TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Una serie de actividades públicas van consolidando la construcción colectiva de memoria en la capital entrerriana. A la tradicional manifestación del 24 de marzo, organizada por la Multisectorial por los Derechos Humanos de Paraná, se le suma una agenda de encuentros, charlas, recordatorios, homenajes y eventos culturales en torno al aniversario del último golpe de Estado cívico militar (1976-1983), a cargo de diversas instituciones, organizaciones sociales y grupalidades.
De esas acciones públicas, el Festival Callejero por la Memoria, organizado por la Asociación Civil Barriletes, se instaló desde 2021 como una propuesta de calidad en torno a la cultura. En esta quinta edición, que ocurrió entre el 21 y el 23 de marzo, hubo conversatorios, intervenciones artísticas, proyección de película, música, teatro, feria de libros y fanzines, presentación de una editorial de historietas y un homenaje a una orquesta infanto juvenil estatal. Todo esto contó con la participación de reconocidos artistas locales y visitas nacionales que llegaron especialmente a Paraná para la ocasión. A los tres días de festival se le sumó la expansión hacia nuevas sedes: de la locación de Barriletes a la sala de Saltimbanquis.
Arrimarse a Abuelas
El viernes por la tarde el patio de Courreges 418 se pobló con la gurisada ingresante del nivel superior de Artes Visuales de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales (FHAyCS-UADER). El público asistió a una charla de la Red por el Derecho a la Identidad, Nodo Gualeguaychú. Participaron Tatiana Sfiligoy, la primera nieta recuperada por Abuelas en el país, junto a Leticia y Hugo Angerosa, tíos de Pedro Robledo Angerosa, apropiado por la dictadura.
Leticia expuso cuál es la tarea principal de la red de la que participa, conformada durante la pandemia y que hoy cuenta con 35 nodos en el país y 5 en el extranjero, que trabaja con Abuelas de Plaza de Mayo y que busca recuperar identidades. La tía de Pedro, que llegó desde Gualeguaychú esa misma tarde, repasó la historia de las Abuelas, desde el surgimiento a la actualidad y las estrategias que se fueron dando para encontrar a sus nietos y nietas. En su exposición, invitó a la concurrencia a que sean parte de la búsqueda: «Cuando sepan que alguien duda de su identidad, sobre quién es, y hay algo que le hace ruido en su ser, en su subjetividad, en su sentimiento, llamen. Anímense, anímenlos, anímenlas a que se presenten al Banco Nacional de Datos Genéticos», dijo.
A su turno, Tatiana repasó su biografía familiar como primera nieta a los seis años, cuando las Abuelas la encontraron en 1980. «Este lugar (Barriletes) es muy similar al centro cultural que mis padres construyeron en Córdoba, en el barrio de Villa Libertador», comentó. Mirta Britos y Oscar Ruarte eran militantes de base del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), se conocieron a los 18 años haciendo teatro, y de esa historia de amor nació Tatiana. En agosto de 1976 desaparece Oscar; seis meses más tarde Mirta, a quien secuestran en una plaza. Entendió que era su último momento y dejó a sus dos hijas en un lugar resguardado cerca de una calesita. «Trató de cruzar la plaza, pero ya la habían seguido. Había un micro Mercedes Benz del Ejército, del que se bajaron uniformados que la encapucharon y se la llevaron. Eso es lo que yo presencié», contó Tatiana, quien hoy tiene 51 años. «El encuentro con mi familia biológica fue una sorpresa, porque no me lo esperaba, pero pude fácilmente volver a la sangre con mis tías, mis primas, y fue lo mejor que me pudo pasar. También tuve unos papás adoptivos -una pareja que no podía tener hijos, se ocupó de las dos hermanas- y cuando las Abuelas nos encuentran ellos se abren a esta historia, que no es la que sabían, porque supuestamente habíamos sido abandonas en la plaza. Tuvimos la posibilidad de no tener una historia de apropiación, es la minoría de los casos en relación a los nietos encontrados», señaló. «Hoy, más que nunca, reivindico la historia de Oscar y Mirta, porque además de darme la vida me dieron la esperanza de luchar por un país mejor», indicó Tatiana profundamente emocionada a pesar de las veces que debe haber contado su caso en todas estas décadas. «Necesitamos otra militancia, que no es la del setenta ni la de los años del kirchnerismo, y en esto estamos, tratando de encontrar de qué manera, con las herramientas de la cultura y la expresión, sobre todo donde hay gente joven como ustedes», cerró.
Hugo Angerosa, ex preso político, sobreviviente de un centro clandestino de detención que funcionó en pleno centro de Concepción del Uruguay y hermano de Blanca Angerosa, compartió los sueños y luchas por los derechos en los que participó su hermana en los setenta. En febrero de 1978 fue detenida, cuando estaba embarazada. En agosto de ese año fue trasladada a una maternidad clandestina en Campo de Mayo, donde nació Pedro. Hubo cuatro sobrevivientes que estuvieron en el centro clandestino con ella que dieron testimonio ante la justicia. «Hoy está desaparecida ella y el bebé, que sabemos que nació y que quería que se llamara Pedro. Lo estamos buscando y no lo hemos podido encontrar. Se han recuperado 139 nietos, faltan más de 300, que en algún lugar están», transmitió Hugo. «Mirándolos a ustedes me acuerdo mucho de Blanquita, que tenía esa edad. Y ustedes también tienen que seguir luchando por sus derechos a la educación pública, a la salud, a una vivienda, para que podamos vivir en un país digno y en un país justo», les dijo a los asistentes.
