No conocía a Rubén Sosa

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TEXTO  MAXI SANGUINETTI

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El humorista gráfico Maxi Sanguinetti quedó conmovido ante la obra de Rubén Sosa que está montada en el Museo de Bellas Artes «Pedro E. Martínez». En el siguiente texto, producido especialmente para 170 Escalones, expresa la experiencia  estética y política por la que atravesó al pararse frente a las viñetas del autor argentino.

No conocía a Rubén Sosa. No al menos concientemente. Quizás haya leído algunas de sus historietas en la revista Skorpio que solía comprar mi viejo y no haya retenido su nombre y su estilo de dibujo a diferencia de otros dibujantes de esa publicación, como Arturo del Castillo (¡esos westerns!) o Mandrafina (¡esos policiales negros!), o Lucho Olivera, por citar algunos. La cosa es que el Fede Main, un dibujante amigo que trabaja en el Museo de Bellas Artes, me mandó unas fotos de cuando estaban haciendo el montaje y ya que hubiera un ejemplar de la revista Charlie Mensuel, la antecesora de la trágicamente conocida Charlie Hebdo y en donde Rubén Sosa publicó los originales de la muestra, despertó mi curiosidad. Unos días antes, un mail de Judith Gociol, encargada del Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional que vela por los originales expuestos, nos contaba un poco quién era el autor y el sentido de la muestra en el marco del 24 de marzo. Como puse en mi muro de Facebook: volví conmovido. Es tan necesario verla. Tal vez porque yo lo hice ese mismo 24 por la mañana, deteniéndome en la aún fresca baldosa Es imposible desaparecer del Guille Hennekens en la vereda del museo, y con este prácticamente vacío y en silencio luego de la vigilia del día anterior. Nomás entrar,  encontrarme con el cartel de «Advertencia» (el mismo que está en el catálogo) con palabras del dibujante francés Wolinski (uno de los doce asesinados en el atentado a la revista Charlie Hebdo en enero de 2015) sobre la historieta, más el aura del museo (ex centro de detención clandestina) volvía todo algo espectral. Wolinski era jefe de redacción de la Charlie Mensuel donde se publicó en Francia. Que la historieta era sádica, negra, uno ya lo sabía. Lo que no sabía era que era tan realista, tan explícita con algunas situaciones. Todo lo que después se supo acerca de la violencia de estado y los grupos parapoliciales, el autor ya lo había puesto en cuadritos a días del golpe. Claro, la Triple A ya existía. Y ya habían pasado Onganía, y Aramburu, y Uriburu y la Liga Patriótica… y… y…

Los dibujos me remitieron  a cierta vanguardia de los 60 tipo Guido Crépax y el virtuosismo de la línea de Sosa es envidiable. Y ver los originales, el tamaño, las líneas de lápiz insinuadas debajo de la tinta, las correcciones con témpera blanca… oro en polvo para aquellos a los que les gusta el género. Pero la historia, uf, la historia es un cross a la mandíbula. Habla de lo siniestro o lo «extraño en lo cotidiano», al decir de Freud. Un tipo normal que así como mata cucarachas en lo cotidiano de su departamento, lo «contratan» para secuestrar, torturar y matar personas sin dejar evidencia  en lo cotidiano de la sociedad.  Y eso. Y que la historia del tipo podría seguir hasta el día de hoy, y quizás hoy nos lo cruzaríamos con cara de viejito amable en el cotidiano del supermercado. Creo que la historieta es un soporte increíble y de mucha potencialidad para transmitir conceptos, ideas y emociones, y que esta muestra puede ser interesante para trabajar con alumnos de escuela media y nivel superior. Muestra que se completa, atención fetichistas, con otras revistas europeas y argentinas de los 70, dibujos originales, ilustraciones para Caras y Caretas y hasta intercambio de mails con editores que le encargan trabajos al autor pero aclarando «que pueden pagar poco». Historieta conocida, esta. No se pierdan «Rubén Sosa. De vuelta a casa». Continuará…

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*La obra de Rubén Sosa puede verse de martes a domingo en el museo de Bellas Artes «Pedro E. Martínez».
Más detalles se pueden ver en http://www.entrerios.gov.ar/noticias/nota.php?id=48656