7 de diciembre de 2024

La ola conservadora en Brasil

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Renata Rocha tiene una mirada tranquila y un hablar en castellano pausado, como quien intenta elegir las palabras adecuadas para cada definición.  Camina cerca de la plaza San Miguel admirando las calles anchas y arboladas, tan diferentes al centro de Salvador, la ciudad que habita desde hace veinte años en el estado de Bahía, al nordeste de Brasil. En pocos minutos comienza el dictado de su curso «Políticas y mercados culturales en Brasil: trayectoria, cambios sociales, crisis y desarrollo», en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, a la que llegó en el marco de un Programa Internacional de Movilidad Docente desde la Universidad Federal de Bahía. La actividad, organizada por la Secretaría de Extensión y Cultura y la Tecnicatura en Gestión Cultural de la FCEDU, propone un panorama que enfatiza el momento crítico que atraviesan Brasil y los demás países de América Latina respecto a las conquistas sociales, políticas y económicas amenazadas por el ascenso de prácticas y valores autoritarios, conservadores e incluso dictatoriales.

Con los resultados electorales presidenciales del país vecino aún calientes, 170 Escalones conversa con Renata, quien a sus 35 años es Doctora en Cultura y Sociedad de la Facultad de Comunicación de la UFBA; además de vice-coordinadora del Centro de Estudios Multidisciplinarios en Cultura y editora jefe de la publicación Políticas Culturales en Revista. El escenario de los próximos años y su incidencia en el campo específico es el eje de la charla con la profesora de marketing cultural, quien en primer término no votó a ninguno de los candidatos que accedieron al reciente ballotage.

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¿Qué ves en común entre la gestión cultural de ambos países?

Que es una formación muy nueva, aunque en Brasil es un poco más antigua, nuestro curso empezó en 1996. Lo que tiene de muy parecido específicamente es que los dos están ubicados en facultades de comunicación. Es un trabajo muy rico para la gente que se gradúa en gestión porque trabajan con comunicación, relaciones con la cultura y un campo más amplio.

 

¿Qué pensás del proceso electoral y de lo que ocurrirá?

No es posible prever lo que va a pasar, pero el escenario es muy preocupante. Para uno que trabaja en el ámbito de la cultura, específicamente. Además de la postura muy conservadora del ahora presidente [Jair Bolsonaro], lo que se ve es también una ola muy conservadora en la sociedad, criminalización de artistas y presupuesto para la cultura puesto en cuestión. En el ambiente de la universidad nos acusan de adoctrinar alumnos, más aún en el campo de las humanidades. Es un tema muy delicado de manejar, porque siempre estamos discutiendo ideas, derechos y ciudadanía y, además, específicamente hablando de Latinoamérica. Me preocupan las declaraciones del posible ministro de economía que ha dicho que el Mercosur no es prioridad. Es muy grave. El escenario nos trae mucha preocupación.

 

¿Cuál es el escenario frente a esto?

Hay muchos escenarios posibles. Puede ser que Bolsonaro adopte un camino de coalición, como siempre hubo en Brasil, y con eso no siga con posturas y aptitudes tan extremas. Es una posibilidad, si lo hace puede ser que se quede algún tiempo y que logre hacer una política neoliberal de privatizaciones. Otro escenario es una vía autoritaria, es un camino que su vice alienta (el General de Reserva Hamilton Mourao): habló de autogolpe; y el hijo del presidente electo (Eduardo Bolsonaro) habló de cerrar el superior tribunal de justicia. La otra posibilidad es que pase algo y que tampoco se pueda quedar porque sus políticas no funcionen.

 

¿Por descontento?

Sí.

 

¿Con una revuelta popular?

Sí, no necesariamente popular, sino de las élites y que le saquen el apoyo desde los mercados.

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¿Cómo se entiende que Lula libre lideraba encuestas y con Lula preso gana su opositor en el arco ideológico?

Ha sido una elección muy atípica y pasional. El plan de gobierno de Bolsonaro no dice nada de políticas y acciones, no se sabe exactamente lo que quiere en las distintas áreas de la gestión pública. Mucha gente decía que si Lula no podía candidatearse votarían a Bolsonaro; no es algo que se pueda explicar desde una perspectiva racional. Algo que se percibió y se habló mucho también fueron las campañas difamatorias contra el Partido de los Trabajadores, por WhatsApp, por ejemplo. Se sospecha que fue algo de la campaña de Bolsonaro. Esto fue muy fuerte por el nivel de las informaciones –o deformaciones- difundidas.

 

Tiene que ver con la incidencia de nuevas tecnologías y la pos verdad en el debate público…

Y además con la dificultad de la gente de distinguir lo que recibe como información No estamos hablando de gente sin educación, es más que eso. No es una cuestión de formación académica específicamente: la gente con nivel superior también cree en este tipo de difusión, es algo que hay que desglosar.

 

En tu charla hablabas sobre de Thomas Mann y su concepto de intimidad respecto al arte acrítico, ¿se perfila algo por el estilo en el próximo período en Brasil?

En las elecciones lo que pasó es que mucha gente que no se manifestaba políticamente declaró su voto en contra de Bolsonaro, porque sus posiciones no combinan mucho en el campo de la cultura y las artes. No hay casi intelectuales, artistas y gente de la cultura que lo apoye. Ahora empiezan a circular montajes con la gente que estuvo en contra para boicotearlos y que no se compren sus discos, por ejemplo. Pero fueron muy pocos los artistas que lo apoyaron; a lo mejor es un buen momento de crisis, vamos a ver qué pasa con eso.

 

¿Qué papel pensás que jugaron las iglesias?

Ha sido muy fuerte. Las iglesias allá tienen espacios en radios y televisiones, o incluso sus propias emisoras. La Universal del Reino de Dios lo apoyó y desde ese momento subió muchísimo en las encuestas. Tenemos una gran población evangélica en Brasil, más del 30%, y si bien no se pueden pedir votos en las iglesias, había pastores evangélicos que declaraban públicamente su voto por Bolsonaro.

 

¿Qué te parece Paraná?

Me gusta porque es una ciudad con muchos árboles y amplia, agradable y la gente muy amable. También me gusta que tenga muchos museos, al menos en esta zona. En Brasil, en general, las capitales de los estados son mucho más grandes y luego en las ciudades de este tamaño no tenemos gran oferta de cultura.

 

Te perdiste de votar en el ballotage por estar de viaje, ¿en primera vuelta a quién apoyaste?

Siempre voto a la izquierda. En esta primera vuelta elegí a Ciro Gomez (Partido Democrático de los Trabajadores) quien consiguió el 12,47% de los votos). La mayoría de sus electores se fueron para el PT en segunda vuelta y él se pronunció contra Bolsonaro.

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