Luego de un intercambio de ideas y preguntas respecto a las exposiciones, Hernán Guerrero y Lorena Ledesma invitaron a participar de un taller de grabado con técnicas mixtas: sellos, tipos móviles y linografía con tinta xilográfica y prensa. Sobre un tablón que se convirtió en mesa de trabajo en el patio de Barriletes, los y las ingresantes de la escuela de artes visuales se dedicaron a producir obras en pequeños formatos, entintando sus manos, compartiendo los rodillos y sellos, y aprendiendo a usar la prensa como primera herramienta de sus elecciones formativas. Ledesma y Guerrero, quienes tienen a cargo las cátedras de especialización de Grabado en la escuela «Prof. Roberto López Carnelli», oficiaron de transmisores en el uso de estas herramientas. La mayoría decidió llevarse sus grabados como recuerdo de esa primera jornada de festival; otras estampas quedaron expuestas en el lugar.
Los trabajadores del Nunca Más
En la segunda jornada, el festival mudó su sede a la sala Saltimbanquis, en Feliciano 546. Cine Club Musidora proyectó, con la presencia de su director, el audiovisual CONADEPIANOS: Memorias latentes de trabajadores por Verdad y Justicia (Juan Pablo Cohen Arazi, 2024) ante unos 30 asistentes. Cohen Arazi introdujo brevemente al documental que reconstruye la historia de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) desde la perspectiva de sus trabajadores, y luego protagonizó un enriquecedor intercambio -que duró tanto como la proyección- en torno a la elaboración del informe, las motivaciones de su realización y la necesidad de construcción de artefactos de memoria para la transmisión a las nuevas generaciones. Los materiales centrales con los que Juan Pablo construye su narración son entrevistas resguardadas en el Archivo Nacional de la Memoria (ANM), producidas en 2014 en el marco de los 30 años del Nunca Más, y que, en el contexto de las políticas públicas del actual gobierno nacional, corren graves peligros de conservación.
Sonido colectivo, grito común
El escenario para artistas y la feria de libros y fanzines se montaron en la puerta de la asociación civil el domingo 23 por la tarde. Desde las 18 comenzó a transitar público entre los stands de publicaciones independientes y autogestivas locales, y a arrimarse a las tarimas en el declive de calle Courreges. Unas 300 personas circularon por esa tercera jornada que propuso una grilla musical que comenzó con Mundo Barrio, siguió con el dúo de José Bulos y Chela Martínez, Maru Figueroa, el ensamble Neike (estos tres últimos, integrantes del movimiento de Costa a Costa), para cerrar al ritmo de tambores y el baile con Bololó. Además, en el asalto como teatro al aire libre, la compañía Teastral y Le Feu actuaron Mar del Sur.
Esa noche también se presentó el Colectivo Editorial Aguará de historietas de lucha en torno a vulneración de derechos, a cargo de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, quien viajó desde Rosario para la ocasión. Además, la agrupación HIJOS Paraná entregó una distinción a la Orquesta infanto juvenil «Mitai Kõi (mellizo en guaraní), entre todos te estamos buscando», por sus diez años de trabajo. La orquesta, dependiente del Ministerio de Cultura de la Provincia de Entre Ríos, tiene sede en la Escuela Álvarez Condarco, en Paraná, donde funcionó un centro clandestino de detención durante la dictadura. Su nombre se vincula a la búsqueda del mellizo Valenzuela Negro, quien nació entre el 3 y 4 de marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná, cuando su madre Raquel Negro estaba secuestrada. Sabrina, la melli que recuperó su identidad en 2008, tuvo a cargo la ilustración original que les fue entregada por ella y por Clarisa Sobko a cada una de las docentes y a la coordinadora de las orquestas. «La motivación es fortalecer y respaldar una propuesta que tiene como finalidad ofrecer a les chiques la oportunidad de participar de un espacio colectivo y artístico, entendiendo al arte como herramienta de transformación», destacó Sabrina a 170 Escalones. «Mitai Koi fue el nombre que designa dos genocidios, el originario y el segundo genocidio que vivió muestreo pueblo. Llamar en nombre guaraní a una orquesta infantil juvenil, llamarla Melli, en un sonido colectivo que se perpetua hacia el futuro, para no olvidar que todavía estamos buscando a personas con vida desaparecidas. Y es también decir, que entre todos seguimos buscando vivir en un mundo mejor, con más derechos», fundamentó.
En los primeros minutos del 24 de marzo de 2025, el grito común de «30 mil compañeros desaparecidos, ¡Presentes!» resonó, una vez más, en calle Courreges, debajo de las grandes tipas del barrio La Alcantarilla.
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