

 

¿No te apoyaron?

Estaba todo mal. Pero uno tiene que… hay un tema de Aristóteles que dice «vivir bien». ¿Qué es? La gente lo asocia al capitalismo, al mercantilismo, tener un autito, irse de viaje. Para mí era las letras, la literatura. Tuve que tomar una decisión de qué mierda iba a hacer, me dediqué a esto, si me salía mal, bueno, me iba a morir en la calle, pobre, como todos los poetas malditos, que son mis referentes. Los poetas malditos son yo, más o menos.

 

Igual sobreviviste…

Sí, peor igual, el término maldito es una postura y una forma de vida. No cualquiera haría algo así; o sí, no sé.

 

¿Pasaste por la facultad?

Sí, fui a Comunicación Social, estuve cinco o seis años ahí. Me gustaba porque me metía en materias que no tenían correlatividades y en las prácticas, trabajo de campo.

 

¿No te interesaba terminar la carrera?

Me hubiera gustado, pero era una época muy jodida en mi vida y económicamente no tenía con qué, mis padres no me ayudaban en nada. Después intenté cursar Literatura, pero una profesora amiga, Claudia Rosa, me dijo “si vos vas a venir acá a creer que vas a ser escritor, nada que ver; acá es para ser docente en las escuelas con los chicos”. Y el tema de la docencia en una escuela con los gurises es otra historia.

 

Cada tanto das talleres, igual.

Sí, cada tanto. El último lo hice en la Biblioteca Provincial. Ahora depende de cómo vaya esto, veremos, me interesa y me gusta hacer talleres literarios.

 

¿Cómo sobrevivís?

Mi casa se vendió y con lo poco que me quedó no me compro nada, así que estoy alquilando hasta que me dé la plata. No necesito mucho, no soy muy complicado, más bien común y corriente. Y pienso que esto va a funcionar, una vez que arranque.

 

¿Por qué creés que va a funcionar?

Primero por la zona, acá me contaron que hay mucha gente lectora, es muy transitado y la propuesta es bastante amplia.

 

¿No pensás que por vos mismo, también? Que sea el puesto de Zolo, un personaje en cierto mundillo.

En un mundillo, en cierto sector, pero trato de no verlo por ese lado. Trato de verlo por lo general, no por lo particular, más allá de la gente que me conoce o dice conocerme.

 

 

¿Cómo es tu apellido?

No, mi apellido no.

 

¿No lo usás?

No, no mi interesa. Por eso me puse Zolo, ese es mi seudónimo.

 

¿Por qué Zolo?

Quería un seudónimo que sea original, que sea llamativo y rápido de asociar. Zolo con z, porque la z es mucho más profunda que la s. A mí siempre me gustaba andar solo por muchos lados. La gente cree que ando siempre acompañado, pero no.  Y también pasó una vez que estaba tomando una cerveza y pararon unos milicos, bajaron de una camioneta, todo un quilombo, y me preguntaron “¿Vos cómo te llamas?”. “Enrique”.  “¿Enrique cuánto?”. “Enrique Zolo”. Y pone Zolo con s. Le digo Zolo es con z, y es zolo porque no tengo otro. Me llevaron a la quinta, y ahí me quedó bien, ya tenía una anécdota, un justificativo social. Eso nace en el 2000.

 

Ahí empezaste a firmar así.

Sí, y en los recitales cuando leía también me presentaba como Zolo, no como Enrique.

 

¿Cascotazo qué es?

Una banda que tenemos con dos amigos, desde hace un par de años. Veníamos bien hasta el coronavirus. Íbamos a tocar en Feliciano, en Diamante, y se nos cayeron todas las fechas.

 

¿Qué hacen?

Post punk. No es el punk cuadrado, sino más experimental, mas trabajado, y con temas originales. El abc de nuestra banda es no covers. Grabamos un minidisco en La Paz. Nos ha ido bien. La formación es Leo Ramone la guitarra, Simón Cefas toca la batería y yo el bajo.

 

¿Sabías tocar el bajo?

No, aprendí agarrándolo. Oído no tengo, así que uso la matemática. La música es matemática. De tanto ensayar uno agarra la nota. Aparte, yo soy melómano, me gusta mucho la música y de los instrumentos siempre me gustó el bajo.

 

Por fuera de la literatura y la música ¿Qué te gusta?

Me gusta mucho la carpintería, soy muy bueno. Tengo muchas ideas y entiendo bastante de maderas. Me encanta ir a la costa, nadar en el río. Soy guardavidas, hice el curso pero como no pagué el título no puedo ejercer. También andar en bici. Y viajar, es lo que más amo.

 

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