TEXTO GLORIA DANERI
FOTOGRAFÍAS RAUL PERRIERE*
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La naturaleza estaba exuberante el martes 20 de noviembre, hasta el aire parecía limpio, había una luminosidad que pocas veces aprecié y me invadió un estado que no podría explicar muy bien. Volví a poner mi mirada en el cielo y el recorte de los árboles tan verdes como el verde mismo se presentó durante el último trayecto que realicé hasta llegar a mi casa. Era una perfecta composición, con una paleta con un grado de luminosidad que no dejaba de conmoverme, de extasiarme ¡Había tanto equilibrio en ese momento! El aire me acariciaba y respiré profundamente, sentí que ese era el día en que Asiaín iniciaba un nuevo viaje. Ese paisaje, esa especial vibración de la luz me acunó, y quiero pensar que era él despidiéndose para iniciar una nueva travesía. Fin e inicio de un ciclo, como «el enlazador de mundos» (me comparte emocionada Melisa), como una transformación cósmica proyectando luz sobre todos nosotros.
Es que Asiaín es un Maestro, (ayer, hoy y siempre), de esos que no pierde complicidad o pretexto para compartir algo que cree y siente importante para indagar, porque deja una ofrenda con más o con menos metáfora, para que intentemos desentrañar. No pierde oportunidad para alentar como para invitar a revisar caminos, a veces, de la mano de sus silencios nos convida a reflexionar, nos interpela, nos abraza, nos mira a los ojos, nos alienta, nos pregunta que estamos haciendo… nos invita a compartir su mesa, su patio, sus amigos, su poesía y nos acerca un pensamiento, un nombre propio, una obra, una melodía, un libro, casi como una oración.
Uno es lo que hace, dice Asiaín. Y vean ustedes, su obra está por doquier como también en nuestras mentes y en nuestros corazones. Su repertorio inagotable es suyo, pero nos comparte su pasión y su ser en el mundo con tanta generosidad y dignidad, que no me entra en el corazón, porque se me explota.
*Las fotografías de Raúl Perriere fueron tomadas una mañana en la que paseaba por la dársena del Puerto Nuevo y se lo encontró a Carlitos Asiaín, quien lo invitó a charlar en su casa.