En los preludios del caos

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Raúl Zibechi se come un sánguche, o un refuerzo, como le dicen en su país. Todavía de boina permanece alto, de pie, recién llegado al salón del fondo de AGMER Paraná, sobre calle Laprida. Afuera todo es frío, viento y lluvia; adentro, el ambiente en el que se acomoda la gente en sillas rojas y negras es cálido. El escritor, periodista, pensador y activista dedicado a movimientos sociales, nacido en Montevideo en 1952, anda pidiendo tabaco para armarse un pucho y “bajar las neuronas” antes de la charla. Entretanto, se sienta a compartir con 170 Escalones un análisis del contexto latinoamericano con una oscura visión del futuro.

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¿Cómo ves la situación en nuestro continente?

Hace un año te hubiera dicho que la principal característica de la coyuntura latinoamericana es el avance de la derecha; hoy te diría que es la ingobernabilidad. Es cierto que hubo un avance de las derechas, pero con gobiernos de cualquier signo hay una tendencia a la ingobernabilidad. Por lo menos en Sudamérica y Centroamérica; México ya veremos qué pasa.

¿Por qué ingobernabilidad?

Porque el capital financiero internacional se ha puesto muy intransigente, desde el triunfo de (Donald) Trump, y hasta caprichoso diría, con actitudes patoteras. Y, por otro lado, los sectores populares se han empoderado, tienen una autoestima fuerte en todo el continente y entonces hay una disputa muy grande. Lo que yo veo de la Argentina, por ejemplo, es que la coyuntura actual empieza a explicarse por diciembre último, cuando la discusión de la reforma de las pensiones y el incendio que hubo en la calle. Creo que ahí la clase dominante comprende que no va a poder pasar los planes de ajuste íntegramente y, además, gobernar. Esta dificultad de gobernar es tanto para las derechas como para las izquierdas: también tienen problemas Venezuela y Evo Morales. Es una característica del período actual porque los de arriba están muy impacientes y los de abajo no se dejan. Ahí hay un choque.

Hace unos años escribiste un libro sobre Brasil, Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo, ¿qué análisis hacés hoy?

En ese libro sobrestimé -me hago una autocrítica- la capacidad de la burguesía brasileña y del aparato estatal gobernado por el PT de marcar un rumbo; y subestimé la corrupción en Brasil, la fuerza de una derecha cavernaria, no necesariamente solo militar o solo burguesa, aunque todo esto mezclado, que básicamente reacciona irracionalmente por miedo a los pobres y a los negros. ¡Que no se nos metan en nuestros aeropuertos!… Ahí está la cosa. Los gobiernos progresistas no hicieron cambios estructurales, robaron -nada que no haya hecho la derecha-, pero indirectamente generaron un empoderamiento de los de abajo, indirectamente fomentaron la autoestima de los de abajo: los negros en Brasil, los pobres en Argentina, que ya no se dejan tan fácilmente. Y la burguesía captó eso y dijo basta.

¿Y de la realidad uruguaya qué pensás?

Uruguay es un país de tres millones de personas, fácilmente gobernable, y tiene una gran estabilidad. Es estable históricamente porque nunca tuvo oligarquía y por lo tanto no tuvo cultura plebeya sino de clases medias. El Frente Amplio es parte de esa historia y más o menos enderezó algunas cosas que no estaban muy desenderezadas tampoco. Hay una posibilidad de gobernar con cierta calma. Hay problemas, el modelo económico es el mismo que el de acá: soja, forestación, carne, lanas; pero hay una prolijidad a la hora de gobernar, no hay tanto robo ni maletines.

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Lo que sí parece avanzar sin freno en todos lados es el narcotráfico como fenómeno social…

Exponencialmente. Hay que entender el narco como algo sistémico. Un modelo extractivo como el actual necesita del narcotráfico para disciplinar a cielo abierto a todos esos que quedan por afuera del modelo, que antes los integraba la industria, pero ahora no hay qué los integre. Entonces, para todos esos pibes y pibas que no son integrables: narco, violaciones, feminicidios. Fijate que violencia domestica siempre hubo, mi viejo que le daba un sopapo a mi madre, pero ahora es una violencia asesina y pública (es decir, ejemplificadora) para destruir el cuerpo de la otra. Eso es algo que en la sociedad industrial no existía. Es grave, habla de un sistema que no tiene la capacidad de integrar y contender a las personas. El narco y los feminicidios son sistémicos; sirven, desde el lugar del capital, para el control a cielo abierto del 50% excluido del modelo. Reemplaza al panóptico.

Pero en algo las clases populares envueltas en esa lógica de organización narco se benefician, ¿no?

