11 de diciembre de 2024

Un Blade Runner criollo

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Hace 30 años, en la filmación de Lo que vendrá, un grupo de jóvenes cineastas liderados por Gustavo Mosquera recreaba una Buenos Aires futurista cuyos protagonistas principales eran Hugo Soto, Juan Leyrado y Charly García, quien además compuso la banda sonora. Mauro Bedendo y Marcela Canalis comparten con 170 Escalones anécdotas de esa desquiciada experiencia.

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TEXTO PABLO RUSSO

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Dos secuencias con Charly García que no están en las imágenes, pero que siguen presentes en la memoria de quienes participaron de Lo que vendrá. En la primera, Charly asoma su cabeza por una ventanita del micro en el que se había atrincherado, aburrido de esperar su toma, y grita: «¡Son todos una manga de cineclubistas inexpertos, los odio!». En la segunda, llega el músico una noche portando una bolsa llena de dólares que tira sobre la mesa mientras dice: «Quiero comprar la película para que no se estrene». De la primera, resultó la cancelación de la jornada de filmación porque, además, Prefectura se llevó presos a los responsables; de la segunda, el esfuerzo del equipo consiguió disuadir a García y seguir adelante con el proyecto.

Lo que vendrá se filmó en 1987 y se estrenó a fines de marzo del año siguiente, cuando la primavera democrática ya había sufrido los primeros embates de levantamientos carapintadas. La historia es la de una relación entre un joven herido de bala en una protesta (Hugo Soto, el actor del momento después de su interpretación en Hombre mirando al sudeste), el enfermero que lo cuida (Charly) y el policía que lo agredió (Juan Leyrado). Las críticas fueron implacables con su trama confusa y la obra un fracaso de taquilla que no dejó satisfecho a nadie. Con el tiempo se transformó en una película de culto, en una rareza, de la que Charly compuso la banda sonora original en una de sus producciones musicales más oscuras. Diez años más tarde, Gustavo Mosquera realizó Moebius —con los alumnos de la Universidad del Cine—, film que muchos consideraron una suerte de remake subterránea de Lo que vendrá.

Mauro Bedendo es guionista y realizador; está trabajando en una miniserie para filmar el próximo verano en Paraná. Marcela Canalis dirige el Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Pedro E. Martínez. Hace poco más de 30 años, cuando Marcela llegó de Santa Fe, donde había hecho unos talleres de cine en lo que había quedado de la escuela del litoral, se contactó con Mauro que venía de recibirse en el Centro Experimental de Realización Cinematográfica del INCAA. Junto con otro cinéfilo, Pedro Medina, decidieron concretar un programa de televisión al mejor estilo Función Privada, que se llamaba Biógrafo, en el viejo Cable Video de calle Irigoyen. Después de un par de temporadas, Gustavo Mosquera lo convoca a Bedendo —a quien conocía de la escuela de cine— para que sea el director de la segunda unidad de filmación de Lo que vendrá, y este la llama a Marcela Canalis para trabajar de continuista en la filmación. «No podía haber mejor plan. En principio, eran ocho semanas y terminaron siendo muchas más, hubo de todo en el medio. Yo me fui a Buenos Aires y me quedé ocho años trabajando en cine y TV», apunta Canalis. «Concretamente, para mí fue la primera experiencia en un largo en equipo de dirección. De un día para el otro conocí a Charly García y a Hugo Soto. Éramos todos muy jóvenes, recién recibidos, o que veníamos de diferentes experiencias con el cine, y nos mandamos en esa aventura», señala.

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Charly en llamas

Día de filmación en Ensenada, en las afueras de Buenos Aires, donde hay una planta petroquímica muy grande que con su chimenea presentaba una imagen maravillosa de desolación con fondo de industria. Ideal para una historia futurista al estilo Blade Runner. «Llegamos con nuestro micro, como si fuera un viaje de quinto, con todo el equipo. García insistió en que quería venir con nosotros desde Capital, a pesar de que intentamos que desista porque sabíamos que iba a ser una jornada larga hasta que pudiéramos poner cámara y largar toma. Salimos a las seis de la mañana. El tiempo se fue extendiendo y él entró en un estado de… ¿cómo decirlo?… se aburrió. En un momento se atrincheró en nuestro micro y todos quedamos abajo. Empezó a decir que se quería ir y no habíamos largado toma todavía. Entró en un estado de aburrimiento importante, tanto que se llevó el micro y nos dejó a nosotros en el medio del campo con todo el equipo, porque le exigió al chofer que lo llevara de vuelta a Buenos Aires», repasa Marcela. «En medio de esto cayó la Prefectura y se llevó preso al director, a la productora ejecutiva y al asistente de dirección. Estuvimos hasta medianoche cuando los liberaron. Alguien hizo dedo y fue a buscar un teléfono. Un caos», cuenta hoy con gracia sobre aquellas horas dramáticas. «A mí Charly me llamaba Continuidad. Sacaba la cabeza por la ventanilla y gritaba: “Continuidad, Continuidad, vení”. Era una especie de embajadora, la única hippie del grupo, porque los demás eran como esos raros peinados nuevos, era la época de Soda a full, con el new romantic. Yo era como una especie de campesina, de Estrellita [personaje de una telenovela de 1987 protagonizado por Andrea Del Boca] con pollera larga, y supongo que había algo que él relacionaba más con mi sensibilidad que con el resto que estaban siempre volados, vestidos con bolsas plásticas… era toda una cosa muy loca», comenta. Charly vociferaba: «¡Por qué acepté hacer una película con estos aficionados de cineclub!». Enloquecía todo el tiempo. No era actor, y hacer una película era un juego que imaginó más divertido de lo que resultó ser. «Me abría la puerta del micro, yo subía y él estaba tirado, llorando, me agarraba la mano y me decía: «Continuidad, me quiero ir, hacé algo para que estos hijos de puta me lleven a mi casa». Para cuando Charly se fue, cayó la Prefectura…

«El baile del rodaje duró 17 semanas, una locura, una película promedio es de cinco o seis semanas en la Argentina. Llegué a pensar que toda mi vida iba a ser hacer Lo que vendrá», cuenta Mauro Bedendo. «Fue divertido, conocí a un Charly García que admiraba. Era un tipo complicado, había que buscarlo a la mañana, ver de qué humor estaba para hacer las tomas. Tenía buena onda conmigo, en un momento empezó a tener conflictos con Gustavo, con la productora… una lucha. Era gente que en ese momento estaba en un nivel de exposición muy grande: Mosquera venía con una polenta como para comerse todo el cine argentino, y Charly ya era un maestro», agrega. «Un día, en el Hospital Garraham, que aún no se había inaugurado, Charly me puso un walkman y me hizo escuchar los primeros temas de la banda de sonido que había ido a componer a Brasil. Era como jugar al fútbol con Maradona», evoca Bedendo.

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Locación hospital

«García vino una noche muy preocupado. Él admiraba muchísimo a David Bowie, que cuando hacía una mala película vendía menos discos. Estábamos filmando en lo que después fueron los estudios de Pol-ka, en unos viejos galpones en los que hicimos escenografías para simular habitaciones de hospital. Cayó tarde, con una bolsa con más de un palo verde, y dijo que quería comprar la película para que no se estrene», rememora Mauro. El sistema de financiamiento era con créditos del INCAA y se había conformado una cooperativa de trabajo con participación de los miembros del equipo en la recaudación. Charly siguió la lógica de Bowie y pensó que si la cosa salía mal él vendería menos discos. Entre todos lo convencieron, le metieron presión para seguir adelante. «Hubiéramos agarrado esa guita, después no vimos más un mango», ríe hoy Bedendo. «Era una época de apertura, de libertad, era como volver al flower power pero mucho más pro, más esteticista, tipo Blade Runner, Parakultural, Centro Cultural Recoleta… más afrancesado todo», sintetiza sobre aquellos años. «La película pretendía una anticipación a cómo el sistema democrático se iba a ir endureciendo y se iba a conformar una sociedad más dirigida. Pero eso no se ve, no está en la esencia, se quedó en el boceto y en las historias menores», opina el realizador respecto a la disconformidad que generó el estreno, a pesar de la excelente factura técnica y estética, que incluyó filmaciones con el steadycam que había comprado ATC años atrás. Mosquera se ejercitó especialmente para poder cargarlo.

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Locación ruta desolada

Mauro completa la remembranza de Marcela de cuando Charly se fue con el micro de la filmación en Ensenada. «Teníamos que armar una estación de servicio en la que Hugo Soto estacionaba, Charly atendía, había una charla, luego debía seguir la ruta; y al final de la película volvía a pasar por allí, como escapando a un futuro mejor. Armamos todo desde muy temprano. De repente, vemos que se mueven los arbustos y aparece Prefectura armada hasta los dientes. Estábamos en tierras fiscales sin autorización. Nos llevaron detenidos, esposados en un jeep a los cuarteles de La Plata. Charly se había ido un rato antes porque estaba hinchado las bolas y sin dormir. En los cuarteles, resultó que el capitán había sido compañero mío de la primaria en La Salle, y eso nos salvó», recuerda Bedendo.

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