Claro. Es que a un pibe de 17 convencelo que estudie, que termine y que vaya a su primer laburo ocho horas por chirolas. Si no está bien formado frente a eso va a ver que en una noche cargando bolsas de pasta base va a ganar lo mismo que todo el mes de cajero en un supermercado. Hay que estar bien parado para decir que no. Ese es el problema.

De todas tus variadas lecturas de estos años, ¿qué intelectuales y pensadores todavía tomas para tus análisis?

Ya que estamos en la Argentina, Rodolfo Kusch, que lo descubrí en el 2002 y que curiosamente escribe en los sesenta, se publica en los setenta, pero es la insurrección del 2001 la que lo saca a flote. Ahí hay algo maravilloso. Aníbal Quijano, peruano. Los pensadores descoloniales en general, como Silvia Rivera Cusicanqui. Me gusta mucho el subcomandante insurgente Moisés, que es indio. Me gustan los pensadores nuestros y de lo más abajo que sea posible, los y las outsiders, como Diana Sacayán. La gente que en general la academia y la política miran por encima del hombro, o no miran.

¿Y de los movimientos sociales actuales cuáles te llaman la atención?

En el Río de la Plata las mujeres, sobre todo esa irrupción brutal de las pibas de quince a veinte años que te rompen la cabeza, con una intransigencia muy grande como la que teníamos nosotros cuando éramos jóvenes. Ellas refrescan todo el ambiente político. En general, en toda América Latina, el movimiento de negros, de indios, los pueblos originarios tienen una fuerza muy grande. Y creo que está apareciendo un fenómeno nuevo que es la cultura: me impresionó en esto del aborto las mujeres actrices –Dolores Fonzi, Nancy Duplaa, Carla Peterson– con un rol protagónico increíble y con un discurso muy parecido al de la calle, no elitista.

¿Qué pensás del futuro?

Yo veo un mundo y sociedades muy caóticas donde la vida y la sobrevivencia van a ser un problema cotidiano. Pienso en tiempos que quizás no vea, pero la veo muy complicada.

 

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La respuesta queda flotando en el aire, mientras Zibechi sale a encender su cigarrillo. Durante el encuentro de esa tarde -que tiene como tema las resistencias frente al extractivismo, y que forma parte de un seminario taller de formación política organizado por la Red de Técnicos en Agroecología del Litoral durante el primer fin de semana de septiembre en la Escuela Almafuerte de La Piccada-, retomará algunos puntos de este diálogo ante las más de sesenta personas presentes. Al momento de comenzar, invita a mover las sillas para formar una ronda y pide que también circule el mate.

En su exposición compara a la sociedad actual, extractiva, con la anterior, industrial, para intentar comprender los cambios. «La sociedad extractiva está caracterizada por la depredación, la especulación, el robo o saqueo de los recursos naturales. El capital eligió cerrar las fábricas y trasladarse al terreno de la especulación financiera», afirma Zibechi. «La acumulación por despojo genera relaciones de carácter neocolonial. Lo que los zapatistas llaman Cuarta Guerra Mundial», agrega. Hay elecciones, pero no hay democracia ya que el modelo no se puede discutir. Le quita importancia a la toma del poder, porque el sistema ha sido cooptado por el capital financiero y tener el control del aparato estatal no permite salir de él. «La toma del Estado no sería la toma del poder como era antes. El capital utiliza al Estado pero tiene mayor autonomía del territorio que nunca», sostiene. Rescata entonces la lucha de mujeres y jóvenes, y anuncia que el empoderamiento de sectores populares y pueblos originarios trajo nuevos temas, como el ambientalismo y la crítica al desarrollo. Estos movimientos antisistémicos actúan en dos direcciones relacionadas: por un lado, un movimiento defensivo frente al capital y al Estado; por el otro, van creando «lo nuevo».

«Sí el mundo nuevo es un tapiz, aquí se empiezan a tejer algunas hebras lentamente. Para crear hay que recuperar espacios, con relaciones más igualitarias entre las personas, entre los géneros, con los chicos y las chicas, con el medio ambiente», sintetiza. Describe estos espacios como pequeñas islas, un mundo disperso, fragmentado, pero que es una multitud. «Los cambios se dan en tiempos largos, la cultura del consumismo no se neutraliza en tres años o en diez. Primero cambia la sociedad, y después viene el tema del poder», plantea.

Sobre el final, regresa a su visión apocalíptica: «Si no hay un colapso, este pequeño mundo minoritario no podrá convertirse en el sentido común de la humanidad. No sabremos si habrá colapso y si la humanidad posterior será mejor que la anterior. Necesitamos construir arcas de Noé, lo más sólidas posible humanamente, capaces de sobrevivir al diluvio. Y probablemente la humanidad que le siga sea mejor que esta». En definitiva, pidió poner los ojos en ese mundo de islas, para fortalecerlo, para que sea cada vez más rico. «Después, veremos».

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